El cáncer, una larga historia humana

Lun, 03/01/2011 - 23:58
Insistentemente se hace la observación sobre la frecuencia aumentada de cáncer en nuestros días.  Y hasta se escucha que estamos viviendo una epidemia de cáncer.  Comencemos por recordar que hay
Insistentemente se hace la observación sobre la frecuencia aumentada de cáncer en nuestros días.  Y hasta se escucha que estamos viviendo una epidemia de cáncer.  Comencemos por recordar que hay que usar la palabra epidemia con mucho cuidado.  Por ejemplo nunca se concretó la epidemia global de influenza que se predijo con gran prudencia por parte de la Organización Mundial de la Salud hace dos años.  Quizás las medidas de control lo impidieron y estuvo bien imponerlas, pero la histeria llevó a pérdidas cuantiosas en el sector de viajes y turismo.  Entonces hay que tener cuidado con la palabra epidemia cuando se discuten problemas de salud. Y con la misma palabra cáncer.  Susan Sontag subrayó en “La enfermedad como metáfora” (1978) los peligros del uso excesivo de la palabra cáncer en el lenguaje popular: un cáncer corroe los huesos de la sociedad, el cáncer de la corrupción, etc.  Con estos usos se cubre la neoplasia, un fenómeno biológico, de un carácter casi místico de iniquidad ineluctable. Hay que examinar los datos sobre prevalencia (frecuencia de casos) e incidencia (frecuencia de casos nuevos) de cáncer con mucha cautela.  En Colombia tenemos un programa de seguimiento de estas estadísticas con gran prestigio científico: el Registro Poblacional de Cáncer de Cali.  Es uno de los más reconocidos en el mundo, el primero en América Latina y tiene ya casi 50 años de haber sido fundado por el Dr. Pelayo Correa.  Los datos del Registro muestran que los casos nuevos de cáncer en los últimos 20 años se han mantenido, para hombres y mujeres, alrededor de 200 casos por 100,000 habitantes al año. En el Reino Unido esta incidencia estaría alrededor de 380 por 100,000 al año.  Se debe esta diferencia a factores como el envejecimiento de la población y el buen cuidado médico de personas de la tercera edad, casos nuevos de neoplasias pequeñas de próstata y mama que antes no se diagnosticaban, etc. No hay pues en nuestros días una epidemia de cáncer.  Pero, ¿qué ocurría en la historia antigua y la prehistoria del hombre?.  En Octubre de 2010 se publicó en Nature Reviews Cancer el muy comentado primer reporte histopatológico (con microscopio) de cáncer en una momia egipcia.  Los autores, David y Zimmerman, llaman la atención sobre la escasez de diagnósticos de cáncer en las momias del Valle del Nilo.  Y llegan a la conclusión que el cáncer es una enfermedad de la vida moderna del hombre llena de factores carcinogénicos. Pero esta conclusión ha sido criticada por varios autores.  Primero, no tenemos una muestra suficientemente grande de restos humanos con tejidos blandos y duros que nos permita establecer la frecuencia de cáncer en aquellos primeros días del hombre. Cierto es que hay reportados casos muy interesantes: una tumba escita de hace 2,700 años muestra un esqueleto masculino con cáncer metastático de próstata en los huesos, y en este caso se puede detectar en las lesiones el antígeno prostático específico (PSA) que nos sirve hoy para el diagnóstico de esa neoplasia.  También se encontró un rabdomiosarcoma (neoplasia maligna del músculo) en la cara de la momia de un niño en Chile, pero son siempre unos pocos casos.  Y los estudios estadísticos de cementerios antiguos y medievales o renacentistas más recientes muestran el número esperado de restos humanos con neoplasias. La segunda razón que no nos permite comparar la frecuencia de cáncer en la antigüedad con la actual es la brevedad de la edad promedio en aquellas poblaciones humanas.  Ya dijo Hobbes en el siglo XVI que la vida del hombre primitivo era “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Si vivíamos poco no teníamos tiempo de desarrollar las más frecuentes neoplasias propias de las edades avanzadas del hombre y la mujer.  Por eso en Inglaterra y Europa se diagnostican hoy más casos nuevos de cáncer que en Colombia y América Latina: tienen más ciudadanos de la tercera edad con mayor incidencia de cáncer.  Pero para allá vamos, no nos quepa la menor duda. Si queremos vivir vidas más largas aceptemos que vamos a tener más enfermedades del envejecimiento.  Y el cáncer es una de ellas.  Pero no nos deprimamos por esta verdad biológica.  El cáncer no es ese mal inicuo e invencible del lenguaje y la cultura popular.  Muchas cosas podemos hacer para su prevención (por ejemplo disminución de contaminantes, vacunas) diagnóstico temprano (por ejemplo citología vaginal, mamografía, colonoscopia) y tratamiento oportuno.  La especie humana y nosotros todos estamos llegando a la tercera edad, enfrentémosla  con el ingenio y empatía solidaria que caracteriza al homo sapiens.
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