“Aterricé con un fusil en la cabeza”

Mar, 21/02/2012 - 15:30
“Íbamos rumbo a la muerte, las esperanzas de salvación eran escasas”, describe Dorian Janeth Ospina, la capitana que tripuló el avión de la desaparecida empresa

“Íbamos rumbo a la muerte, las esperanzas de salvación eran escasas”, describe Dorian Janeth Ospina, la capitana que tripuló el avión de la desaparecida empresa Aires que fue desviado de ruta para que las Farc secuestraran al senador Jorge Educarlo Gechem Turbay el 20 de febrero de 2002.

Dorian, graduada de la Escuela de Aviación del Pacífico, con más de 30 años de experiencia en aviación, iba al mando de la aeronave Dash 300 que desde las 8:30 de la mañana de ese miércoles recogió en Neiva a 26 pasajeros, incluidos Gechem y los cinco guerrilleros de ruana y morral que plagiaron desde el aire  la tripulación. Iban para Bogotá. “El tiempo pintaba excelente”, recuerda la piloto, quien hizo 20 minutos de escala en el aeropuerto Benito Salas de Neiva.

Cuando la piloto ordenó subir el tren de abordaje empezaron las dramáticas escenas al interior del aparato. “Escuchamos un ruido fuerte, impresionante. Muchos gritos en la parte de atrás. De repente observé que la puerta de nuestra cabina se estaba abriendo”, relata  Dorian. Un primer guerrillero de las Farc sin identificarse ingresó hasta el puesto de mando del avión. “Estaba armado y lo primero que hizo fue destruirnos los audífonos. Los despedazó por completo”.

Desde ese momento perdieron el contacto con la torre de control. Las Farc temían que los pilotos los delataran. “Uno habría podido hablar sin audífonos, pero fue imposible por el estrés del momento”.

Desesperado, el hombre les informó que era un secuestro y la tensión se hizo mayor al interior del avión. “Yo tomé el control y le dije al primer oficial que siguiéramos volando la aeronave, pero el guerrillero insistió en que no nos dirigiéramos  hacia Bogotá sino rumbo a Florencia. Sin pensarlo se lanzó sobre la cabrilla y la movió fuertemente en el aire. Yo hice el viraje (…)”, relata como si volviera a vivir las escenas.

El 22 de febrero del 2002, el presidente Pastrana llegó a San Vicente del Caguán acompañado del comandante general de las Fuerzas Militares, Fernando Tapias. El Ejército había retomado la zona de despeje del Caguán dos días antes.

La alarma del avión se disparó y sonaba fuerte. El aparato sobrevolaba muy bajo, con riesgo de chocar contra cualquier árbol o algún pequeño cerro, mientras los pasajeros continuaban gritando. “Cuando el copiloto intentó subir la aeronave para disminuir el ruido, el guerrillero no se lo permitió; casi a la fuerza”. A los cinco minutos de vuelo, confirmó que pertenecía a la Columna Teófilo Forero de las Farc, “pero nos dijo que tranquilos, que el problema no era con nosotros y que nos estaban esperando en una cancha”, relata la comandante de vuelo.  “¿Aterrizar  en un campo?” se interrogó en silencio y con preocupación. No sabía lo que le esperaba en adelante. Su suerte era incierta.

El subversivo, lleno de desespero, se asomó preocupado por el frontal del avión en busca del sitio de aterrizaje. “Nos dijo que nos esperaban en la carretera, que nos guiáramos por una valla grande donde había humo y que no voláramos muy alto”. La maniobra era peligrosa. “No suban, no suban…Sigan la carretera”, nos insistían. Después de ocho minutos de vuelo detectaron el humo sobre la vía Hobo-Gigante en una recta. “Sentí un temor mayor cuando me dijo que tenía que descender obligatoriamente el avión porque en su parte trasera tenía una bomba que iba a estallar en diez minutos”.

Dorian Janeth Ospina no pensó en reconocer la improvisada pista de aterrizaje. “Fue un elemento de presión. El saber que estallaría un artefacto adentro nos produjo miedo, impotencia”. El arma de fuego que le apuntaban a su cabeza, apuntó con mayor fuerza su sien, mientras declinaban desde el aire. La piloto debió obedecer.

