La tarde del jueves 1 de septiembre de 2011 Luz Mary Giraldo, de unos 27 años, había salido de su casa acompañada de un sujeto que la condujo hasta las periferias de Versalles. Llegaron a plena calle del barrio Carlos Holguín cuando el sujeto desenfundó un revolver y le propinó dos fulminantes disparos.
Los tiros se escucharon en todo el pueblo y el silencio que vino después enrareció el ambiente. La mujer había dejado dos huérfanos y una escena de crimen terrorífica: su cadáver, bañado en sangre, quedó en medio de un barrio residencial y hasta los niños pudieron verlo tendido en el suelo.
El crimen revolvió los sentimientos de todos los vecinos. Se juraron jamás volver a presenciar un episodio así.
Poco después se sabría que la víctima -y última muerta por asesinato de Versalles hasta ahora- estaba colaborando con una agrupación del microtráfico, y su violento destino respondía a un ajuste de cuentas.
Desde entonces no han vuelto a matar a nadie en Versalles. Un récord que parece inédito para cualquier población colombiana, más si se trata de un poblado encallado en una de las regiones más convulsas y violentas del país.
El pueblo está en el norte del Valle del Cauca y limita al occidente con el Chocó, cercado por el Cañón de Garrapatas y vecino de poblaciones como El Dovio, La Unión, Roldanillo y Argelia, que conforman el cinturón denominado la zona caliente del norte del departamento.
Fue tierra de muertes y venganzas durante la violencia bipartidista desde mitad del siglo pasado, y posteriormente pasó a ser corredor y escondite de grupos armados ilegales como guerrillas, posteriores paramilitares, narcotraficantes, y -hoy por hoy- bandas criminales.
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Hasta hace dos décadas se contaban al menos cien muertos por año. A finales de los 90 y comienzos del nuevo milenio las víctimas se disminuyeron por una intervención de la policía y el ejército, que fue capaz de situar las cifras de homicidio en 11 o 12 por año; un asesinato cada mes.
“Acá antes se mataba a cualquier persona delante del que fuera. Pero desde la muerte de Luz Mary, la gente comenzó a concientizarse y buscar que su pueblo, su hogar, fuera querido y respetado. Emprendimos una campaña para explicarle a la gente que era mejor denunciar, porque era eso o después tener que llorar porque algún hijo o un ser querido cayó víctima de algún grupo ilegal o de las drogas”, relató a KienyKe.com el alcalde de Versalles, Darío Rodríguez Jiménez.
Las denuncias consiguieron atrapar al autor del asesinato de esta mujer, judicializarlo, desmantelar su red y enviar a los responsables a una cárcel de Tuluá. Desde entonces, han transcurrido 1.160 días (tres años y tres meses) sin que se registre un solo homicidio más.
El secreto
El comandante de Policía de Versalles, intendente Carlos Eduardo Delgado, aseguró a KienyKe.com que la estrategia implementada para erradicar las muertes violentas de su pueblo es “simple y sencilla”: “La clave fue acercarnos como policía a la comunidad. Vincularnos tanto con la Alcaldía como con la ciudadanía. Desde cuando llegamos a la estación, tuvimos el propósito de acercarnos y volvernos amigos de la gente; así ellos confían, denuncian y nosotros actuamos”, dijo.
El intendente Delgado lleva cinco años frente a la estación de policía, más de tres con el honroso mérito de comandar al pueblo de Colombia en el que dejaron de matar gente.
Versalles es llamado también 'El pesebre' del Valle del Cauca debido a su paisaje y la formación del pueblo.
“Cuando llegamos había un descontento con la policía. Se contaban 12 muertos cada año. La misma gente comenzó a colaborarnos; poco a poco ayudan a que se reduzcan los índices delincuenciales”, asegura el comandante.
Comenzaron a hacer presencia y diálogo con los pobladores de los siete corregimientos y 43 veredas de Versalles. Aseguraron la confianza y, con apoyo del ejército, se valieron de operativos relámpago para espantar a los delincuentes que asolaban al pueblo.
