Con el tigre en la lancha

Mar, 09/04/2013 - 01:03
No me imagino qué haría si me toca un naufragio y mi única compañía es un tigre, tan asustado y desorientado como yo. Ese es el argumento, simple y trágico, de la película “Una Aventura Extra
No me imagino qué haría si me toca un naufragio y mi única compañía es un tigre, tan asustado y desorientado como yo. Ese es el argumento, simple y trágico, de la película “Una Aventura Extraordinaria” o “Life of Pi”, su título original. Pero lo más interesante de esta producción es que sirve de metáfora para lo que está pasando en Colombia. Dos seres desesperados compartiendo el futuro incierto de la Paz: Santos y las Farc, un tigre y un humano, unidos por el infortunio y que dependen uno de otro para sobrevivir. No importa cuál es el tigre y cuál el humano, lo que importa es que están en una débil embarcación que debe ser manejada con calma, con astucia si quieren llegar a alguna parte, o de lo contrario pueden naufragar, o lo que es peor: uno puede acabar con el otro. En la película esto fue especialmente adoctrinante para mí. El tigre, poderoso, cae al agua y es su débil compañero de viaje el que le permite salvarse subiéndose de nuevo a la lancha. A cambio de este gesto, el tigre desiste de comérselo, así esté a punto de desfallecer de hambre y tenga por único alimento a su todavía más famélico compañero. La suerte de las conversaciones de La Habana se parece mucho a esto. No es posible que una parte se coma a la otra, así estén hambrientos de poder y de gobierno. Tampoco una parte puede doblegar a la otra, se necesitan, se deben entender, hablando lenguajes tan distintos; pero llegar a esta convicción es algo que pasa por pruebas muy duras y no sabemos si se van a poder superar. También podríamos entender la metáfora de otra manera. El muchacho de la película es Colombia y el tigre las negociaciones de paz. Una vez empieza la travesía el animal ruge, con furia, intenta devorarse la mano amiga que le permitió subir al bote y no se da cuenta que si el país se lo propone, lo tirará por la borda. En fin, la metáfora sirve para ver muchas cosas, pero principalmente que compartimos un destino con personas que nos queremos o que tememos. Personas que nos pueden hacer mucho daño. Inclusive el tigre podría verse como la oposición a la paz, que tira zarpazos para asustarnos y hacer que abandonemos la única posibilidad de llegar a algún lugar estable y seguro para crecer como sociedad. Aún con ese furioso tigre, el de la oposición a la paz, habrá que convivir para no seguir en este naufragio inútil, en este mar de violencia y sangre que ha dejado una confrontación armada de cincuenta años. Creo que, con todas las dificultades para aceptar a la guerrilla, nuestra sociedad no soporta más la guerra. Por eso marcharé hoy 9 de abril, para respaldar el proceso de paz. De lo contrario: Que nos coma el tigre. www.margaritalondono.com http://blogs.elespectador.com/sisifus/
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