Volvimos al pasado

Mar, 04/09/2018 - 03:49
El Acuerdo de Paz de Santos hace agua por todos los costados.

La impunidad parece confirmarse como muchos lo habíamos advertido. La JEP ratifica las peores expectativas de una justicia sesgada y c
El Acuerdo de Paz de Santos hace agua por todos los costados. La impunidad parece confirmarse como muchos lo habíamos advertido. La JEP ratifica las peores expectativas de una justicia sesgada y con agenda ideológica. En muchas zonas del país volvió el miedo. Hay secuestros, extorsiones y asesinatos. El narcotráfico, la peor herencia de todo este proceso, sigue imponiendo su ley en zonas que están totalmente bajo su control como el Catatumbo, Putumayo, Ituango y Tumaco. El nuevo gobierno toma el pulso de la situación en el terreno pero encuentra una fuerza pública semi-paralizada y sin espíritu de acción. Las 220 mil hectáreas sembradas en hoja de coca con la tolerancia del gobierno Santos han despertado la preocupación de todos los países consumidores, iniciando por los Estados Unidos pero también por los europeos. La idea de que la paz significa el incremento del narcotráfico es, para estos países, una consecuencia inesperada del proceso. Santos nunca les habló de esa posibilidad. Colombia vuelve a ocupar el triste papel de primer productor mundial de cocaína. Pero lo más grave es la desaparición de algunos de los principales líderes de las Farc. Se presume que podrían estar en Venezuela o en sus antiguas zonas de influencia. Lo que es evidente es que tienen miedo de ser detenidos pues mantienen actividades criminales con posterioridad a la firma del Acuerdo. El precedente de Santrich planea sobre todos los demás miembros de la dirigencia que saben que la amenaza de la extradición es real. El gobierno de Trump, muy poco tolerante con América Latina, entiende que la alianza entre el narcotráfico colombiano y el gobierno de Maduro, es una verdadera amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Las disidencias de las FARC son hoy la mayoría de las fuerzas que se concentraron cuando se concluyó la negociación. Se estima que apenas un 15 por ciento de los guerrilleros permanecen en las zonas de concentración y no se conoce cuál es la actividad que desempeñan todos los que abandonaron las áreas designadas. Muchos de ellos han evolucionado hacia la criminalidad lo que se confirma con el aumento de la violencia en muchas regiones del país. Otros probablemente intentan reconstruir sus vidas en medio de la incertidumbre. Todo lo que sucede hoy era previsible. Se sabía que a Santos sólo le interesaba su gloria. La implementación de su acuerdo nunca recibió la atención necesaria. Se sabía que las Farc seguirían en el narcotráfico y que muchos evolucionarían a la delincuencia. También era muy probable que le hicieran trampa a los acuerdos. Estamos casi como hace ocho años con la diferencia de que no tenemos capacidad de controlarlos. Volvimos al pasado.
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