Ryszard Kapuściński es uno de los escritores más reconocidos y un autor obligado para los periodistas. Hoy, 4 de marzo, se conmemora el número 86 de su natalicio. Su prosa, técnica, investigación, carácter y ética periodística quedarán fijas como una referencia clásica dentro del periodismo.
Kapuściński nació en Pinks, Polonia, y según contó a finales de su vida fue en el seno de una familia pobre, pasó mucha hambre, pero escogió un oficio que él mismo calificó como muy mal pago. Nacer en esa ciudad polaca, un aspecto tan insignificante e incontrolable como ese, definió de gran manera su vida.
En su nacimiento perteneció a una nación en guerra y luego a una nación que marcó la historia por su revolución. Allí empezó a interesarse por conocer, más que su ciudad y su país, las otras naciones del mundo. En 1990 se disolvió la URSS y quedó sin fronteras, en ese momento su ciudad pasó de ser Polonia a formar parte de Bielorrusia, Kapuściński estaba destinado a traspasar los límites de la geografía.
"La buena disposición hacia otro ser humano es esa única base que puede hacer vibrar en él la cuerda de la humanidad"."El sentido de la vida es cruzar fronteras", aseguró alguna vez el escritor. Empezó a trabajar como reportero para algunos medios polacos y luego para New York Times, la revista Time y otros como el Frankfurter Allgemeine Zeitun. Ser periodista no fue fácil al comienzo, los otros periodistas creían, por su estilo, que Kapuściński fingía ser reportero para infiltrar los conflictos y enviar información al gobierno ruso. No estaba lejos de ser un espía, al menos por la minuciosidad de sus obras bien podría emplear las prácticas de un agente secreto. Pero más allá de espiar a gobiernos en crisis, las destrezas de Kapuściński eran sus conocimientos anteriores. Estudió Filosofía e Historia y era un ferviente creyente que no podía enfrentarse ni explicar un problema si antes no conocía su historia y era capaz de exponer las causas. [single-related post_id="836833"] Por eso tampoco confiaba en las llamadas a fuentes oficiales y siempre iba a las personas, al testimonio vívido de aquellos que padecían las circunstancias. Así logró construir una de las mejores radiografías de África, en su libro Ébano; describir la descolonización africana en Estrellas negras (1963) o, de primera mano, narrar la caída de la Unión Soviética en su libro El imperio (1993).
"El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse".Pero era un corresponsal temerario, no dudaba en tomar un avión y aterrizar en un país en crisis como lo hizo a mediados de los años 70, en Etiopía, con la revolución que agitaba el derrocamiento de El Emperador (1978). Estuvo en 27 revoluciones, 12 frentes de guerra, fue condenado a fusilamiento en cuatro ocasiones y padeció malaria y tuberculosis por las precarias condiciones que vivía para contar la historia de sus personajes. Esas experiencias y métodos de reportería le permitieron expresar la máxima más difundida de su vida, "los cínicos no sirven para este oficio". Kapuściński creyó siempre en un periodismo social, que interpretara los hechos y sirviera para un cambio positivo a esa población que narraba, por eso tardaba en construir sus historias, para no caer en la precariedad de la inmediatez. Ryszard Kapuściński dejó una vasta obra de crónicas, reportajes y ensayos que son tanto históricos, periodísticos como literarios, su obra no conoce, al igual que su historia, de fronteras. Kapuściński falleció el 23 de enero de 2017 de un ataque al corazón.
