
Al regresar a Bogotá, el presidente Gustavo Petro confirmó que ya no tiene visa para ingresar a Estados Unidos. Con tono desafiante declaró: “No me importa. No necesito Visa sino ESTA, porque no solo soy ciudadano colombiano sino ciudadano europeo, y en realidad me considero una persona libre en el mundo.”
El mandatario enmarcó la decisión como un tema de soberanía personal y universal: “La humanidad debe ser libre en todo el mundo. Tenemos el derecho humano de vivir en el planeta.”
En un extenso pronunciamiento, Petro fue más allá de lo administrativo. Señaló que en Colombia ha existido un “genocidio” ligado al narcotráfico y que la mafia ejerció un control inédito sobre el Estado. Recordó a Luis Carlos Galán como símbolo de esa lucha y lo conectó con su propia trayectoria en el M19.
Asimismo, vinculó la decisión de Washington con su postura sobre Gaza: “No debemos permitir que asesinen bebés en Gaza”, afirmó, advirtiendo que su opinión no puede convertirse en un crimen porque “la humanidad debe responder” ante violaciones de derechos humanos.
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Parte central de su intervención fue dirigida al expresidente Donald Trump, a quien pidió “no rodearse de genocidas” y escuchar a su familia sobre la guerra en Gaza. “Podemos hablar de tú a tú, como iguales, sin mentiras”, dijo Petro, al tiempo que lo instó a “alejarse de Hitler” y no levantar armas contra la humanidad.
El discurso convierte la revocación de la visa en un símbolo político. Petro transforma un acto diplomático en una oportunidad para reivindicar su narrativa de libertad universal y confrontación a los poderes que, según él, amenazan la dignidad humana.
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Más que un asunto de viajes, el presidente intenta presentar la medida como una reacción a su postura frente al genocidio y al narcotráfico, reforzando la idea de que su voz incomoda a sectores de poder global.