Y se fue la feria

Mar, 16/05/2017 - 08:37
Primero tuve que vencer el miedo a la altura. Le tenía pavor a revivir el dolor horrible en el pecho al ascender a Bogotá. Pero lo logré. No pasó mayor cosa. Pudo más la atracción de los libros,
Primero tuve que vencer el miedo a la altura. Le tenía pavor a revivir el dolor horrible en el pecho al ascender a Bogotá. Pero lo logré. No pasó mayor cosa. Pudo más la atracción de los libros, la cercanía de los amigos, el abrazo fraterno y la ansiedad por la lectura. Un día de reposo y adaptación al clima y a la presión de estar más cerca de las estrellas. Luego rumbo al caos de la movilidad y a la lluvia. Y por último a la Feria. La 30 Feria Internacional del Libro de Bogotá. La FILBO. La famosa. Con todos sus defectos y sus grandes virtudes. Uno de sus defectos ha sido su desprecio hacia los escritores. Lo que siempre se ha dicho pero que sigue como si nada. No los escritores de marca, los de supermercado y grandes fotos y publicidad en los medios de comunicación. No. Hablo del escritor. El de las editoriales independientes o de su propio bolsillo. Del que tuvo que mendigar un pase VIP, así los llaman, para acceder al recinto ferial y hacer el espectáculo. En esta oportunidad no se concedieron entradas permanentes (salvo a los elegidos) sino pases por un día. Uno de sus grandes logros ha sido acercar a los autores en una confraternidad y encuentro que se da espontáneo, cada uno con su deseo de mostrar su última producción. La alegría de poder estrechar la mano de autores que hace años no veíamos, descubrir sus canas, aunque más su alegría desbordante, saber que siguen de pie, al lado del teclado, en su oficio acucioso por no dejar que el olvido nos arrase. Y los nuevos, muchos de los cuales creen que el mundo empieza con ellos, como tal vez lo hicimos nosotros algún día, treinta ferias de por medio. Asistí para hacer presencia en el lanzamiento de la colección “50 cuentistas colombianos y dos antologías”, de Pijao Editores, editorial independiente que cumple 45 años de labor en pro de la literatura y la cultura nacional. La foto para el recuerdo. El editor, Carlos Orlando Pardo, ungido de felicidad y abrazos fraternos de agradecimiento. Su gran esfuerzo de hacer presencia en este evento, que es uno de los más importantes de América Latina, sus sacrificios para tener ese espacio que ennoblezca la existencia, la espera del comprador que reafirme la ingente labor, no tiene precio. Es como acariciar el sueño que ha rondado nuestro espíritu toda la vida. Por eso rompí el hechizo de la altura. Y acepté el reto de recibir la presión de ese caprichoso cielo que está más cerca a las estrellas. Gracias Pijao Editores por esta Feria que ya pasó y la próxima que llega.
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