El condón es mucho más que un simple capuchón color amarillento. Ya dejó de ser un accesorio parecido a un globo desinflado y sin gracia y ahora evoluciona para darle estilo al pene. El preservativo es el traje del miembro masculino y como tal tiene sus diseños y diseñadores.
Ha tenido un proceso parecido al de las prendas de vestir. Los hombres de las cavernas se envolvían en pieles de animales para cubrirse del frió. Luego conocieron que a las pieles se les podía abrir orificios para introducir las manos y las piernas. Con la evolución humana, la moda siguió su curso. Luego inventaron las mangas y los pantalones. Con la inteligencia sobrevino la vanidad y se desarrollaron nuevas telas, colores, tallas e infinidad de diseños.
Las enfermedades venéreas, conocidas así en honor a Venus, la diosa del amor, se propagaron en la edad antigua por exceso de culto a la deidad romana. Ante el miedo a las enfermedades y al embarazo, los amantes promiscuos empleaban tripas de animales para forrar el miembro. En la isla de Creta empleaban tejidos de pescado o vejigas de cabra en el año 1200 a.C. En Egipto, en el año 1000 a.C. usaban telas. Los vestidos, como los condones, surgieron de la misma forma, a partir de animales.
Hubo una época en que los preservativos eran reutilizables. En el siglo XVI, los caballeros que compartían el lecho con las prostitutas y no querían contagiarse de sífilis sumergían el preservativo en leche tibia para ablandarlo de las noches anteriores de amor fortuito. Tener un preservativo era un lujo oculto debido a que eran costosos porque estaban cosidos a mano por expertos en secreciones y hechos con tejidos de animales.
Los primeros diseños buscaban suplir las necesidades básicas, evitar el embarazo y el contagio de sífilis: la enfermedad de moda en los prostíbulos. El hombre que tuviera sífilis era un prontuario de mujeres de la vida ‘alegre’.
No se sabe quiénes fueron los primeros diseñadores de la prenda fálica. Del primero que se tiene conocimiento es Gabriel Falopio en el siglo XVI. Ya sea inspirado por el apellido o por otra razón, Falopio diseño unos incómodos preservativos de tela que se amarraban con un lazo. Pasaron tres siglos para que a los ingleses se les ocurriera utilizar el látex para el diseño de preservativos. Las primeras muestras se vendían en farmacias. Antes de entrar y preguntar el producto y luego cuestionar acerca de cómo se coloca y como se quita los amantes preferían tener relaciones y confiar en la salud de la pareja.
Un tabú. Todos sabían en la intimidad de las sábanas las ventajas del preservativo, pero lo vituperaban en las calles y las iglesias. En los ochenta la sociedad entendió que no podían cubrir el sol con un dedo: los preservativos eran una necesidad pública.
Todos eran iguales de amarillentos y costaban lo mismo. Era de los pocos productos que no discriminaba estratos. Los ricos y pobres usaban condones iguales. Luego cada empresa quería sobresalir en el mercado creciente de la industria preservativa.
Los capuchones se llenaron de color. Hasta los había fluorescentes para que no se perdiera el miembro durante la noche de pasión. Se les hizo texturas y anillos para el goce femenino. Luego se le añadió sabor a vainilla, chocolate, coco, fresa y banano para que las mujeres degustaran mientras besaban a sus parejas.
La imaginación de los diseñadores de las empresas sigue en aumento. En una tienda de preservativos en Ámsterdam, Holanda, comercializan condones de todas las formas y colores. Hay para los hinchas del fútbol con un balón en la punta, otros tienen formas de animales, caritas felices y colombinas.
Ahora el vestido del pene alcanzó el mayor estatus en toda su historia. La reconocida marca Louis Vuitton quiso darle elegancia y lujo a los hombres desnudos con un condón cuya publicidad dice que da una sensación de comodidad y placidez en la cama. Para las personas interesadas en disfrutar de un sexo al estilo Louis Vuitton, el precio del preservativo es de 68 dólares.
