
Una de las características más distintivas del ser humano moderno respecto a otras especies humanas es la forma de su cráneo y cerebro. Su redondez ha sido ahora objeto de análisis por un equipo internacional de científicos, liderado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Alemania).
Los investigadores se centraron en nuestros parientes extintos más cercanos, los neandertales, para entender mejor las bases biológicas de la forma endocraneal humana moderna. “Nuestro objetivo fue identificar posibles genes candidatos y vías biológicas relacionadas con la forma esférica del cerebro”, dice Amanda Tilot, del Instituto Max Planck de Psicolingüística, y colíder del trabajo publicado en Current Biology.
De este modo, el equipo descubrió variaciones sutiles en la forma endocraneal “que probablemente reflejen cambios en el volumen y la conectividad de ciertas áreas del cerebro”, señala Philipp Gunz, paleoantropólogo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y colíder del estudio.
Para dirigir su búsqueda, los expertos se basaron en el hecho de que los humanos actuales con ancestros europeos llevan fragmentos raros de ADN neandertal en sus genomas como resultado del cruce entre las dos especies. Así, al analizar la forma craneal, identificaron tramos de ADN neandertal en una gran muestra de humanos modernos, que combinaron con imágenes por resonancia magnética y la información genética de unas 4.500 personas.
Gracias a los escáneres, los científicos lograron detectar las diferencias en la forma endocraneal entre los fósiles de neandertales y los cráneos de humanos modernos. Este contraste les permitió evaluar la forma craneal en miles de resonancias cerebrales de personas vivas.
Por otra parte, los genomas secuenciados de ADN neandertal antiguo también les permitió identificar fragmentos de ADN neandertal en humanos modernos en los cromosomas 1 y 18, relacionados con una forma craneal menos redonda. Estos fragmentos contenían dos genes ya vinculados al desarrollo del cerebro: UBR4, involucrado en la generación de neuronas; y PHLPP1, en el desarrollo del aislamiento de mielina –sustancia que protege los axones de ciertas células nerviosas y que acelera la transmisión del impulso nervioso–.