Hay entrevistas que no necesitan escenario, sino presencia. La de Héctor Olimpo fue así: marcada por una compañía silenciosa y luminosa, la de su hija, que estuvo a su lado durante toda la conversación. Su mirada atenta, sus gestos discretos y la complicidad que compartían revelaban algo esencial: antes de cualquier trayectoria pública, él es un padre. Y desde ahí se abre la puerta a su verdadera historia.
Un niño formado entre dos banderas
Héctor nació en Since, Sucre, en una casa donde la política no era tema: era vida. Su padre, liberal. Su abuelo, conservador. Entre esas dos fuerzas opuestas se formó su identidad.
“Soy hijo de una conciliación”, dice, y no lo dice como metáfora. Lleva el nombre de ambos abuelos: Héctor y Olimpo. Su vida empezó marcada por ese equilibrio entre diferencias, una escuela temprana sobre tolerancia y convivencia en un país que ha sufrido por la incapacidad de entender al otro.
El tartamudo que aprendió a hablarle al mundo
De niño era tartamudo. Le temblaba la voz, se le cruzaban las sílabas, evitaba exponerse. Pero insistió. Practicó. Se entrenó. Y un día la palabra dejó de ser obstáculo y se volvió compañía. Aprender a hablar fue aprender a creer en sí mismo. Y ese niño tímido sigue siendo un recordatorio de lo que ha superado.
Una infancia humilde, libre y feliz
Su infancia está hecha de polvo de caminos, de pozos sin acueducto, de caballos, bicicletas y amigos del barrio. Era el “mono” del combo, el único rubio entre un Caribe moreno que lo adoptó sin reservas. Vendió chance para tener “plata en el bolsillo” y poder invitar a sus amigos a comer. Sencillez, solidaridad y calle: tres palabras que lo acompañan desde entonces.
La madre roble y el padre líder
Su madre, economista y ganadera, dejó años de carrera para dedicarse a sus hijos. Hoy, a casi 70, maneja sola su finca. “Un roble”, dice él, con un respeto que se siente.
Su padre, abogado del Rosario, fue líder natural, carismático, firme. Entre ambos formaron un hogar donde el estudio, la palabra y la ética eran parte de la estructura emocional.
Bogotá y el regreso a las raíces
Llegó a Bogotá para estudiar, trabajar y construir una vida. Aquí nacieron sus hijos, aquí conoció a su esposa. Aquí tuvo estabilidad. Pero un día decidió volver a su pueblo. No por nostalgia, sino por convicción. Ese regreso a la raíz definió un antes y un después en su vida.
La hija que revela al verdadero hombre
Durante la entrevista, fue imposible no notar la conexión con su hija. Ella lo observaba con cariño y un sentido de orgullo tranquilo. Él la miraba cada tanto buscando aprobación, complicidad o simple compañía. Esa presencia, silenciosa pero contundente, reveló la dimensión más verdadera de Héctor Olimpo: el padre amoroso, el hombre cercano, el que no necesita títulos para tener autoridad.
¿Quién es, entonces, Héctor Olimpo?
Un hombre que viene de un hogar dividido, pero lleno de afecto, un niño que superó su propia voz, un joven que encontró en la disciplina un camino, un adulto formado entre el campo, la ciudad y la familia. Es en ultimas un padre que cuenta su historia mientras su hija lo mira con la serenidad de quien sabe que está acompañando a alguien bueno.
Ese es el Héctor que vale la pena conocer. El que queda cuando se apagan los micrófonos y solo queda la vida
