La mañana del viernes 22 de noviembre de 1963, el presidente John F. Kennedy miró por la ventana de la suite del hotel en Fort Worth (Texas), en el que se estaba quedando con su esposa Jackie. Vio un cielo gris oscuro que amenazaba con llover. Las noticias habían predicho un día frio, así que el mandatario le aconsejó a su mujer que se vistiera abrigada y le eligió el vestido. Un traje de lana rosado claro compuesto por una falda, arriba de las rodillas, una chaqueta y una camisa de solapa ancha azul oscura. La primera dama lo combinó con un sombrero del mismo color, guantes blancos, zapatos de tacón y una cartera de cuero azul oscura.
Jackie lo llamaba el traje frambuesa. Ya se lo había puesto un mes antes para una evento en la Casa Blanca. Era uno de los favoritos del presidente, a quien se le oyó comentar que cuando se lo ponía, su esposa se veía encantadora.
Hacía pocos días, Jackie había estado de shopping en París y se dice que gastó alrededor de 30.000 dólares, por lo que el público y los medios la criticaron mucho. Se le echaba en cara, no solo que gastara tanto dinero en ropa, sino que lo hiciera pagando marcas extranjeras. Otra hubiera sido la historia si ese dinero lo hubiera gastado en marcas locales. Durante la presidencia de John F. Kennedy, Jackie se convirtió en un símbolo de la moda para mujeres alrededor de todo el planeta. Todo lo que se ponía se volvía un best-seller inmediato. Tenía contratado al diseñador Oleg Cassini, para que le creara prendas únicas. También era cliente frecuente de las tiendas Chanel, Givenchy y Dior, y así conformó el look “Jackie”, que aún sigue siendo imitado.
En esa mañana de noviembre, el traje fue todo un éxito en el desayuno al que asistieron junto al vicepresidente Lyndon Johnson y su esposa Lady Bird, para el lanzamiento de su siguiente campaña presidencial para el año 1964. Todas las miradas cayeron sobre el traje frambuesa. Tan es así, que el presidente comentó: “Nadie nota lo que llevamos puesto Lyndon y yo”. De allí tomaron un vuelo de menos de quince minutos hacia Dallas (Texas), y aterrizaron en el aeropuerto Love Field, donde a Jackie la recibieron con un ramo de rosas rojas. Ya había salido el sol, y se montaron en al asiento trasero de la limosina presidencial, un Lincoln azul oscuro modelo 61, con el techo recogido y las ventanas blindadas abajo. La ruta era de unos 17 kilómetros del aeropuerto hacia un almuerzo en el que JFK daría un discurso, la misma ruta utilizada para todo tipo de procesiones. Salieron del aeropuerto a las 11:50 AM.
Los últimos minutos de vida de John F. Kennedy.
Nellie Connally, la esposa del gobernador de Texas, quien estaba sentada delante de los Kennedy en la limosina con su marido, oyó al presidente decirle a Jackie que se quitara las gafas de sol, pues si iba a andar con ellas en la limosina presidencial, hubiera sido mejor que se quedara en su casa. Estas gafas de Jackie eran parte de la colección de accesorios que la caracterizaban.
A las 12:30 PM sonaron tres disparos y el traje de lana rosado claro de la primera dama quedó bañado en la sangre y fragmentos del cerebro de John F. Kennedy, quien murió en el hospital Parkland.
Acaban de dispararle al Presidente y la Primera Dama lo tiene en sus brazos.
Metieron entonces el cuerpo del presidente en un ataúd, que volvieron a subir al avión del que se había bajado pocas horas antes. Ya en el aire, la asistente de Jackie le tenía lista otra pinta, para que se quitara la ropa llena de sangre. Jackie se negó rotundamente moviendo la cabeza hacia ambos lados, con fuerza: “No, déjalos que vean lo que han hecho”.
Y así fue. Pocos minutos más tarde, en la ceremonia improvisada sobre el avión presidencial, el Air Force One, en que el entonces vicepresidente Lyndon Johnson es nombrado el nuevo presidente, se puede ver a Jackie Kennedy aún vestida con el traje frambuesa, bañada en sangre.
El traje frambuesa bañado en sangre. El vice presidente Lyndon Johnson recibiendo el cargo de Presidente en el avión presidencial.
No fue sino hasta el día siguiente, en la Casa Blanca, alrededor de las cinco de la mañana, que la ex primera dama finalmente se cambió la ropa. Su madre metió el traje en una bolsa de plástico y la guardó en su casa durante muchos años. Eventualmente, el traje frambuesa pasó a manos del gobierno americano, a una locación desconocida, donde lo guardan en una especie de ataúd sin ventanas, libre de cualquier tipo de ácido, con una humedad del 40% y con cambios de aire cada seis horas. Según la ley americana, deberán pasar cien años antes de que el traje vuelva a ser exhibido públicamente.
El famoso traje rosado volvió a ponerse de moda cuando el siempre histriónico diseñador de la casa Chanel, Karl Lagerfeld, dijo en una entrevista que el traje que Jackie llamaba frambuesa, no era, contrario a lo que se creyó durante cinco décadas, de la marca Chanel.
“Era falsa, una copia exacta de (el diseñador Oleg) Cassini. Tenía piezas auténticas de Chanel, pero fue su hermana quien los pidió. Tenemos todas las pruebas”.
Estando el traje encerrado y escondido, es imposible determinar su procedencia. También se dice que fue un diseño de Chez Ninon, una tienda de ropa en Nueva York. Lo cierto es que Jackie debía evitar que siguieran criticándola por gastar mucho dinero en marcas extranjeras, por lo que tiene sentido la teoría de que era una imitación Chanel.
Chez Ninon, una de las posibles marcas del famoso traje.
En todo caso, Lagerfeld tendrá que aguantarse la ansiedad porque en cincuenta años, cuando el traje vuelva a ver la luz, el diseñador ya no estará por aquí para comprobar su teoría.