Como un abrebocas en pleno del Carnaval, Barranquilla cumple este viernes la habitual cita de la Guacherna. Un desfile nocturno adornado de faroles y el bullicio de las danzas que avisa la llegada de la magna fiesta popular caribeña, y una ocasión para rememorar a quien fuera una de las principales gestoras de esta tradición: Esthercita Forero.
Todos en Barranquilla saben de quién se trata cuando se pronuncia el nombre “Esthercita”. Una marca registrada para esta ciudad y un ícono del carnaval. La eterna enamorada que se vio motivada a componerle diversas canciones a esta esquina del Caribe y ser la responsable de buena parte del repertorio musical del evento que los moviliza en cada febrero.
Fuera de Barranquilla, las nuevas generaciones en todo el territorio nacional desconocen lo que vino a representar Esthercita en el ámbito musical para el país. El Ministerio de la Cultura le otorgó en 1998 el título Emérito "Por su indiscutible aporte a la música colombiana ante el mundo, por su dedicada labor y por haber sido vocera de los más positivos valores de nuestra cultura en el mundo".
Esthercita se constituyó en un símbolo femenino y uno de los pilares de la cultura de la región Caribe, y de Barranquilla particularmente, junto a Meira del Mar, Sonia Osorio y Amira de La Rosa.
Hija de padres nacidos en el interior del país, con tan solo 4 años empezó a mostrar sus dotes de cantante en tertulias familiares y teatros de Barranquilla. En plena flor de su juventud, a los 14 años, recibió el llamado para hacer parte de la emisora “La Voz de Barranquilla”. Allí su debut no fue el mejor. Acostumbrada al canto a todo pulmón en espacios abiertos, la primera experiencia frente al micrófono fue casi dolorosa. Sin la mayor advertencia, desplegó toda la fuerza de su garganta en el desconocido aparato, mostrando un registro muy agudo y distorsionado.
Aquel episodio la separó por un tiempo del canto. Sin embargo, un espaldarazo de los propietarios de la emisora finalmente la motivó a enfrentarse de nuevo al dispositivo acústico. Esta vez con una afinación perfecta interpretando el tema “Las Golondrinas”, lograría un excelente resultado que le significó un contrato de exclusividad con la emisora para participar en un programa tres veces por semana.
Cuatro años más tarde inició giras en toda Colombia, para luego abrirse fronteras en otros países. En 1942 empezó en Panamá, donde contó con el acompañamiento del gran pianista y compositor Avalino Muñoz. Luego llegó a Venezuela, donde hizo sonar a los ritmos del Caribe colombiano. Después siguió a República Dominicana. Allí, escribió la canción “Santo Domingo”, bolero clásico considerado el segundo himno de ese país.
En Puerto Rico grabó un disco en el año 1950 junto al compositor Rafael Hernández, lo que le dio impulso a la música del Caribe colombiano en el exterior. Finalmente, su conquista se concentró en las dos plazas más importantes para la música latina: Cuba y Nueva York. En la isla alcanzó resonancia gracias a su participación en un programa conducido por Francisco ‘Pacho’ Portuondo y en Nueva York estuvo relacionada a figuras como Tito Puente, Mario Bauzá y Frank Machito Grillo.
Diez años más tarde, en la década de los 60, volvió a Colombia. A su natal Barranquilla. Allí se encontró con la sorpresa de que maestros de renombre querían grabar sus letras. Participó en trabajos musicales con la Orquesta de Pacho Galán, Nuncira Machado, Aníbal Velásquez, Clímaco Sarmiento; y más tarde con Alci Acosta, Juan Piña, Matilde Díaz y Joe Arroyo. Incluso el Ballet Nacional de Sonia Osorio la tuvo dentro de su nómina como asesora musical. Pero este período fue interrumpido debido al asesinato de su hijo Iván en 1968, apartándola por un tiempo de los escenarios.
Sin embargo, la llama musical fue más fuerte. No tardó mucho en regresar a la escena para ocupar el primer lugar en un concurso de composición en Villavicencio y posicionar al desfile de la Guacherna en la programación del carnaval de Barranquilla. Ella no se inventó el desfile, pero fue quien insistió y le habló al oído a alcaldes y dirigentes de esta ciudad, para que retomaran una tradición que se había perdido.
Fue en el año 1974 cuando volvieron a incluir a la guacherna dentro de las festividades y durante décadas Esthercita la presidió. Montada siempre en una carroza como la imagen viva de la manifestación cultural. Desbordada de alegría y derroche en medio del tumulto. Fuerte e incansable hasta en sus años de octogenaria. Cuando contaba 91, en el último suspiro de su vida, asistió al festejo.
Celosa guardiana de una congregación festiva hasta tal punto de que una vez expresó su disgusto ante los organizadores que querían cambiar el recorrido del desfile para que no pasara por barrios populares. Lo que sí tenía claro esta mujer, cuya infancia fue marcada por las carencias económicas, es que el carnaval le pertenece al pueblo. A ese ciudadano de a pie que lo vive y lo goza en los andenes de las principales avenidas de la capital atlanticense.
Esthercita, más que el desfile, fue el reflejo del espíritu barranquillero. De un pueblo que hoy entona a grito la Guacherna, composición musical poética con la que describe el derroche de alegría del desfile, y que rememora con nostalgia a la mujer que le imprimió un carácter alegre a esta festividad.
Recordando a la Novia de Barranquilla
Vie, 01/02/2013 - 13:30
Como un abrebocas en pleno del Carnaval, Barranquilla cumple este viernes la habitual cita de la Guacherna. Un desfile nocturno adornado de faroles y el bullicio de las danzas que avisa la llegada de