Es un verdadero placer contemplar los trabajos de los maestros latinoamericanos con el valor agregado de ser obras maestras. Ellas se encuentran exhibidas en el Museo Nacional hasta el 30 de octubre provenientes de la fundación Femsa. Colección de clásicos y modernos. Pero cuando se trata de los consagrados del siglo XX, encontramos un Diego Rivera (1886- 1957) de su primera y única bella época cubista El Grande de España de 1914.

Allí se ve la frescura universal de un pintor que busca orientación sin las referencias políticas que lo obligaron a ser un muralista mediocre y comprometido. Su esposa Frida Kahlo (1907- 1954) como siempre, muestra su íntima relación de la pintura con su propia vida mientras pinta en Nueva York Mi Vestido cuelga aquí de 1933 en un collage interesante donde reúne su arqueología sobre las masas, la sociedad de consumo y el futuro de una sociedad clásica conquistada por el futurismo industrializado.

El más importante, el cuadro del venezolano Armando Reverón (1889- 1954) el post impresionista latinoamericano que inventó su mundo único, aún no reconocido cabalmente dentro de la historia. Por convicción y locura fue un hombre que se instaló fuera de todos los parámetros convencionales. Como Guaguin en Tahití, Reverón se inventó su mundo de la luz desde el sol de Macuto. Reverón hizo su propio mundo imaginario independiente: armó y amó a sus modelos ideales con muñecas de trapo, tocó melodías en un piano inventado, su casa fue un castillo de arena y, al cuadro en la exhibición que pinta el puerto de la Guaira, le inventó un marco nido que en el mundo moderno tiene una carga conceptual tan mágica como maravillosa. Y, más allá de sus argumentos fuera de los convencionales, tanto la luz del cuadro como la síntesis que realiza hacen parte de una conquista en la historia del arte.
Muy por el contrario, la obra del artista revolucionario argentino Antonio Berni (1905-1981), quien tiene una increíble vigencia por el uso inusual de materiales heterodoxos en sus trabajos en la recreación de historias de miseria y pobreza como es la vida de Juanito Laguna en un sector marginal de Buenos Aires o la vida de la prostitución de Ramona Montiel, en esta colección el cuadro es un simple paisaje académico. Muy austero pero representativo, es el cuadro de Joaquín Torres García (1874- 1949) Construcción en blanco y negro de 1931. El uruguayo que creó La Escuela del Sur con la cual nos reafirmó a los latinoamericanos una filosofía dentro de la historia del arte. Torres García nos abrió las compuertas a la existencia de una geometría americana o, junto a Mondrian, calculó escalas universales.

Otro grande de los grandes es Roberto Matta (1911-2002) un chileno que creyó en el subconsciente, que junto con Andre Breton creó la escuela Surrealista en París y quien fue uno de los gestores puentes del expresionismo abstracto norteamericano. El cuadro de la colección Edulis de 1942 no es su mejor obra, pero si es representativa de esa búsqueda por un espacio ingrávido, con sus rastros de una escritura automática, con gestos que en pintura sólo se pueden dar cuando existe una libertad total.

Otro de los surrealistas que, al lado de Braque o Juan Gris, buscaron una alternativa al cubismo es Wifredo Lam (1902 - 1982). Con su cuadro Cuando duermo no sueño de 1955 nos muestra su enorme capacidad de encontrarle su alternativa al cubismo mientras descubre sus raíces de un padre negro con madre china. Lam logra inventarse un inusual mundo étnico.
De Fernando Botero (1932) tienen una bella Santa Rosa de Lima. Tan contundente como formal fue una de las primeras vírgenes americanas que el artista pensó desde su fórmula propia y de donde salieron muchas de sus apropiaciones magistrales de la historia del arte.

Del argentino Antonio Seguí (1934), la colección tiene dibujo en tela donde el hombre mira sin consuelo un paisaje lejano de un hombre con sombrero de 1976. Una versión donde el artista muestra su conexión inmediata con los medios mientras lo hace en carbón y pastel sobre tela.
Extrañamente, de una fundación mexicana aparece un Rufino Tamayo lleno de irregularidades y presentimientos falsos en su obra Nueva York desde la terraza de 1937. Interesante el mural constructivo de Carlos Mérida que aunque nació en Guatemala se mimetizó en México.
