Cuando nuestras soledades se vuelven públicas

Dom, 28/02/2016 - 02:42
Reseña crítica del libro “Soledades Públicas” de Fernando Fernández

 Carlos José Reyes * 

Fernando
Reseña crítica del libro “Soledades Públicas” de Fernando Fernández  Carlos José Reyes *  Fernando Fernández, oriundo de San Gil, Santander, es miembro de una familia tradicional frente a la cual asume una actitud rebelde por naturaleza. Realizó estudios de ingeniería de sistemas, con varias especializaciones y post grado en Francia. Su residencia en París amplió su perspectiva, enriquecida por constantes lecturas de narrativa y ensayo, en un momento en el que el existencialismo aún tenía una activa presencia en el ambiente intelectual parisino. Lecturas de Nietzsche, Schopenhauer, Sartre, Camus, y de un modo particularmente incisivo, el rumano radicado en París, Emil Ciorán, fueron marcando los principales rasgos de su personalidad, y desde luego, el trasfondo emocional de sus escritos. La ingeniería de sistemas lo llevó a dirigir varias empresas, que le significaron desde el otro lado del espejo, como diría Lewis Carroll, un abundante material temático para sus escritos. Porque más que un ingeniero inmerso en cálculos y proyecciones digitales, su constancia en la lectura pronto lo llevó a la escritura, que del papel de experto en medios digitales de comunicación lo atrajo hacia la palabra escrita, hasta convertirse en narrador, periodista, crítico de una sociedad descuadernada, configurada por trampas y simulaciones, dedicado a escribir relatos con una multitud de personajes que se debaten entre sus deseos e impulsos secretos y los prejuicios y tradiciones de una sociedad marcada desde sus orígenes coloniales por la cultura judeo cristiana. Aparte de agudas notas críticas sobre sus lecturas de ensayos y narrativa, así como artículos de diversa naturaleza sobre lo divino y lo humano, Fernando Fernández ha publicado dos libros que recogen sus visiones de la sociedad, los desgarramientos existenciales entre el deseo y la culpa, la tradición religiosa de la familia y sus impulsos de independencia y libertad en los aspectos cruciales de la vida: la autonomía intelectual, la sensualidad, el espíritu crítico y sarcástico que se debate en medio de los mitos y fantasmas de una sociedad en donde reinan la hipocresía y la simulación. Su primer libro: Puntos de existencia, recoge un sinnúmero de recuerdos, visiones, experiencias y narrativas de momentos de vida que no sólo incluyen experiencias personales, sino también actitudes, imposturas, mascaradas y trapacerías observadas en los otros. El presente libro, Soledades públicas, coloca en primer plano la problemática del choque existencial entre el deseo y la culpa, la sexualidad y el pecado, la tradición con sus mitos y prejuicios y la búsqueda de libertad, cuyo reclamo y desgarramiento son la materia esencial de este relato. No se trata de una novela provista de un argumento ordenado y lineal, con su planteamiento, nudo y desenlace, a la manera de los grandes maestros decimonónicos. Está elaborada desde la fragmentación, el juego de relatos diversos, concebidos en primera persona como testimonios de un testigo presencial, que nos recuerda el papel de Marcello Mastroianni en La Dolce Vita, de Federico Fellini: el observador implacable cuyas líneas, al estilo de una página de diario, van configurando el eje narrativo, junto con otras voces de personajes que parecerían surgidos de una gran mascarada de simulaciones, trampas, asociaciones para delinquir, deseos fallidos y en el fondo, como lo indica su título, una profunda soledad intelectual en medio de la multitud. El título de la obra anuncia sin ambages su contenido, el que se ve reforzado por la carátula en la que un pensador solitario, el de Auguste Rodin, implantado de alas lo pone en el límite entre ángel y demonio que se erige sobre una multitud dantesca de cuerpos desnudos. Tanto el título como la imagen de la carátula son, sin duda, el reflejo del espíritu del libro. Existe un desgarramiento existencial que sin duda tiene un trasfondo en las lecturas de Ciorán y Nietzsche, autores afectos del