La exguerrillera que pidió perdón con una canción

Dom, 17/11/2013 - 15:01
Lida Cortez tendría unos 7 u 8 años cuando fantaseaba con ser la más famosa cantante del mundo. Vivía en una finca del Caquetá, en una casa grande en co

Lida Cortez tendría unos 7 u 8 años cuando fantaseaba con ser la más famosa cantante del mundo. Vivía en una finca del Caquetá, en una casa grande en compañía de papá, mamá y 12 hermanos. Ella era una de las menores, pero no por eso ganó el privilegio de ser la consentida.

Su papá le expresaba algunos sentimientos de rechazo que ella no entendía. Hoy cree que la razón pudo haber sido su tono de piel. “Soy un poquito más blanquita que mis hermanos y también soy diferente a ellos en mis rasgos. Mi papá decía que yo no era hija de él. Ahora no le paro bolas a esas cosas, pero en mi infancia me hicieron daño. Yo lo perdoné y él se dio cuenta, a los 18 años, que no debía ser así conmigo. Desde entonces nos queremos mucho más”. Al creer que su padre no la apreciaba como a sus hermanos, Lida sufría. Salía corriendo de su casa hacia un árbol gigante que quedaba sobre la orilla del río. Lo trepaba y desde allí podía ver un inmenso potrero desolado. Era su escenario. Imaginaba desde la cima a miles y miles de fans. Todos aclamaban una suave ópera y luego conmovedoras baladas y vallenatos. El golpe del agua del río con las piedras era para ella los gritos de su público. No se calmaban; eran insaciables, la animaban a salir al escenario. En la más firme de las ramas, Lida se paraba y saludaba. El eco de su voz en el campo parecía como amplificada por modernos equipos de sonido. “¡Toda esta gente vino a verme!, soy una estrella”, se decía. Entonces comenzaba su show. Podía estarse allí, en su mundo de fama y gloria, toda la tarde. De pronto llegaba alguno de sus hermanitos enviados por mamá para saber en qué andaba Lida. Ella lo invitaba a su sueño. Algunas de sus hermanas hacían el coro. Al que no le gustara cantar, interpretaba la guitarra o la batería. Con una piedra y golpes un tronco hacían el ruido de la orquesta. Finalmente, todos terminaban gritando y cantando. La inmensidad de la selva nunca delató su secreto. Lida volvía a sonreír y regresaba a casa. En las noches llegaba su padre con otro ánimo después del trabajo y los reunía a todos en las escaleras contiguas al lavadero. Mientras se desacaloraba para tomar un baño les cantaba a sus hijos El Camino de la Vida. La música los reconciliaba, y ella lo amaba de nuevo. Cantante Farc Lida Zamira Cortez, Kienyke La música le servía para perdonar a su padre en la niñez. Para Lida, el canto era un 'borrón y cuenta nueva'.  Lida cursó sus estudios de primaria en su pueblo en el Caquetá, cuyo nombre por seguridad no revela. Luego tuvo que ir a Florencia a estudiar el bachillerato. A los 12 años se separó de su familia. Cuando ocasionalmente iba de visita a su hogar, le contaba a su papá que había hecho una presentación de canto ante todo su colegio y le habían aplaudido. “Mi papá decía que yo estaba loca. Yo le respondía: tranquilo, que alguna vez lo voy a llevar a usted a un lugar en el que habrá mucha gente viéndome cantar”. El tiempo opacó su sueño. Se dedicó más a sus estudios que al canto y terminó por relegar su ilusión de infancia. Culminó su bachillerato en 2003 a los 18 años y  con la adultez llegaron las ansias de tener una vida independiente y próspera. Una amiga le prometió que con ella lo conseguiría. La guerrilla, el sueño fallido “Dizque era mi amiga”, dice hoy Lida de la mujer que la condujo a la desgracia. Le había ofrecido trabajo en un pueblo del Caquetá en el que tendría que atender un supermercado. Lida encontró un paisaje diferente al que imaginaba. El día de la inducción para su nuevo trabajo como vendedora  le informaron que aprovechando la cercanía que tendría con la gente debería estar pendiente de sus movimientos. “¿Cómo así?”, se preguntó. “Me decían que tenía que vigilar a las personas, escuchar sus conversaciones, hacerme amiga de ellos para conocer novedades y cosas así, que no me gustaban. Me dijeron que trabajaba en la tienda, pero para la guerrilla de las Farc”, recuerda. De un día para otro quedó atrapada