Del ginecólogo y otros demonios

Jue, 10/10/2013 - 16:12
Entré al consultorio prevenida. Siempre entro prevenida al ginecólogo o a cualquier examen ginecológico. Adentro reinaba la oscuridad, solo había dos círculos de luz que proyectaban dos lámparas
Entré al consultorio prevenida. Siempre entro prevenida al ginecólogo o a cualquier examen ginecológico. Adentro reinaba la oscuridad, solo había dos círculos de luz que proyectaban dos lámparas chiquitas y sonaba música clásica. El doctor era un hombre calvo, como me gustan, e incluso en un momento como ese, veo a un calvo y me distraigo. Pero no tanto... –¿Qué me va a hacer? –Pregunté con cara de oveja pronta a ser degollada. Odiándolo por el trabajo que debía hacer. –Una ecografía pélvica transvaginal… –Contestó muy serio y sin mosquearse cuando lo interrumpí. –Sí, yo sé. ¿Pero con qué? –Con este transductor… –¿Y le va a poner gel o algo? –Pregunté volviendo a interrumpirlo. –Claro que sí. Entonces le advertí que debía ser paciente, pues tengo un trauma terrible desde que tengo unos 9 u 11 años. Le conté de cuando me subí a una jaula de monos y me dejé caer sin ver que donde aterricé había un banco con una punta de metal, donde caí de piernas abiertas. El doctor insertó el transductor sin avisarme que lo haría, y se movió adentro mío sin prisa, dictándole números a la enfermera que lo asistía, mientras yo respiraba hondo intentando relajarme. Cuando terminó me preguntó: –¿Usted sabe dónde es su herida? –En el lado de adentro de los labios vaginales. –No, –dijo señalando su cabeza con el dedo índice. –Su herida está aquí, en su cabeza. Siéntese, le voy a decir una cosa. Le obedecí y presté atención como si me fuera a dar la solución para mi único trauma y el mayor dolor no resulto de mi vida. –Este examen es el más fácil. Una palpación vaginal es más difícil, y una citología más difícil aún. Tiene que relajarse para que no le duela y le moleste menos. Ese accidente lo tuvo hace 25 años, es hora de que lo supere. Por la vagina de una mujer cabe la cabeza de un bebé, así es que debe relajarse y no tensionarse, y así no debería dolerle nada. Estábamos hablando de mi vagina, como describiendo cómo se parte una fruta, cómo se le quita la cáscara y las semillas para ser consumida. Mi vagina rota. Asumí que me hablaba como lo haría con su hija, y recibí sus palabras como un bálsamo milagroso. Las pocas veces que voy al ginecólogo y no lloro, siento que lo he logrado, que acabé con mis demonios, pero entonces tengo algún examen menos amable, durante el cual lloro como si se me hubiera muerto un hijo, y salgo de ahí rendida, sin energía, acabada… Y continúo mi día con un hueco negro en el alma, y por la noche duermo como si hubiera corrido una maratón. Hay vueltas médicas que pueden aplazarse o ignorarse, hay otras que no, y son las que me han tocado a mí. Mis demonios. Hace tres meses mi vieja supo que tenía cáncer, un tumor en el endometrio, en el cuello del útero. Esa noche llegué a mi apartamento y sin prender la luz me acosté a llorar en el piso de mi cuarto. Lloré a gritos y le di puños a las tablas de madera barata. Hubiera querido que ese cáncer fuera mío para batallarlo yo y que no tuviera que hacerlo ella. Unos días más tarde cuando el dolor le dio paso a la razón, caí en cuenta: ahora el riesgo es mío. Cómo no pensar en Angelina Jolie. De ahora en adelante y por el resto de mi vida tendré que hacerme controles semestrales y anuales. Que si llega un cáncer lo habré visto a tiempo y estaré mejor armada para combatirlo. En teoría… Mi demonio es que para cuidar mi vida tenga que exponerme a lo único que no soy capaz de controlar y lo que me rompe el alma. En el último examen, hace un año, me dijeron que tengo ovarios poliquísticos, por lo que no podría quedar embarazada sin un tratamiento. Eso para mí fue una buena noticia, pues hace muchos años dejé de soñar con el marido encorbatado y con maletín de cuero, la casita con perro, gato y pareja de niño y niña. Yo no quiero ser mamá. Al menos no quiero estar preñada durante 9 meses y luego parir por la vagina. Hoy, el resultado de la ecografía muestra que ya no tengo quistes en los ovarios, por lo que puedo quedar embarazada. Debo admitir que recibí la noticia sin alegrarme. Es una bendición que no esté enferma, pero la posibilidad de quedar embarazada me llena de paranoia. Yo soy de las que tiene exámenes de embarazo junto a los productos de limpieza personal, y me los hago cada vez que follo, así haya usado condón y todo indique que no hay riesgo de embarazo. Y ahora, como si la cura fuera a punta de castigos, tendré que someterme a esa camilla satánica del ginecólogo dos veces al año. Ahí acostada, de piernas abiertas y sin poder ver lo que me hacen, vuelvo a revivir el horror de mi niñez. Vuelvo a sentirme vulnerada e inmovilizada. La definición de violación difiere según la experiencia. Se me encoge el corazón y me lleno de ansiedad. Pero aquí no hay opciones y sin embargo no estoy lista, todavía no estoy lista… @Virginia_Mayer
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