El constructivismo de Ivan Duque

Mar, 04/02/2020 - 12:12
Qué difícil para el investigador poder quitarse de su esencia, sus teorías para explicar fenómenos coyunturales en un panorama nacional o internacional. Quizá caemos en el error de ponerle a todo
Qué difícil para el investigador poder quitarse de su esencia, sus teorías para explicar fenómenos coyunturales en un panorama nacional o internacional. Quizá caemos en el error de ponerle a todo problema social, un título, un fenómeno, un axioma, un referente, una teoría. Pero ¿Qué sería de la realidad sin academia? Nada. He decidido ponerle título a la política exterior del presidente Iván Duque, y no recurrir más a los análisis fanáticos de una oposición que últimamente ha buscado en el empirismo vago y peligroso, desinformar, por lo que, bajo su lógica, he querido tomar al constructivismo -teoría social de la política internacional- como el título propio para explicar la política exterior colombiana y su relación con la región. Y para que me logren entender un poco mejor, lo abordaré desde las interacciones sociales -típico de una teoría social- que se dan entre el tomador de decisión (el presidente), las estructuras (la región) y los individuos (la sociedad). Toda toma de decisión o acción en política exterior pasa por un proceso al cual Immanuel Kant le puso formula; deseo + creencia + razón = acción. Esta es la verdadera esencia que debe infundir el tomar de decisión, lo cual, hasta el momento, ha sido lo más racional posible. Recordemos que, el deseo de la política exterior colombiana empezó con la idea de derrocar el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, basándose en la creencia de catalogarlo como una amenaza a la seguridad nacional y regional -porque no me cabe duda de que lo es-, como también, bajo el lema de la legalidad -como quien dice, lo justo-. Y, la razón ha sido, fundamentalmente, la necesidad de parar la propagación de la violación sistémica de Derechos Humanos, el expansionismo de un sistema ideológico destinado al fracaso y la normalización de las relaciones bilaterales. Todo esto, basado en un interés nacional visto por necesidades; la necesidad de volver a expandir las relaciones políticas, económicas, sociales y la seguridad multidimensional. Pero, no todo se infunde en el tomador de decisión, cabe aclarar que la estructura regional -compuesta por normas, valores e identidad- ha tenido un giro al punto tal de ser más una oportunidad que un fracaso. Para aquellos que aún piensan que la política exterior ha fracasado, les comento que no. Las normas de la estructura regional latinoamericana han cambiado drásticamente. La constitución de organismos internacionales como el ALBA, MERCOSUR, UNASUR,  CARICOM, han declinado su visión y su prospectiva. A cambio, tenemos la Alianza del Pacífico, PROSUR, y el famoso Grupo de Lima, que tienen como característica, estar liderados por gobernantes de derecha -un mecanismo para volver a tener confianza en la región-. Por lo tanto, las normas infundidas en estas nuevas instituciones permiten que el sentido normativo de un proceso que fracasó -el socialismo del siglo XXI- tienda a desaparecer y a reafirmar la necesidad de volver a retomar el sentido de la legalidad, la justicia, la lucha contra la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la independencia de poderes, la economía de mercados y la agenda social. Brechas que se agrupan en unos valores y en una cultura, que por el presidente Duque, conocemos como: Legalidad. Y que, a nivel regional, la podemos contemplar como: Sostenibilidad y Democracia para el progreso. Otro de los puntos más sensibles del constructivismo, es la creación o fortalecimiento de la identidad cultural o una cultura identitaria -como quieran llamarla-. Este proceso, el cual se remite a la sociedad, esta amparado por los retos que tienen los gobernantes por impregnar valores normativos a través de símbolos que caractericen una cultura, una nación. Para el presidente Duque, el reto de implementar una cultura de legalidad ha sido todo un tormento, ya que la sociedad ha estado inmersa en procesos de desinformación gracias a una oposición cada vez más fanática que racional -pareciera que la legalidad no les gustara ni un poco-. Y como si fuera poco, acuden a la crítica no constructiva como si fueran mesías o especialistas en el tarot -entre los falsos mesías: Gustavo Petro, Gustavo Bolívar, Roy Barreras, Ivan Cepeda (…) - Pues bien, la cultura de la legalidad, aún con riesgos y retos, busca librar las necesidades de identidad de la nación, expresadas en la seguridad física, la seguridad ontológica, la asociación, la autoestima y la trascendencia -palabras más palabras menos, la búsqueda del bienestar social-. Si todos tuviéramos la cultura de la legalidad, no permitiríamos la corrupción, las injusticias, las exclusiones raciales o de género, la segregación laboral, el libre desarrollo -entre otras más- lo cual nos permitiría llevar una experiencia nacional a un ámbito internacional donde la estabilidad regional, se enmarcaría en unos valores compartidos de la cultura de la legalidad. Por lo que el panorama regional, está dado para generar mayor sostenibilidad y prosperidad para los pueblos. Construyamos y no retrocedamos. La cultura y la política exterior colombiana tiene el tablero abierto para su éxito. @Gaboji17
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