“Los únicos delitos que se nos mantienen son los relacionados a accidentes de tránsito y lesiones por consumo de licor, pero son pocas veces; van 8 casos en este año”, indica el agente quien asegura que hechos de robo, atraco, extorsión, secuestro o atentados contra la vida, son asuntos del pasado, y ojalá se mantengan así.
“En la estación somos 10 o 20 policías, según la época o la necesidad. Trabajamos con mucha colaboración del ejército y de las autoridades municipales. Sabemos que, no dentro del pueblo, pero sí a los alrededores hay presencia de bandas criminales, pues estamos cerca al Chocó y a municipios como El Dovio. Son bandas como el Clan Úsuga que utilizan los límites de nuestro territorio pero como corredor vial, porque en el pueblo no hay cultivos de droga”.
La gente muere de vieja o por enfermedad, más no por violencia
Otoniel Acevedo es líder de la sociedad civil en Versalles. Trabaja en medios comunitarios y es funcionario del Hospital San Nicolás. “No es cierto que de la noche a la mañana nos hayamos convertido en escenario de paz. Hubo un proceso de participación que yo diría empezó en 1989, cuando comenzaron a trabajar las instituciones, sectores sociales y el gobierno, buscando mejorar la calidad de vida de la población, que era mala y generaba mucha violencia”, describe.
“La ciudadanía adquirió la cultura de la denuncia, pero solo se logró cuando confiaron en su policía. Cuando la policía consiguió esa confianza, la emprendió contra los delincuentes y, con el Estado, levantaron un muro de contención para evitar que siguiera el crimen en el pueblo”.
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Versalles tiene unos 10 mil habitantes y la mayoría del pueblo es rural y montañosa.Hasta las regiones más alejadas del pueblo llegaron los uniformados, casa por casa, para ofrecerles un voto de confianza a sus protegidos.
“Se hizo una pedagogía de tolerancia, respeto al otro y convivencia sana. Las riñas son muy esporádicas y siempre causadas por el trago. Nunca pasan a mayores. Ni siquiera en las fiestas tradicionales del pueblo, las de La Neblina (junio), cuando vienen miles de visitantes. Casi siempre los problemas son por accidentes de tránsito”.
El monumento y Parque de la Legalidad demuestran que una comunidad sí es capaz de eliminar la violencia y sostener un ambiente pacífico durante años.
Las estadísticas del hospital del pueblo confirman el ambiente de seguridad: la gente se muere por vieja o por enfermedad. Hay registros de infartos, enfermedades pulmonares, cáncer, afecciones de riñón y un trauma causado por un accidente. No hay reportes de heridos por armas blancas ni armas de fuego; ni siquiera intentos de suicidio. El cementerio local lleva años sin ampliar su terreno y el trabajo del sepulturero se ha disminuido ostensiblemente.
Para celebrar este mérito y ejemplo para el país, la alcaldía inauguró un monumento de Moisés sobre una de las vías de ingreso al pueblo, tratando de recordarle a propios y turistas que el mero respeto a los 10 mandamientos garantiza la perfecta convivencia, exenta de odios y violencia.
“Ese es el nuevo Parque de la Legalidad. Moisés y sus tablas de los 10 mandamientos son el legado de Dios para la convivencia de la humanidad. El mensaje es que acatemos las órdenes, porque así nos convertimos en referente de orden y convivencia”, sostuvo el alcalde Rodríguez.
Por este logro, el presidente Juan Manuel Santos había prometido a Versalles que colaboraría con dinero para construir un polideportivo. La promesa se quedó en el tintero y el alcalde reclama que se cumpla, porque es inaudito que el pueblo más seguro de Colombia no tenga una cancha para que jueguen los niños.
El pueblo de Colombia en el que dejaron de matar gente
Sáb, 08/11/2014 - 13:05
La tarde del jueves 1 de septiembre de 2011 Luz Mary Giraldo, de unos 27 años, había salido de su casa acompañada de un sujeto que la condujo hasta las periferias de Versalles. Llegaron a plena cal