Las mejores sedas del mundo en Bogotá

Jue, 03/02/2011 - 10:00
A casi todos los herederos de la dinastía de tejedores Catalá los han bautizado con el nombre Rafael, menos al primero, Salvador, y al último, Alberto, actual presidente de Rafael, la empresa que d
A casi todos los herederos de la dinastía de tejedores Catalá los han bautizado con el nombre Rafael, menos al primero, Salvador, y al último, Alberto, actual presidente de Rafael, la empresa que desde 1770 no ha parado un minuto de tejer las sedas más codiciadas por la monarquía europea y la iglesia católica. En el siglo XVIII, en las provincias de España, y en toda Europa, trabajar con sedas era sinónimo de respeto y admiración, un oficio que nació en el siglo XV gracias a los mercaderes, ladrones, espías, sacerdotes y diplomáticos. Fueron ellos los que al final les soplaron a los europeos el gran secreto: la fabricación de la seda, después de tres milenios de exclusividad china. Casi tres siglos después, Salvador Catalá dio inicio a la saga Catalá, que fabricaban terciopelos, damascos, brocatines y espolines, telas hechas en seda pura, en el barrio Velluters, en Valencia, España. Hoy, después de 240 años de trabajo sin descanso, Rafael no sólo es una de las textileras más reconocidas y una de las empresas más antiguas del mundo, sino que los diseñadores, reinas, princesas y cantantes buscan con obsesión sus tejidos. Sólo Franco pudo parar la producción en 1936. Durante su golpe de estado confiscó la fábrica, y los tejedores, que con un gran esfuerzo producían 20 cm de tela al día, tuvieron que tejer el doble, porque la seda iba destinada a fabricar los paracaídas del ejército. Alberto ha sido el Rafael que ha modernizado la empresa. La maquinaria ahora es computarizada, aunque con orgullo cuenta que todavía conservan tres telares manuales del siglo XVIII. En comparación, una máquina de las más modernas se demora un día para producir 100 m, mientras el telar manual teje en un día 20 cm, una gran diferencia en términos de productividad e ingresos. Sin embargo, eso no le quita el sueño a Alberto, porque tejer en telares antiguos le genera un valor agregado incalculable que sólo pueden pagar celebridades, como la princesita del pop Beyoncé, quien encargó una seda con grandes flores bordadas en hilos de oro para asistir a los últimos premios Grammy, y diseñadores como Christian Lacroix, quien confeccionó y presentó su última colección con telas de Rafael antes de desaparecer. Alberto cuenta con gran elocuencia y sencillez, como si contara la historia de otro, el estudio y el análisis que hizo junto con el diseñador Lorenzo Caprile  ‒bajo estricta confidencialidad‒, para la fabricación de la tela del vestido de novia de la hoy divorciada infanta Cristina. En varios viajes copió las formas de los vitrales de la catedral de Barcelona para reproducirlos con hilos de oro y plata en el vestido nupcial de la infanta. También doña Letizia mandó a hacer un mikado, un tipo de tafetán. Alguna vez, como presidente del Recinto Ferial de Valencia, alguien le habló de Colombiatex, y decidió venir en 2007 a Colombia. No sólo le interesó la feria en Medellín, sino que le encantó la arquitectura de Bogotá, y por puro olfato y visión a finales de 2009 inauguró su tienda en la zona rosa de Bogotá, el primer paso estratégico para iniciar la conquista de América Latina. Por lo pronto, el Concilio Vaticano le encargó a Rafael 37 mil m de tejido para confeccionar las casullas o mantas para la visita del Papa Benedicto XVI, en agosto de 2011. Menos mal Alberto ya tiene sucesor: su hijo, Rafael.
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