Fue un recorrido de poco más de tres horas con una guía que a pesar del día lluvioso y gris, no se quitó las gafas oscuras. Mas que narrar la historia de Auschwitz Birkenau, masticaba las palabras y las iba soltando poco a poco para que pudiéramos cogerlas con las manos y así amasar la angustia de los que entraron allí pero nunca salieron. Yo iba preparada para ser estoica frente a lo que pudiera ver y no fue muy diferente a lo que recrean las películas sobre el tema: alambradas dobles, literas de madera, jaulas de cemento para tortura, restos de las cámaras de gas así como toneladas de maletas, zapatos, bacinicas y antiparras que alguna vez tuvieron dueño. En el pabellón 6 recluían a los menores de edad. Sus paredes albergan miles de fichas antropométricas con su nombre, número de prisionero, fecha de ingreso, fecha de muerte y tres fotos, de frente, de perfil y en diagonal; falaz intento de cortesía con quienes no eran judíos. Vi rostros y más rostros, todos con la misma desesperanza en los ojos pero en la esquinita de una habitación, uno llamó mi atención. Dejé a un lado el pudor que me producía hacer “turismo” en un sitio donde tantas personas sufrieron y saqué mi cámara con la intención de que Krystyna Trzesniewska, polaca, de 13 años no quedara en el olvido. Me impactó la cara de inocencia en su pijama rayada, tratando de sonreír frente a la cámara pues al fin al cabo podría ser la única foto de su vida, la nariz coloreada por el llanto, la ignorancia frente a su inmediato destino y una belleza intacta a pesar del corte de pelo con el que posiblemente tejieron calcetines para los soldados. Según la ficha, murió cinco meses después de entrar en Auschwitz II. Llegué a casa con el corazón arrugado y pensando que, al menos por mi parte, Kristina no habría de quedar en el olvido. Busqué su nombre en internet y encontré con sorpresa, que sus ojos cautivaron a alguien más y que su imagen había sido elegida la encarnación del sufrimiento infantil en los campos de prisioneros en Polonia, en un libro de historia del holocausto* del cual tomo prestada esta frase “Que al menos una de las víctimas haya salido de la nada. Que venga y permanezca entre nosotros y que dé testimonio de todas aquellas de las que ignoramos sus rostros”.
* Jean-Michel de Forges. Educar contra Auschwitz: Historia y memoria. Editorial Anthropos, 2006.
Foto: archivo personal.