El fin del periodista sabelotodo

Jue, 02/08/2012 - 00:03
Primero fue Cortés en clave de
Primero fue Cortés en clave de burla: “una joven promesa del oficio nos muestra su puño de hierro en estas horas aciagas”. Le siguió Ospina en clave irónica: “el pasado y el presente del periodismo se inclinan sobre el horizonte del futuro y le dan la bienvenida a un país que ha de forjarse a pulso”. Y después fue Silva en clave de pregunta: “¿no era otro entrevistador sordo extraviado en el oficio de impartir justicia?” Luis Carlos Vélez se delató por sí solo. Sus palabras en la entrevista con los indígenas develaron su personalidad y criterio periodístico sin la necesidad de que alguien lo hiciera por él. Y comprobaron que el periodista sabelotodo está para que lo empaquen. En papel periódico, por supuesto. En el segundo capítulo de la nueva serie de Aaron Sorkin, The Newsroom, el director/presentador que la protagoniza se faja un editorial sobre la moralidad y la responsabilidad de los medios en el que se pregunta “¿Quiénes somos nosotros para tomar estas decisiones [de lo que es más importante o es verdad]?” Y se responde a sí mismo: “Somos la élite de los medios”. Ese es, supuestamente, el periodismo gringo en el que Vélez se formó, donde la labor social y política del periodista es mantener la democracia saludable. Que suena bonito, sin duda, pero que no puede estar más alejado de la realidad: no solo no existe semejante verdad objetiva que valga la pena defender sino que los periodistas no son, en general, lo suficiente independientes del poder político y comercial como para tratarlo. Vélez no entrevistaría ni a Santos ni a Luis Carlos Sarmiento como entrevistó a los indígenas. El periodista sabelotodo y poseedor de la verdad funcionaba en un mundo donde la divulgación de la información era una cuestión de élites y el público no tenía ni voz ni voto. Pero hubo un momento –ni sé cuándo, tal vez sigue en curso– en el que las audiencias despertaron y dejaron de sentirse relegadas en la producción de noticias. Pudo haber sido internet, la globalización, yo qué sé. Lo cierto es que el erudito de la información ya no es un modelo a seguir, sino un cliché de los nostálgicos de la modernidad como Sorkin o el mismo Vargas Llosa y su élite ilustrada. Para las audiencias actuales saberlo todo es, más que un síntoma de excelencia, un objeto de sospecha. Porque, primero, nadie lo sabe todo. Y segundo, porque en esa red de información donde la gente puede escoger qué quiere consumir deja de ser necesario este sabidillo que le dice qué debe consumir. Por eso las publicaciones de nicho están en boga y son citadas con tanta frecuencia por los medios tradicionales. La vieja crítica al periodista que es “un mar de conocimiento con un centímetro de profundidad” está más vigente que nunca. Todos tenemos derecho a ser ignorantes. Pero para un periodista no es buen negocio, sobre todo ahora que está expuesto a tanta crítica y quienes escogen leerlo o verlo lo hacen porque les importa, o porque son expertos. Por eso su única opción es estar especializado en un campo y solo hablar cuando tiene algo nuevo e inteligente que decir. De otra forma, que cierre el morro. Lo que Vélez nos dejó ver en su entrevista con los indígenas –que si no fuera por internet habría pasado inadvertida– fue una inmensa ignorancia sobre las vulnerabilidades y complejidades de una cultura. Vélez quiere ser un periodista de todos los temas, que cubre desde el Reinado hasta los Olímpicos. Con eso puede que le armen un Club de Fans, pero no va a adquirir credibilidad. Mientras escribo llueven trinos de críticas contra la NBC –la cadena que transmite en exclusiva los Olímpicos en Estados Unidos– a cuenta de que no quieren pasar el cubrimiento de los Juegos en vivo sino en horarios de alta sintonía que la publicidad paga mejor. #nbcfail es el hashtag y la BBC es el medio donde los gringos están viendo en vivo las olimpiadas, con sintonía pirata. La NBC se equivocó al pensar que podía transmitir los Olímpicos a su antojo, como hacía antes. Porque la gente ya no se resigna. La idea de un medio que escoge por sí solo cuándo y cómo dar la información ya no es viable. Más que Twitter o Facebook, la diferencia entre las audiencias de hoy y las de antaño es que ya no existe esa pasividad que demandaba un periodista instructor de lo relevante. Generalizo, sin duda. Y no dejo de pensar que los viejos capataces de los medios siguen siendo poderosos. Tampoco quiero sonar optimista, porque no es de celebrar. Pero si algo cambió en Colombia y el mundo en los últimos años, si algo caracteriza a las audiencias de hoy, es que la gente ya no come entero. Por eso las críticas de Cortés, Ospina y Silva fueron tan bien recibidas en las redes. Porque la gente ya no acepta la arrogancia de un tipo que cree saberlo todo. Y al que se presente como tal, le van a caer, tal como le cayeron a The Newsroom. Es paradójico: el hombre que dice estar haciendo una adaptación de Caracol noticias a las “nuevas tendencias de los medios internacionales” se está convirtiendo en el nuevo Yamid Amat. Qué innovador.
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