Agua.

El agua es la vida. La mayoría de civilizaciones antiguas se organizaban en torno a las fuentes hídricas y progresivamente, adaptaban sus rutinas a los flujos de agua y al comportamiento del clima para poder sobrevivir y satisfacer sus necesidades básicas. Pese a los nuevos descubrimientos y a los avances en materia tecnológica, el hecho de no tener sustituto para el agua y el alto costo de su desalinización, no han permitido que se potabilice más del 1% del agua que usamos a través de este u otros métodos. Por eso, su conservación se ha convertido en una preocupación global que se agudiza con los enormes problemas medioambientales a los que nos enfrentamos. La lucha por este recurso ha generado conflictos en países como Palestina, Nigeria, Yemen y hay quienes le atribuyen a la sequía del 2006, parte de la causa del conflicto Sirio.

La Organización de Naciones Unidas reconoció en 2010, el derecho humano al agua y al saneamiento como un derecho universal y posicionó este tema dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como un elemento primordial que todos los gobiernos deben garantizar en términos de cobertura, accesibilidad y calidad (ONU, 2018). Al no tener precio, se cobra el transporte no el líquido, salvo el agua embotellada; así las cosas, las inversiones públicas en sistemas de acueducto y alcantarillado alcanzan apenas una tercera parte de lo recomendado. Cerca de la mitad de este recurso se pierde por filtraciones que tienen las tuberías viejas en países como México; 500.000 personas mueren al año por tomar agua contaminada en países donde ni siquiera existe un sistema de saneamiento, mientras que en otros, por cada hamburguesa que nos comemos se gastan 1.650 litros de agua, por cada camiseta que nos ponemos se gastan 2.500 litros y por cada cerveza que nos tomamos se gastan 73 litros más.

En este siglo hemos aumentado siete (7) veces el consumo de agua, ya no solo de fuentes superficiales como lagos y ríos, sino de los acuíferos, que tardan millones de años en llenarse y unas cuantas décadas en desocuparse. El uso humano para bañarse, lavarse los dientes, descargar el inodoro o hidratarse equivale apenas al 8% del consumo mundial, mientras que la industria utiliza el 22% y la agricultura el 88%.

Es importante reforzar hábitos más austeros en el consumo de agua, pero la solución real está en adoptar las políticas públicas adecuadas y la tecnología que reemplace el agua en los procesos de producción. Por ejemplo, con una política de inversiones en saneamiento básico y una fijación de precios alta para los consumos superiores al mínimo vital, se puede conseguir un mayor ahorro de este esencial recurso, igualmente con la carne que se hace con células madre, se puede reducir notablemente la crianza de ganado y por ende el consumo de agua.  

Es posible afirmar que nuestro país es privilegiado, puesto que como lo sostiene la CEPAL (2000), Colombia tiene una ventaja hídrica en comparación con el resto del mundo respecto a los niveles de precipitación y a las reservas de agua dulce; siendo su rendimiento tres veces mayor que el promedio suramericano y seis veces superior a la oferta hídrica mundial. No obstante, en vez de que nos quedemos dormidos en los optimistas balances de la abundancia, tal como le pasó a Venezuela con el petróleo, tenemos la oportunidad de liderar las iniciativas para la conservación de este líquido vital.

Los recursos naturales no son ilimitados y como consecuencia de las insuficiencias hídricas actuales en el resto del mundo, Colombia debe mejorar sus políticas nacionales de administración y preservación del agua, y con ello, abrir una oportunidad de liderazgo en los foros de discusión internacional. Si bien el país ha gestado grandes avances en el ámbito legal sobre la protección y cuidado de dicho recurso, al ser considerado por la jurisprudencia constitucional como un derecho y un servicio básico fundamental (SC-220 de 2011), aún tiene grandes retos en cuestiones de disponibilidad, asequibilidad y aceptabilidad, especialmente en las periferias del territorio.

Aunque el 90% de la población del mundo vive a menos de 10 km de una fuente de agua, tan solo 7 de cada 10 personas tiene acceso a agua potable y se estima que para el 2040 la demanda superara la oferta, pero a diferencia de otros commodities, el agua es necesaria para vivir y pensar que se pueden lograr ganancias aprovechando su escasez, podría generar tensiones globales que terminarían en guerras devastadoras. Algunos expertos han sugerido aumentar el precio del agua y castigar fuertemente a quienes se excedan en su uso, el problema es que muchas industrias se verían afectadas por el alza de precios, generando una inflación que como sabemos es el impuesto más agresivo para la población vulnerable, entonces ¿qué hacer? Los problemas globales requieren de soluciones globales, así como estamos enfrentando esta pandemia con cooperación y coordinación internacional, deberíamos unir esfuerzos y recursos para resolver la crisis del agua.

Nota:

Bogotá, la ciudad capital con el páramo más grande del mundo

En el caso concreto de Bogotá, se debe mencionar que la capital cuenta con una ubicación geográfica que le permite tener dentro de su territorio el páramo de Sumapaz, concebido como el más grande del mundo. Sin olvidar otras fuentes de agua que podrían canalizarse y ser aprovechadas de forma sostenible. Cabe resaltar que de acuerdo con el Sistema de Gestión Ambiental (2017), la mayor parte del agua potable de la capital es suministrada por fuentes superficiales del Río Bogotá y de los sistemas de Chingaza y la Regadera, que entre otras cosas, nacen en las altas montañas del mencionado páramo. Es una ventaja que tenemos que aprovechar para el bienestar de todos.

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