Los movimientos antivacunas se fortalecieron después de que Andrew Wakefield, médico e investigador británico, publicara en la revista científica The Lancet una investigación donde aseguraba que 12 niños sufrían de autismo como consecuencia de la vacuna triple viral, que combate el sarampión, la rubéola y las paperas. Fue en 1998 cuando los padres de todo el mundo comenzaron a dudar de la efectividad y beneficios de las vacunas.
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Tiempo después, el periodista Brian Deer dedicó casi una década de trabajo a investigar los doce casos hasta que comprobó que todo era una farsa.
A Wakefield su licencia como médico le fue retirada en 2010. Fue señalado de mentir y someter a estos 12 niños a pruebas médicas invasivas y poco útiles como punciones lumbares. The Lancet retiró el artículo de sus páginas.
Desde aquella época, los movimientos antivacunas se han hecho más visibles especialmente en Europa. Quienes no confían en las vacunas –uno de los mejores inventos de la humanidad– por cuestiones de religión, ignorancia y otras creencias, suelen argumentar que no son necesarias porque muchas enfermedades ya están controladas, producen otras enfermedades, contienen sustancias tóxicas, sobrecargan el sistema inmunológico y pueden producir reacciones graves o mortales.
Lo cierto es que las vacunas evitan entre dos y tres millones de muertes cada año en el mundo. Según explica la Organización Mundial de la Salud en un capítulo dedicado a desmitificar a las vacunas: “Aunque las enfermedades prevenibles por vacunación se han vuelto poco comunes en muchos países, los agentes infecciosos que las causan continúan circulando en algunas partes del mundo. Estos agentes pueden cruzar las fronteras geográficas e infectar a cualquier persona que no esté protegida".
"En Europa occidental, por ejemplo, se han producido brotes de sarampión en poblaciones no vacunadas de Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, España, Suiza y el Reino Unido desde 2005”, dice la autoridad global en salud.
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Sobre las reacciones de las vacunas, la OMS dice que son generalmente menores y temporales como dolor en el brazo o fiebre leve. Es raro que se presentes casos graves y estos siempre son investigados.
“Es mucho más probable que usted sea gravemente herido por una enfermedad prevenible que por una vacuna". Por ejemplo, la poliomielitis puede causar parálisis, el sarampión puede causar encefalitis y ceguera, y algunas enfermedades prevenibles por vacunación, incluso pueden causar la muerte.
En un artículo de El País de España, el pediatra Carlos González, autor del libro ‘En defensa de las vacunas’, dice sobre los movimientos antivacunas: “A medida que la enfermedad va desapareciendo y la población la olvida (los más jóvenes ni siquiera han visto sus consecuencias), el miedo a la dolencia se convierte en temor a los efectos secundarios de las vacunas, que aunque pueden existir, son escasos y, en la grandísima mayoría de los casos, leves. Estos miedos están alimentados por falsas creencias de los padres. Generalmente, quienes deciden no vacunar a sus hijos están muy informados: han leído libros y visitado decenas de páginas de internet, pero están muy mal informados”.
Finalmente, otro de los argumentos de quienes defienden el movimiento antivacunas es que éstas contienen mercurio, una sustancia peligrosa para el cuerpo. Frente a esto la OMS ha dicho: “El tiomersal es un compuesto orgánico, que contiene mercurio añadido a algunas vacunas como conservante. Es el conservante más ampliamente utilizado para las vacunas que se proporcionan en multidosis. No hay evidencia que sugiera que la cantidad de timerosal utilizado en vacunas sea un riesgo para la salud”.
¿Por qué las personas le temen a las vacunas?
Mié, 17/06/2015 - 11:24
Los movimientos antivacunas se fortalecieron después de que Andrew Wakefield, médico e investigador británico, publicara en la revista científica The Lancet una investigación donde asegu