Un olor nauseabundo circulaba por al ambiente. Venía de la playa. Dos niños caminaron hasta el origen de aquel olor terrible. Sobre la arena vieron varias ballenas muertas porque habían encallado. También sobre la arena encontraron un cuerpo, muy parecido al de un ser humano, solo que con escamas y, en vez de piernas, una cola de pescado. Era muy difícil determinar qué clase de criatura podría ser.
Científicos de La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) llegaron la zona a investigar el varamiento de las ballenas. Lo que vieron los dejó atónitos: era el caso de encallamiento más terrible en la historia de los Estados Unidos. Aterrador. Junto a ellos, también llegaron efectivos de la Marina de los Estados Unidos que acordonaron una zona muy pequeña de la playa. No les preocupaban las ballenas: su atención estaba puesta únicamente en la extraña criatura con forma humana.
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Los científicos de la NOAA no pudieron averiguar mucho entonces. Sin embargo la presencia de los miembros de la Marina les causaba mucha curiosidad. Lo único que pudieron hacer en esa ocasión, más que ver desde lejos, fue tomar algunas muestras de los cuerpos de las ballenas. Descubrieron que la muerte de los animales no había sido causada, como lo creyeron, por un sonar de la marina, sino por objetos parecidos a lanzas. Las habían matado.
Poco a poco, las investigaciones fueron conduciendo a un hallazgo sin proporciones: sirenas. Sirenas de verdad. Llegaron a la conclusión de la posible existencia de ‘humanoides acuáticos’, primero, por lo que encontraron en el encallamiento de las ballenas; segundo, por unos restos descubiertos dentro del vientre de un gran tiburón blanco.
En un documental del año 2012, emitido por Discovery Chanel, llamado ‘Mermaids: The body Found’ (Sirenas: el cuerpo encontrado), se narra todo el camino que recorrieron los científicos para debelar el misterio de las sirenas y su posible existencia.
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En la misma línea –tratar de probar la existencia de criaturas mitológicas–, un documental de Animal Planet sugería la existencia de la “criatura más asombrosa de la naturaleza”: los dragones. Jack Tanner, un paleontólogo del Museo Natural de Londres, postula la teoría, luego de encontrar el esqueleto carbonizado de un tiranosaurio, que algo así sólo pudo haberlo causado un animal sin proporciones: un dragón. A partir de que el científico lanza semejante idea, para la que en realidad no tiene muchas pruebas, su reputación empieza a disminuir.
Descubrieron que la muerte de los animales no había sido causada, como lo creyeron, por un sonar de la marina, sino por objetos parecidos a lanzas.Sin embargo, luego será contactado por autoridades de Rumania, que afirman haber encontrado en los Cárpatos, el cadáver de lo que parece ser un dragón, con cuerpos humanos carbonizados de seres humanos alrededor. Data del siglo XV. Luego del estudio del fósil se pudo determinar cómo la existencia de una bacteria en la boca del animal, junto con el hidrogeno presente en su sistema, le permitía arrojar fuego. También se pudo determinar que el dragón encontrado era una hembra de poca edad, seguramente asesinada por los humanos. El documental se llama El último Dragón. Megalodon, un inmenso tiburón prehistórico es otro de los monstruos cuya existencia se ha querido demostrar a través de documentales. En esta ocasión, Discovery Chanel intentó de nuevo probar que una criatura así seguía viva. La producción se desarrolla de la misma forma que el de las sirenas y el de los dragones: un grupo de científicos a partir del análisis de mordidas encontradas en los cuerpos de animales que llegaban a las costas, y de dientes también hallados en playas o en el lecho marino, han intentado demostrar que el Megalodon sigue vivo. [single-related post_id="648145"] Además del hecho de querer –o intentar– demostrar que aquellos monstruos terribles existen aún, los tres documentales tienen algo en común: son falsos. Las programadoras, en busca de audiencia, mezclando un poco el mito y la realidad, lograron que nos creyéramos que algo imposible fuera posible. Jugaron –y con mucha creatividad– con la ingenuidad de un público ávido de historias de esa clase. No hay ni una sola prueba real de que las criaturas sigan en este planeta, si lo estuvieron alguna vez. Los supuestos científicos eran actores, y las pruebas una muy bien montada mentira. Demasiado bien montada, en realidad. Pie Grande, el monstruo del Lago Ness, El Kraken, el Calamar Gigante, son sólo algunos de los ejemplo de hasta dónde la imaginación humana ha necesitado del mito para que la vida –la vida real– sea menos aburrida. Si bien son mentiras, o son posibles verdades sin demostrar, esa clase de información siempre cumplirá con una tarea importante: entretener. Y cuestionar: eso también se logra. Cuestionarnos sobre el mundo en el que vivimos y sobre lo mucho que nos sigue faltando aprender de él.