Hoy, a los 46 años, Giovanni Bojanini tiene más pelo que cuando tenía 28. Con humor y acento costeño, dice que parecía una bola de billar. Aunque no le preocupaba su condición y era incrédulo frente a la solución de la calvicie, sus pacientes, en especial una mujer, lo impulsaron a convertirse en una especie de científico loco. Durante un año se dedicó a experimentar y mezclar, de manera obsesiva, los productos del mercado para combatir la calvicie y otros que tenían como efecto secundario la producción de pelo. Fue así como logró sacar la fórmula que él mismo usó por primera vez hace 16 años, un tratamiento que tiene el 95% de efectividad.
Hace 18 años fundó el Centro Dermatológico Giovanni Bojanini. Este lugar ha recibido a más de 65 mil pacientes a nivel nacional en los últimos siete años. Por reserva profesional, Bojanini no da nombres, pero entre los estilistas se dice que por su consultorio han pasado, y con muy buenos resultados, el ex presidente Álvaro Uribe, los políticos Armando Benedetti, Gustavo Petro, Fernando Botero y Jorge Leyva, los actores Miguel Varoni y Sebastián Martínez, y muchas mujeres que protegen su identidad. Aunque el 30% de quienes sufren de alopesia son del sexo femenino, la gran clientela es masculina, porque a partir de los cuarenta años son pocos los hombres que escapan a la caída del cabello.
Hace cinco años su centro traspasó las fronteras colombianas y llegó a México, donde recibe 120 casos al día, Ecuador y Panamá. Bojanini tiene planeado llegar a Perú, Chile y Barcelona antes de que finalice el año. También tiene pacientes en Inglaterra, España y Rusia. Nunca ha hecho publicidad, la primera campaña en casi veinte años de carrera se lanzó en México como un viral en Internet hace unas semanas. Él todavía no la ha visto.
http://www.youtube.com/watch?v=0eTHrchQIt8
Campaña publicitaria de Bojanini en México. Durante sus primero años nunca usó publicidad, su única herramienta era el voz a voz de sus pacientes.
Bojanini llegó a la medicina por admiración a su papá, un médico pediatra al que nunca vio trabajar. Pese a esta situación, Giovanni tenía claro que quería ser médico. Desde los primeros años de colegio demostró su interés por la ciencia y la biología, sus materias favoritas y en la que obtenía las mejores calificaciones. Después de graduarse como bachiller a los 16 años del Liceo Cervantes de Barranquilla, donde dejó su sueño de ser un futbolista famoso ─su única frustración─, entró a la Universidad del Norte. Fue un estudiante promedio y obtuvo su título a los 21 años. Su regalo de grado fue un carro. Como no le gustan las cosas viejas y es amante de los autos, en especial de los Ferrari, al poco tiempo lo vendió para comprarse uno nuevo. Suele cambiar cada año de modelo, y si le escucha un ruido al carro, por ínfimo este que sea, no duda en volver al concesionario.
Durante el siguiente año inició su internado en el Hospital San José en Bogotá, donde luego de pasar por todas las especializaciones se enamoró de la dermatología. Reconoce que le gustó por la oportunidad de aprender cómo las enfermedades sistémicas se manifestaban en la piel. Pero también le gustó por otra cosa: “son cirugías sin estrés, nadie se te moría”, dice. El siguiente paso fue el rural. Eligió el Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta de Bogotá, donde para la época se recibían casi 500 pacientes a diario, que hacían fila desde la 1:00 a.m. porque la consulta era gratis. Comenta que con este volumen de pacientes “hasta el más bruto aprendía”. Aunque no tenía sueldo, Bojanini tomó la decisión de quedarse allí. Su primer pago, que no supero los 300 mil pesos, lo recibió a los 27 años. El año siguiente desarrolló un talento basado en la observación que le sirvió para identificar enfermedades y acertar en diagnósticos que, con el tiempo, lo llevaron a ser un experto reconocido. Su ojo clínico también lo llevó a ser docente y lo convirtió en un aficionado de la fotografía clínica. Tiene más de cinco mil imágenes y sabe configurar las cámaras fotográficas en modo manual. Maneja a la perfección el diafragma y la velocidad.
