El 4 de febrero, hace cuatro años, se suicidó Philip Seymour Hoffman. Fue encontrado muerto en su apartamento de Greenwich village, en New York. Cuando las autoridades ingresaron al apartamento, lo encontraron en el baño con una jeringa en su brazo y dos bolsas de heroína junto a su cuerpo.
Ese fue el final de un actor que empezaba a entrar entre los grandes del cine de Hollywood. Pero sin duda ese reconocimiento era tardío, sus primeras y más antiguas producciones ya demostraban su capacidad interpretativa. Por eso directores como Martin Brest o los hermanos Coen le confiaron a Hoffman papeles en sus obras clásicas (Esencia de mujer y El gran Lebowski).
"Los actores son responsables de la gente con la que jugamos. Yo no etiqueto ni juzgo. Yo solo soy lo más honesto, expresivo y creativo que puedo ser", decía Hoffman. "Tener esa concentración para actuar bien es como arrastrar cosas por las escaleras de tu cerebro. Es así de agotador. Es como levantar pesas con tu cabeza", pensaba sobre la labor de actuar.
Hoffman llega a la fama
El mayor reconocimiento de Seymour Hoffman llegó en el 2005 cuando protagonizó la película de Bennett Miller, Capote (2005). Ese fue el papel que lo grabó en la mente de los cinéfilos y que le otorgó cinco premios a mejor actor, entre ellos el Oscar, BAFTA, el Globo de Oro y el premio de la crítica.
Los ademanes, el tono de voz y los sutiles aspectos de la personalidad del periodista creador del nuevo periodismo, que adoptó Hoffman para su interpretación fueron incomparables. Ese papel le otorgó el único Oscar de su carrera, pero fue el inicio para que la crítica pusiera los ojos en él y fuera nominado cuatro veces más. Además ocupa el puesto número 35 entre las 100 mejores actuaciones de los todos tiempos de Premiere Magazine's.
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Seymour Hoffman ya había dicho que entre sus ídolos de la actuación se contaban Daniel DAy-Lewis y Meryl Streep. Con esta última tuvo la oportunidad de trabajar en La Duda (2008) que le mereció a Streep el premio del Sindicato de Actores y a ambos la nominación a los Oscar por mejor actriz y actor de reparto.
En La Duda Hoffman realizó otra de las interpretaciones mejor logradas de su carrera. Tuvo que interpretar a un sacerdote cuestionado por su monja superiora, quien dudaba de un abuso sexual cometido por el cura. Con ese papel, Hoffman se convirtió en uno de los ocho interpretes nominados al Oscar por su actuación como sacerdote.
"El éxito no es lo que te hace feliz. Realmente no lo es. El éxito es hacer lo que te hace feliz y hacer un buen trabajo y, con suerte, tener una vida fructífera. Si he sentido que he hecho un buen trabajo, eso me hace feliz", pensaba Hoffman.
Era actuar lo que lo hacía feliz, pensaba que actuar le permitía expresarse mejor que en su propia vida, sus acciones no lo juzgaban, su vida sí. En entrevistas a medios dijo que él había dejado las drogas y el alcohol desde los 22 años. Pero en el 2013 recayó y decidió internarse en un centro de rehabilitación durante diez días. Recibió pastillas para controlar la ansiedad.
Sus amigos dijeron que lo días antes lo habían visto sobrio y arreglado. Había alquilado un apartamento cercano al de su esposa y tenía una relación intermitente con ella. Ella tenía los niños y el trataba de recuperarse de su adicción, todos creían que se recuperaría y lograría volver a su vida normal. Por eso se sorprendieron cuando una amiga suya lo encontró el 2 de febrero de 2014 muerto por una sobredosis de heroína.