en la guerra. No podía escapar pues amiga la amenazó de muerte si se atrevía a huir. Asustada aceptó su destino. Se volvió miliciana de las Farc. No supo en ese momento qué la mortificaba más: si haber sido traicionada por su amiga o saber que ahora era ficha en un juego que no le interesaba. Cuando sus superiores le pedían resultados no tenía más opción que entregar los reportes exigidos. Informaba a la guerrilla de cada movimiento de los lugareños. Algunas veces no sentía que hacía algo mal, porque en el lugar la única ley que existía era la de los subversivos, así que denunciar actos de violación sexual o delitos graves sería correspondido con el ajusticiamiento del maleante. En cambio le provocaba dolor cuando tenía que acusar a alguien que, por ejemplo, había robado comida porque tenía hambre o para alimentar a sus hijos. Sólo informaba del hecho y procuraba nunca enterarse del castigo que las Farc imponía al infractor. Dependiendo del cabecilla al mando, la sanción podría ser desde una pedagógica tarea comunitaria hasta el fusilamiento. “Los daños que hice en ese momento los entiendo hasta ahora. Estar vigilando a la gente es maluco y estar metiéndose en la vida del otro también. Cuando eran faltas leves, trataba de ser superficial al informar para que no hubiera castigo. Si alguien comete un error obviamente debería pagar, pero ¿quién soy yo para juzgar a alguien o ir a ‘sapearlo’?” Ese historial de informante le impuso desde entonces una cruz de victimaria. Cantante Farc Lida Zamira Cortez, Kienyke Lida Cortez con los integrantes del grupo musical La Iguana. Lida asegura jamás haber ido a combates u hostigamientos. Sí tuvo en sus manos armas pero sólo para guardarlas, según órdenes superiores. “A mí siempre que me pasaban un arma, eso me parecía muy pesado y no iba conmigo. Me tocaba manipularlas a veces pero nunca fui a las filas o a combates. Era una gallina para eso, pero no me regañaban porque mi función era de miliciana”. Duró dos años y algunos meses en las Farc. El único respiro al desencanto de su situación eran las actividades comunitarias hechas por la guerrilla. Eran encuentros con las familias del lugar y ese contacto le agradaba. Jamás, en esas actividades, cantó, aunque tuviera la oportunidad. “Se me acababa la voz y no me daban ganas. Estaba triste, con el corazón achicharradito”. Cuando Lida dijo: 'Pido Perdón' En la guerrilla, Lida Cortez volvió a ver al hombre que había amado siempre. En su niñez, uno de los jornaleros de su padre tenía un hijo cinco años mayor que ella. El labriego dejaba al niño en la casa de la familia de Lida y allí lo acogieron como un hermano. Le daban comida, cuidado y estudio de primaria. De un momento a otro se fue y no había vuelto a saber de él hasta cuando se enteró que estaba en las filas de las Farc. “Allá nos volvimos a encontrar. Dentro del grupo empezamos a darle rienda suelta (a la relación)… y él era lo más familiar y cercano que tenía en ese momento. Mi familia no sabía que yo estaba ahí… Pero nos tocaba a escondidas porque no dejaban tener relaciones dentro de la guerrilla. Por esos encuentros nos iban a castigar, pero finalmente me salvé.” En 2007 se enteró que estaba embarazada. Temía que pudieran hacerla abortar en caso de que se enteraran que el papá de ese hijo era un combatiente. Por esos días, el ejército lanzaba desde el aire panfletos invitando a la desmovilización. Lida trató de convencer a su pareja de escapar, aunque él se negaba. Al cumplir tres meses de embarazo decidieron huir. “Teníamos todos los miedos. Los riesgos los tomamos todos. Fue maluco porque nos persiguieron”. Así recuerda Lida un día de terror. Tenían que escapar por río en lancha. Huyeron con otros combatientes que consiguieron confundir al los mandos fingiendo que iban a un hostigamiento. Cuando pensaban que lo habían logrado, sintieron el asedio de ráfagas de metralla. “Desde un barranco nos agarraron a bala. Yo iba en la mitad del barco y no me alcanzaron, pero a algunos sí les dieron. Creo que sí murieron ahí”. Lida teme que alguien avisó a la tropa de su deserción. “Recién salimos teníamos miedo de entregarnos. Finalmente lo hicimos, nos llevaron a Bogotá y