Antes de graduarse como especialista en dermatología de la Universidad Javeriana, fue médico en la sabana de Bogotá. Recorría los hospitales de los municipios de Sopó, Chía y Sesquilé haciendo consultas una vez a la semana. Para la misma época también le sacaba tiempo a la parranda. Para no gastar plata, solía hacer fiestas en su apartamento con su primo William Vizcaíno Bojanini, quien también es médico y su socio en el exterior. Ahora le gusta reunirse con sus amigos ocasionalmente en casa, al son de un grupo vallenato. Dice que no fuma y que toma porque “costeño que no tome le da cáncer”.
Por el Centro Dermatológico Giovanni Bojanini han pasado más de 65 mil pacientes en los últimos años. Algunos de ellos son personalidades de la vida pública nacional.
Se graduó de su especialidad en 1992 y su papá le compró un consultorio en la Clínica Reina Sofía como regalo. Allí atendió a pacientes de una EPS reconocida y a particulares. Cuatro años después, en un congreso internacional en El Salvador conoció el botox. Compró una ampolleta por curiosidad y para comprobar sus efectos en la estética. Con la ayuda de un video, comenzó a usarlo. Lo probó en algunos colegas y en él mismo. Desde esa época no ha dejado de usarlo, lo admite sin vergüenza. Hace parte de su vanidad. Al ver los resultados, les comentaba a sus pacientes el novedoso tratamiento. Al principio muchos de ellos estaban escépticos por los efectos de rejuvenecimiento. Sin embargo, los pocos que aceptaron trajeron a más pacientes. Fue así como se convirtió en un experto. Dictó más de 500 talleres sobre el modo de uso, fue pionero en Colombia, produjo un video para enseñarles a sus colegas y se convirtió en el vocero de un laboratorio para Latinoamérica.
Bojanini recuerda con humor que les explicaba a sus pacientes que para la calvicie “no hay nada que hacer”, “vas a ser calvo igual que yo”. Su fórmula fue resultado de la observación y la casualidad. El primer acercamiento fue un artículo que leyó en Internet de un doctor de apellido Lee. El segundo, una paciente muy joven que estaba perdiendo su pelo y con quien se hizo una promesa, comunicarse con frecuencia y usar lo último que saliera al mercado contra la calvicie. Luego de mezclar sus experiencias en dermatología clínica y los productos que evidenciaban resultado para combatir la calvicie, obtuvo la fórmula que probó en él mismo hace 16 años. Fue tan exitoso el resultado, que el químico que le fabricó durante un año las posibles fórmulas le dijo: “oiga, marica, por qué no patentamos esto”. Creó inicialmente tres productos. Los primeros resultados en sus pacientes se comenzaron a ver a los escasos tres meses.
Llegó al punto de recetar a tantas personas, que armó un laboratorio de investigación local donde trabajó con el dermatólogo Filiberto Martelo. Su propósito era buscar otras alternativas y medicamentos para que el cuerpo no hiciera resistencia al tratamiento inicial. En la actualidad tiene una línea de productos compuesta por más de 40 lociones, diferentes medicamentos orales y más de cinco champús para tratar la alopecia. Con Bojanini una persona calva puede recuperar el 30% de su pelo, tanto en cantidad como en grosor.
Giovanni Bojanini atiende a más de 75 pacientes al día. En la actualidad, recibe más mujeres que hombres que quieren tratar la alopecia.
Bojanini vive para el fútbol y para su familia. Admite que le gusta mantenerse delgado, hace gimnasia en su casa de lunes a viernes en compañía de un entrenador personal desde las 5: 30 a.m. Lo hace porque le gusta tener buen estado físico en los partidos de fútbol que juega todo los domingos en el Club Campestre Guaymaral. Durante el colegio jugaba en el medio campo; ahora lo hace como carrilero derecho. Se entusiasma cuando comenta que su equipo ganó el último campeonato inter clubes, luego de tres finales fallidas. Es adicto al deporte, practica golf una vez a la semana y cuando tiene la oportunidad no duda en esquiar. Muchas de estas actividades las comparte con su familia, compuesta por su esposa Ana Lucía Riasco, catorce años menor que él y con quien se casó hace un año, y sus dos hijas, Valeria de 9 años, y Luciana de 5. En el deporte es la única actividad que Giovanni Bojanini tiene competencia porque considera que en su trabajo que no existe, pese a que ha compartido sus conocimientos con muchos colegas. Bojanini cree que el siempre será el maestro. Seguirá siendo el rey de los calvos.

