
En una época dominada por pantallas, notificaciones y la necesidad constante de estar "en línea", emerge una nueva tendencia entre los jóvenes que invita a hacer lo contrario: desconectarse. Se llama barebacking —sí, otro término en inglés que se suma al creciente glosario de fenómenos digitales— y, aunque suene extraño, tiene un objetivo claro: aprovechar los trayectos diarios en transporte público para alejarse, aunque sea por unos minutos, del mundo virtual.
La práctica consiste simplemente en no usar el celular, tableta ni ningún otro dispositivo mientras se viaja en bus, metro o tranvía. En lugar de eso, los adeptos al barebacking eligen observar su entorno, pensar, leer algo en papel o, simplemente, dejar que el tiempo pase sin estímulos electrónicos. Un acto mínimo, pero radical para una generación que creció rodeada de pantallas.
Aunque el origen exacto del término barebacking —en este contexto— no está del todo claro, se cree que surgió a partir de una corriente similar llamada rawdogging, popularizada en 2024 por un usuario de TikTok, @westwashere. Él se volvió viral por compartir videos en los que afirmaba viajar en vuelos de larga duración sin entretenimiento alguno: sin películas, sin libros, sin música… solo él, el asiento del avión y el mapa en pantalla.
Esa actitud estoica frente al aburrimiento digital encendió una conversación: ¿qué pasaría si nos permitiéramos estar simplemente presentes, sin estímulos, en momentos cotidianos? Así nació el barebacking como un acto de resistencia silenciosa contra la hiperconectividad.
Una pausa mental en medio del caos
La Generación Z —personas nacidas entre mediados de los años 90 y principios de los 2010— ha sido catalogada como la más digital de la historia. En países como Colombia, por ejemplo, los menores pueden pasar hasta 10 horas al día en plataformas digitales, según estimaciones recientes. A nivel global, el informe de GlobalWebIndex indica que los jóvenes entre 16 y 24 años dedican en promedio 4 horas y 24 minutos diarios solo a redes sociales.
En este contexto, el barebacking puede interpretarse como una forma espontánea de autocuidado: una manera de aliviar el estrés, combatir la ansiedad asociada al exceso de estímulos digitales, y reconectarse con lo que está alrededor. En lugar de revisar mensajes, algunos jóvenes prefieren mirar por la ventana del bus, escuchar los sonidos del vagón del metro o simplemente dejarse llevar por el momento.
¿Tendencia o exageración?
Como toda moda emergente, el barebacking no está exento de polémica. Algunos lo ven como una práctica exagerada o incluso elitista: no todos pueden —o quieren— renunciar a sus dispositivos en el transporte, especialmente cuando estos se han vuelto herramientas clave de seguridad, productividad o entretenimiento.
Sin embargo, para otros representa un pequeño acto de rebeldía, un recordatorio de que no todo debe pasar por una pantalla. Para una generación que ha sido testigo de los efectos negativos del consumo excesivo de redes sociales —desde el agotamiento digital hasta la comparación constante—, detenerse y mirar alrededor puede ser, paradójicamente, una forma de avanzar.