escritor. Es notoria a lo largo del libro la influencia de estos pensadores, que han debido cimentar la visión de una sociedad más basada en las apariencias que en las realidades; esa que el autor presenta con sarcasmo y no con menos escarmiento. El hilo de la trama –sin que sea lineal y tradicional de acuerdo con los clásicos de la novela– se plantea al comienzo, en varios momentos del relato y en los segmentos finales como obra de un periodista, testigo de su época y narrador testimonial. Tal vez pueda considerarse este personaje como el alter ego del autor. La presencia del padre, la tradición familiar, en el caso de la familia santandereana del autor, con estrictas raíces religiosas, aparece como una atadura que es necesario romper, y de paso, plantear el dilema existencial entre el deseo, el pecado y el temor a la culpa y el castigo. Suena muy probable que en buena proporción estos aspectos dibujados con fuertes tintes en la novela, hagan parte de su vida y recuerdos familiares. La cultura occidental parece haberse dividido desde la edad media entre el cuerpo y el alma, el demonio, como ángel rebelde, y el enfrentamiento entre la sexualidad y la culpa. Esta dualidad es el motor de lo que Sartre caracterizaría como la angustia existencial. Este aspecto es palpable en la novela de Fernández y hace parte de su núcleo esencial. Gran paradoja, entre las tantas que plantea la novela, el ver que en ese mundo narrado  de maldad e impostura, el demonio parecería ser el gran triunfador, y sin embargo, es mostrado como un pobre diablo con las alas chamuscadas, sobrepasado por los eventos y que tiene que alejarse pues siente que ya nada tiene que hacer aquí. La perversión generalizada lo supera. Aparte de las situaciones y conflictos que viven los personajes, hay una buena cantidad de reflexiones sobre el sentido de la vida, la inutilidad de muchos actos humanos y la soledad existencial del hombre en medio de la sociedad. En la narrativa pugnan por dominar la escritura el novelista crítico, el dibujante de sórdidas caricaturas, a la manera de Daumier o Toulouse-Lautrec y de tantos autores que usan la sátira implacable del comportamiento humano, y por otra parte, el ensayista, con ribetes filosóficos, a la manera de la prosa de estructura fragmentaria de Nietzsche o Ciorán, que recrea de manera antagonista los versículos de la Biblia o las sunas del Corán. En el ensayo crítico de Soledades Públicas, los títulos de cada segmento obedecen a una alusión paródica y mordaz de los libros sagrados. Sin entrar a plantear los dramas y episodios tormentosos que viven los personajes, para no malograr la lectura del libro, ni menos dar cuenta del final donde todos se unen en el desastre, sí es interesante plantear grosso modo el papel de la sexualidad en sus vidas, que a veces llega a lo trágico y descarnado, descrito con un humor corrosivo. Personajes en diminutivo,  como Guillermito o Raulito, personajes femeninos cruciales, como Edilma, Mercedes o Marianne, así como esbozos masculinos como Vicente de la Pava, Robert y otros, tienen una sexualidad a flor de piel, desgarrada por los fracasos e insaciables apetencias. Son estos aspectos y personajes una pasión constante, por lo general oculta, que  el autor quiere destacar como habitual en nuestra vida social, para mejor enfatizar su crítica. Parejas controversiales: Guillermito y Edilma, el negocio manipulador de Álex, el uso del travestismo de Julián y el papel mórbido y siniestro de Manjarrés llegan a momentos climáticos del conflicto entre Eros y Tánatos que aparece como una estructura latente de la novela. En medio de las líneas controversiales del dibujo de los comportamientos, estos personajes encarnan los tintes emocionales más intensos y contundentes del relato. Por todas estas consideraciones, no dudamos en recomendar la lectura de este libro, ya que su lectura, en medio de la soledad, es una eficaz forma de encontrar compañía. ________ * Miembro de las Academias colombianas de la Lengua y de Historia.    Dramaturgo e Historiador. Exdirector de la Biblioteca Nacional.
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