allá el papá de mi hijo se inscribió en el programa de desmovilizados. Yo no lo hice al principio porque no fui combatiente y por mi familia no quise hacerlo. Pero después las cosas se complicaron por mi seguridad y tuve que meterme. Es otra cruz que uno carga; no hice cosas malas para merecer esa cruz, aunque quizá me lo merezco por el solo hecho de haber estado ahí. Soy víctima y victimaria en esta situación.” En el programa de la Agencia Colombiana para la Reintegración encontró más oportunidades que reproches o frustraciones. Además del acompañamiento psicológico, las capacitaciones con el Sena que le han servido para sacar adelante a su hijo y el respaldo en seguridad, la salida de la guerra le revivió su sueño máximo: el canto. Un programa gubernamental llamado ‘Canta conmigo’ la seleccionó con otros doce desmovilizados en una clase de ‘reality’ para reinsertados con buena voz. Pudo ir a presentaciones como las soñó siempre, con multitudinarios públicos, cámaras de televisión y una luminosa tarima. Incluso cantó en El Show de las Estrellas de Jorge Barón. Nunca había pensado salir del país y logró viajar a Europa a contar su historia y cantar sus producciones de perdón. Además conoció a Miguel Bosé. Cantante Farc Lida Zamira Cortez, Kienyke Lida conserva fotografías de sus encuentros con estrellas como Miguel Bosé, Jorge Barón y Andrés Cepeda.  Hace algunos meses la volvieron a llamar de la Agencia para la Reintegración para plantearle hacer un proyecto con el grupo pereirano La Iguana. La idea le emocionó. Tuvieron una cita con los músicos y otro compañero desmovilizado, Ángel, quien fue reclutado desde niño en la guerrilla y también quiso contarles su historia. Los vocalistas de La Iguana, Andrés ‘Gota’ y Fido, compusieron la letra. Con la aprobación final, invitaron a Lida a que la cantara con ellos. Así produjeron ‘Pido Perdón’. “Hicimos las cosas de corazón. Al hacerlas con amor, creo que funcionó. La canción ha sido muy chévere. No pensé que fuera a tener repercusión. Pero la música es un lenguaje universal, mueve fibras y llega a todo mundo. Una canción tan bonita, que llega, para mí es la mejor forma de hacer paz. Envío un mensaje de perdón cantando. Les digo que quiero volver a empezar y que he cambiado”, reflexiona. [youtube]http://youtu.be/-mwzbCKLM4Y[/youtube] En un acto de sinceridad, Lida reconoce que pudo haber causado daño a quienes ella delató mientras fue miliciana. A pesar de huir de la guerra sigue siendo perseguida por el miedo. No obstante, quiso dar la cara para pedir perdón con la música. “Son riesgos que se corren. Espero que esto no me traiga problemas. Esto lo hago porque me nace, lo amo”. Lida vive con su hijo y trabaja como mesera mientras concluye sus estudios en asistencia administrativa. Su relación con el padre del niño la salvó de la guerra, pero el amor acabó hace varios años. Recuperó su relación con la familia, pero por cuestiones de seguridad no ha podido volver a la finca donde creció y soñó que podría ser cantante. [soundcloud id='120334458'] "Vida Mía", otra de las canciones de reconciliación de Lida Cortez. “Trato dejar atrás ese pasado y vivir el presente. Cerré la puerta y sigo adelante. Ellos (Farc) trataban de meterle a uno que se debe cargar siempre con sus ideales. Yo nunca los cargué. Esa lucha no era la mía. Ellos te dicen: vamos a luchar por la igualdad. Pero para ellos ¿qué es igualdad? Para mí es que todos estemos en el mismo escalón. Así me enseñaron mis papás: todos comen o nadie come. Pero en ese grupo unos están en el monte, comiendo de la que sabemos, llevados del ‘hijuepucha’, con ronchas en los pies, y otros están afuera, pasándolo bueno, comiendo gallina. Eso se ve ahí, y para mí no es igualdad”. Lida también perdonó a la amiga que la llevó al abismo. Sólo sabe que corren rumores sobre su muerte. Incluso perdonó a su destino, si este pudiera escucharla. “Tal vez de esos dos años salió la mujer que hay acá. Quizá eso me volvió fuerte, dejé de ser una niña consentida. Fue como una cachetada en la que se me dijo: ¡despierte, que la vida no es color de rosa mija!” Twitter: @david_baracaldo
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