A la larga, la noticia no fue la captura de Jhon Fredy Manco Torres alias “El Indio”, presunto narcotraficante y homicida. No. La noticia fue, en plata blanca, que su novia estaba buena. Que Sara Builes, hermosa modelo paisa, era su acompañante en el momento de la captura, que había sido pieza clave en la investigación, y que tenían una relación sentimental desde hace tres años, que era su amuleto de buena suerte. Los medios, con las pupilas dilatadas y la boca empapada, saltaron de inmediato encima de la presa. Mostraron los videos de la modelo en ropa interior mientras invitaba a los televidentes a comprar un plan de televisión satelital. Se hicieron listados de reinas y modelos relacionados con capos de la mafia. Se reconstruyó la historia de amor a medias. Nos consume la curiosidad, como si no supiéramos qué va a pasar.
Pero sí sabemos. En un par de días, semanas o meses, mientras la historia aún sea relevante para los colombianos, antes de olvidar quién es Sara Builes, la modelo dará su primera entrevista. La seguirán un par más, todas iguales, donde le preguntarán cómo conoció a El Indio, y ella dirá que lo conoció en un evento o un desfile, y que un amigo de un amigo de un amigo se lo presentó, que ella no sabía quién era, que el hombre la cortejó y la invitó a salir y ella se enamoró. Le preguntarán si sabía que era un delincuente perseguido por la justicia, y ella dirá que no. Le insistirán. Le preguntarán si lo amaba. Dirá que si. Le preguntarán qué le gustó de él, porque el hombre no es bonito, y dirá que era bueno con ella, comprensivo, y cariñoso. Detallista también, obvio. Julito hará alguna pregunta sexual. Ella se negará. Buscará a sus padres para preguntarles qué piensan de su hija. Concluirán que es otra víctima hermosa del narcotráfico.
Soho le pedirá que se empelote en la portada, y la revista venderá ejemplares como pan caliente. Las columnistas feministas de siempre escribirán acerca de la explotación de la mujer, de la esclavitud femenina moderna, de la estética traqueta, de la objetificación del ser humano. Daniel Samper escribirá la misma columna de siempre, donde hará un chiste diciendo que Rodrigo Mesa es un indio y que por eso está detrás de Sara. Tal vez el mismo chiste pero con Jesús Piñacué o Francisco Rojas Birry. Después pasará al segmento light, con apariciones en Muy Buenos Días y El Lavadero, participará en un reality donde pasará hambre en el desierto mientras se pasea en bikini o canta frente a un público que votará por sus tetas.
Cuestionaremos su moral por haberse acostado con un criminal poco agraciado. La odiaremos por haber buscado la fama y el dinero fácil, mientras le damos dinero y fama. Nos indignaremos por lo podrida que está la cultura colombiana, con sus traquetos y sus modelos y su corrupción, y diremos que estamos como estamos por el hambre de dinero y poder. Marcharemos. Y mientras tanto venderemos el voto a Rodrigo Mesa, nos colaremos en Transmilenio, compraremos celulares robados y nos robaremos los recursos públicos, sin dificultad, soñando con ser tan ricos y poderosos como El Indio o Iván Moreno, o al menos pegarle un pellizquito, como sea, a alguna de esas fortunas.
@viboramistica
