Dejémonos de eufemismos: la primamenta humana viene del mismo lugar: África. Todos somos primos.
Señalarnos o distinguirnos por un color solamente genera nuevas e innecesarias estigmatizaciones, es improbable que algún día deba decir, al presentarme, algo como: “Soy trigueña descendiente con un poco de euro, muisca y afro”.
El genetista antropólogo Spencer Wells, en una excelente crónica de la escritora Ángela Posada-Swafforf (El Tiempo, domingo 7 de julio de 2013) lo afirma: “Lo que antes era terra incognita genética es ahora un documento que nos está diciendo que todos somos parte de una gran familia; que somos más similares a nivel molecular de lo que nos imaginábamos, a pesar de nuestras diferencias culturales y físicas; y que todas las personas vivas descendemos de un puñado de no más de diez africanos, quienes hace 50.000 años escaparon de la sequía causada por una glaciación. Sobreviviendo en contra de todas las posibilidades, ese grupo de personas salió caminando a conquistar el planeta. Esta es su historia. Nuestra historia. La aventura más alucinante de la especie humana”
Desconozco la ley que dio paso a semejante engendro de considerar a quien fuera de raza negra como “afrodescendiente” porque sí, porque su color lo dice. Quienes redactaron la norma, ignoran a millones de blancos que habitan en el continente africano y que por supuesto son afrodescendientes. Como toda la humanidad.
Como yo. Con abuela negra y abuelo blanco de ojos azules de Buga más otros abuelos blancos de Antioquia, seguramente cruzados con algo de ancestro indígena o de explorador europeo, no soy capaz de llamar “afrodescendientes” a todos los pasados de melanina que se me cruzan, lo considero un irrespeto total.
Prefiero no estigmatizar, solamente reconocerlos personas, como todos los demás. Y si son amigos, de Cali o de Buenaventura, ya se sabe que el mejor nombre es niche, que no se refiere solamente a un color de piel sino a una hermandad de afecto.
El nuevo “apartheid” del mundo lo estamos generando en el lenguaje dizque inclusivo. Nada más excluyente que referirse a otra persona por su color y denominarla por su supuesta descendencia, como si fuéramos todos expertos científicos del ADN.
La inmensa “trigueñitud” colombiana, a la cual pertenezco, no acepta estas diferenciaciones eufemísticas. Me quedo con los diez africanos valientes que un buen día decidieron que era propicio viajar al resto del planeta y poblarlo de colores, sabores, ritmos y saberes.
Si las “caderas no mienten” en nuestro país la mayoría de las mujeres somos “afrodescendientes” ¡gracias a Dios!
Soy afrodescendiente, como todos ustedes
Jue, 11/07/2013 - 01:04
Dejémonos de eufemismos: la primamenta humana viene del mismo lugar: África. Todos somos primos.
Señalarnos o distinguirnos por un color solamente genera nuevas e innecesarias estigmatizacione
Señalarnos o distinguirnos por un color solamente genera nuevas e innecesarias estigmatizacione