En un acto de soberanía, Pastrana izó la bandera en el corazón de la zona de despeje. La huella del control que habían tenido las Farc estaba presente.

“Si hay que aterrizar pues aterrizamos, dije en el momento. Ordené con temor al copiloto que configurara el avión, es decir, bajara el tren de aterrizaje”. El aterrizaje fue más fuerte de lo que pensó. Puso de frente al avión sobre el pavimento y lo acercó a la tierra. “Cuando tocó piso creí que la aeronave se había partido. El aparato se frenó rápidamente.  Debía hacerlo a 600 metros, pero lo hizo a 350 metros.”  La mitad del ala izquierda se despedazó.

“Las Farc cortaron los árboles ubicados en los lados de la carretera pero no calcularon bien la altura del avión. Alcanzamos a destrozar varios árboles. El frenazo fue impresionante. Detuvimos el aparato casi en seco, utilizamos absolutamente todo el reversible del avión, es decir, llevábamos las hélices al revés. Nos paramos en el freno y afortunadamente se nos detuvo el aparato, si no, ay Dios mío (…)”.

Era casi imposible aterrizar el avión en esta  carretera, pero fue tan grande el estrés “que en ese momento no analicé si había pista suficiente. No pensé si habían postes…Nada, solo calculé el ancho de la carrera y me dije ‘ahí cabe y ya’”.

El Dash 300 de número 50 de la hoy desaparecida empresa Aires pudo salirse de la carretera y terminar en una cuneta con decenas de heridos y hasta muertos. “Fácilmente pudo incendiarse; los tanques estaban llenos de combustible. Un milagro nos salvó”, resume.

El objetivo de la guerrilla con el secuestro del avión que piloteaba la capitana Dorian Janeth Ospina era llevarse al senador Luis Eduardo Gechem Turbay. Ospina logró aterrizar en una carretera y salvó a los 26 pasajeros.

Ya en tierra, Dorian Ospina fue la última en bajar porque no podía asimilar lo sucedido. Decenas de hombres armados hasta los dientes y vestidos con prendas militares esperaban el vuelo y tomaron por la fuerza al senador Jorge Eduardo Gechem, quien suplicaba que no se lo llevaran. Tres horas después, la comandante de vuelo fue transportada hasta el Comando de Policía Huila y posteriormente a su casa en Bogotá.

Dorian Ospina tardó una semana inmóvil. Cuando comprendió su hazaña aérea su cuerpo estaba encalambrado por la tensión. “Los músculos me dolían demasiado. Mi organismo tardó en volverse a sentir normal. No podía valerme por mí misma. Fue horrible”. Se sometió a exámenes psicológicos y psiquiátricos para poder volver a conducir una aeronave. Y lo hizo dos meses después, curiosamente en el mismo avión. “Sentí mucho susto,  durante meses con cualquier ruido que escuchaba detrás de la cabina quedaba quieta, inmóvil, a la expectativa. Luego superé mis temores y ahí vamos”, concluye.

Con la medalla al Mérito Aeronáutico otorgada por la Presidencia de la República en 2003 por salvar la vida de los 26 pasajeros, incluido al senador Gechem, Dorian Janeth Ospina espera jubilarse y contarle a su hija de ocho años que después del peor susto de su vida, supo controlar lo que pudo ser una verdadera tragedia. El avión Dash 300 fue devuelto a sus dueños en Estados Unidos luego de otros dos años de uso. La dama, quien no ha hablado a la prensa, aún vive para contar su historia.

Más KienyKe
La Alcaldía Mayor refuerza controles y pide responsabilidad ciudadana en un diciembre que ya deja 44 lesionados por pólvora.
Las imágenes divulgadas por los demócratas reavivan el debate sobre la transparencia en el caso Epstein y generan tensiones con la Casa Blanca.
"El pueblo de los Estados Unidos debe entender que su Gobierno es un instrumento para la guerra", sentenció el ministro de Defensa de Venezuela.
Junto al cabecilla criminal, la Policía detuvo a otras ocho personas de nacionalidad colombiana.
Kien Opina