El asesino Bolívar y el héroe Morillo

Mié, 02/01/2013 - 09:36
Siendo Director del Diario de la Frontera en Cúcuta, recibí la visita del Senador Enrique Gómez Hurtado y del entonces congresista Pablo Victoria, que ya tenía fama de no ser escrupuloso cuando de
Siendo Director del Diario de la Frontera en Cúcuta, recibí la visita del Senador Enrique Gómez Hurtado y del entonces congresista Pablo Victoria, que ya tenía fama de no ser escrupuloso cuando de congraciarse con poderosos se trataba. El doctor Victoria se dedicó a escribir artículos y libros sobre historia desde la madre patria asumiendo la visión hispana que convierte nuestros héroes en asesinos y a los españoles en poco menos que ángeles, uno de ellos publicado en El Tiempo el 3 de agosto, página cuarta y reproducido en varias publicaciones hispanistas que buscan “la reunificación de las dos Españas, la de aquí y la de allá”, tales como www.noticierodigital.com, el blog “historia y región” y www.restauracionnacional entre otros, el artículo fue titulado “La otra cara de Bolívar y de Morillo” cuyo subtítulo reza” El “Libertador” era más brutal de lo que se cree. Su paso generaba pánico y a él y a los suyos los llamaban los “Antropófagos de Venezuela”. Se dice que con ellos aprendieron los neogranadinos la violencia y el asesinato. El “Pacificador” por su parte, no era tan malo como otros han contado, ayudaba a sus víctimas y respetaba las leyes a la hora de mandar” La historia escrita por los vencedores es distinta a la que escriben los derrotados, cada cual con su versión antagónica en paradigmas de héroes y verdugos, porque la pluma de los historiadores se amarra generalmente a intereses de Estado, políticos, económicos o sociales. Es inevitable que en el transcurrir del tiempo escritores y lectores acomoden los acontecimientos y que un único suceso se interprete de diversas maneras, así se afirme que los hechos se cuentan llana y simplemente como sucedieron. Hasta la década del setenta la historia se estudió bajo la lupa del dogma con fieles exponentes como José Manuel Restrepo y Henao y Arrubla y luego pasamos al otro extremo, al de la iconoclastía de Kalmanovits que promulga la desmitificación de los ídolos, humaniza los próceres hasta el olor a guayaba de las ventosidades de Bolívar descritas por García Márquez. El Tiempo es de propiedad de españoles, que por elemental solidaridad de sangre, en artículos como el de Pablo Victoria nos irán dando poco a poco y por dosis la versión españolizada del descubrimiento, de la conquista, de la colonia y de la independencia y justificarán las masacres, las violaciones, los mastines de Manjarrés entrenados para cazar y devorar indígenas y toda la destrucción y aplastamiento de la infraestructura física, espiritual y cultural del continente. El doctor Victoria no se para en campanillas y el artículo que escribió  para el Rey y los españoles es concordante con el título  de su libro “Al oído del Rey” editado en Barcelona en cual mondo y lirondo traiciona su raza, su nación, su continente, para convertir los horrores cometidos contra indígenas y criollos en hazañas de titanes. El proceso de independencia para desalojar de españoles nuestra América fue una epopeya gigantesca, onírica, que obligó a Bolívar en 1813 a emitir durante la campaña del bajo Magdalena su decreto de “Guerra a muerte” y sus soldados cometieron los desmanes propios de una guerra que años después debió regularizarse para terminar las carnicerías de ambos bandos. Los españoles no daban cuartel a los patriotas y la maldad de Morillo está más que rubricada en los centenares de torturas, asesinatos y fusilamientos ordenadas en aras de la pacificación entre 1815 y 1816, sin importarle las condiciones de enfermos, ancianos o niños. “España no necesita sabios” afirmó despreciativamente cuando mandó matar a Caldas. Escribe entre otras cosas en su artículo el doctor Victoria “El 2 de mayo de 1816, cerca de la isla Margarita, tomó por abordaje un barco español. Bolívar se divertía, riéndose, en un bote de a bordo mientras disparaba a los náufragos que, desnudos y en jirones, intentaban salvarse a nado. Ducoudray Holstein presenció su risa y diversión…Testimonios de su patológica crueldad existen en abundancia; Hippesley escribe que Bolívar aprueba completamente la matanza de prisioneros después de la batalla y durante la retirada; y ha consentido en ser testigo personal de estas escenas infames de carnicería.” En su artículo el doctor Victoria evoca una serie de matanzas ordenadas por Bolívar y pone en su boca frases de muerte y decretos que han hecho carrera entre quienes están interesados en pintar como salvajes a nuestros libertadores y que aparecen con versión distinta en los epistolarios recogidos por Vicente Lecuna y en otros biógrafos de Bolívar, incluso de nacionalidad hispana. Lo anterior hace suponer que el doctor Victoria antepuso a la rigurosidad histórica sus deseos de congraciarse con los españoles de España y los españoles de acá, adicionalmente se equivoca cuando escribe  “Por eso Castillo y Rada se referían a Bolívar y a los suyos como los “Antropófagos de Venezuela”. Castillo y Rada no eran dos personajes, era uno solo. Es lamentable que en medio del bicentenario de la independencia encontremos artículos tendenciosos como este. A nuestros próceres les debemos solidaridad y admiración porque sacrificaron su vida para darnos libertad. No fueron unos superhombres sino unos seres de carne y hueso cuya lucha nos dio una nación libre y sin cadenas. Los odios, el racismo y la xenofobia se embarcaron para España con Morillo después del encuentro con Bolívar en Santa Ana, y allá persisten todavía a juzgar por las palizas que dan a niñas de 14 o 15 años, en el metro o en las escuelas, tan solo porque  sus rostros muestran la herencia racial de Monctesuma y de Manco Capac @mariojpachecog
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