(Para alguien conocido, a quien no conocí).
• Te fuiste cuando tus silencios estallaron.
• Cuando abriste el postigo de tu historia.
• Cuando las brumas escindieron tus recuerdos.
• Cuando las preguntas sonaban a culposas.
• Cuando el asombro concertó tu fuga.
• Cuando el azar agrisaba ya las nubes.
• Cuando las aguas te esperaban alevosas.
• Te asustaste con tu vida en retirada.
• Con el rumor de tus nietos juguetones.
• Con la risa de unos seres sorprendentes.
• Con la brisa que golpeaba tus espaldas.
• Con el estrépito de tus duelos convocados.
• Con el tic-tac de las noches tumultuosas.
• Con las rabias de tu corazón en bajas.
• Desdeñaste las señales de tus albas.
• El beso aquel que distrajo tu certeza.
• El parpadeo portentoso del misterio.
• El colapso de las mieles que gustabas.
• La irrupción sutil de los requiebros.
• La avalancha de los suspiros consentidos.
• El milagro de las flores soterradas.
• Guardaste para ti las súplicas sinuosas.
• El cansancio de las horas peregrinas.
• La presión de los días que vagaban.
• Los gritos de tus mitos maltratados.
• Las honduras de corrientes sin fronteras.
• El suplicio de respuestas mentirosas.
• El fragor de unas leyes que objetabas.
• Desafiaste las entrañas del averno.
• Apelaste al sollozo de las almas.
• No pudiste con los ayes de los duendes.
• Olvidaste los caminos de la calma.
• Fuiste lágrimas sin rubores que alertaran.
• Te negaste a regresar a tu punto de partida.
• Cruzaste el umbral cuando todos te invocaban.
• Dijiste adiós sin revisar tus ojos.
• Sin sonreír a la algarabía de tus musas.
• Sin volver a musitar sus nombres.
• Sin compartir que tus duelos te horadaban.
• Sin mover un labio para podar el llanto.
• Sin soliviantar el peso de los tiempos.
• Sin saber que serías el gran actor de reparto.
Te fuiste, sí, ¡y pasado por agua!
INFLEXIÓN. La vida –no la muerte– es una interrupción momentánea de la eternidad.
Por: Ignacio Arizmendi Posada
20/03/21