En medio de una ola de violencia que estremeció al Valle del Cauca, el nombre de Andrés Felipe Marín Silva, alias Pipe Tuluá, volvió a los titulares como uno de los criminales más temidos de Colombia. El pasado miércoles 4 de junio, el cabecilla de la estructura delincuencial La Inmaculada fue trasladado desde la cárcel La Picota en Bogotá hacia la Estación de Policía de Los Mártires, donde permanece bajo estricta vigilancia, a la espera de su extradición a Estados Unidos por delitos de narcotráfico.
El terror que sembró en el suroccidente colombiano
Alias Pipe Tuluá es sindicado como uno de los principales responsables de la ola de sangre y extorsión que ha sacudido al Valle del Cauca en los últimos años. Su poder criminal se extendió desde su natal Tuluá hacia municipios como Popayán, Armenia y La Tebaida, en donde dirigía cobros extorsivos a comerciantes, ganaderos y transportadores.
Su historial es macabro: las autoridades le atribuyen al menos 39 homicidios consumados y siete tentativas, la mayoría ejecutadas por sicarios bajo su mando entre 2011 y 2017. Los crímenes incluyen desde ajustes de cuentas internas hasta asesinatos de comerciantes, miembros de su propia organización y hasta funcionarios del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC).
En 2022, fue condenado a 30 años de prisión por homicidio agravado, secuestro extorsivo, tentativa de extorsión y concierto para delinquir agravado. A pesar de esta condena, nunca dejó de delinquir: mantuvo el control de su organización incluso desde diferentes cárceles del país, haciendo uso de redes clandestinas de wifi, celulares ilegales y, presuntamente, sobornos.
La notificación oficial de su extradición a Estados Unidos provocó una inmediata y violenta reacción de su estructura criminal. En la tarde del 4 de junio, se reportaron quemas de vehículos y disturbios en el municipio de Tuluá, especialmente en el corregimiento de Agua Clara. Como respuesta, la Alcaldía decretó toque de queda desde las 6:00 p.m. del miércoles hasta las 5:00 a.m. del jueves, medida que buscó controlar el orden público.
El ministro de Defensa, Pedro Sánchez Suárez, calificó la ola de violencia como un acto de desesperación por parte de La Inmaculada: “No es coincidencia: es una reacción desesperada de quienes le temen a la justicia por los delitos cometidos”. Además, se desplegaron fuerzas especiales de Policía y Ejército para contener cualquier nueva retaliación.
Un plan de fuga frustrado y el poder que aún ostenta
Información de inteligencia revelada recientemente sugiere que existía un plan de fuga en marcha, con una millonaria recolección de fondos cercanos a los 800 millones de pesos. Este dinero, producto de extorsiones, habría sido destinado al pago de sobornos a funcionarios del INPEC y la financiación de su escape. Medios nacionales como Blu Radio y W Radio confirmaron que los recursos se habrían usado para manipular custodios y garantizar el movimiento dentro y fuera del penal.
Incluso dentro de la cárcel, Pipe Tuluá habría creado una célula de sicarios conocida como MAGO (Muerte a Guardias Opresores), encargada de ejecutar amenazas contra funcionarios penitenciarios que se negaran a colaborar con sus intereses.
Por estos hechos, ya había sido trasladado en ocasiones anteriores entre centros penitenciarios como Picaleña y La Picota, pero su dominio seguía intacto. La incautación de bienes por más de 5.000 millones de pesos, entre ellos automóviles, motocicletas y una finca de alto valor, mostró el músculo económico que aún conserva.
Extradición a los Estados Unidos
Estados Unidos lo reclama por delitos de narcotráfico, específicamente por su presunta participación en el envío de cargamentos de cocaína desde Colombia a Centroamérica y posteriormente a Norteamérica, mediante alianzas con otros grupos criminales del Valle.
Su extradición forma parte de una ofensiva binacional contra los nuevos liderazgos narcos que están resurgiendo tras el desmonte de estructuras como Los Rastrojos y el debilitamiento del Clan del Golfo. Mientras tanto, Pipe Tuluá permanece en la Estación de Policía de Los Mártires, en el centro de Bogotá, desde donde será finalmente entregado a las autoridades estadounidenses en las próximas horas.
La historia de alias Pipe Tuluá representa uno de los casos más claros de cómo el crimen organizado en Colombia ha logrado reinventarse, infiltrar instituciones y sostener su poder desde las sombras. Su extradición es solo el inicio de una nueva batalla por el control criminal del Valle del Cauca.
