El foro de Biarritz y el modelo de desarrollo de América Latina

Vie, 28/10/2011 - 09:03
Los pasados 13 y 14 de octubre, en la ciudad de Santo Domingo en República Dominicana y bajo el generoso auspicio del Presidente Leonel Fernández, se celebró la duod

Los pasados 13 y 14 de octubre, en la ciudad de Santo Domingo en República Dominicana y bajo el generoso auspicio del Presidente Leonel Fernández, se celebró la duodécima versión del Foro de Biarritz. Biarritz es una ciudad emblemática del sur de Francia, cuyo dinámico alcalde, Didier Borotra, quien lleva varios años al frente de la Alcaldía, se ha convertido en uno de los pocos promotores que quedan en el Viejo Continente del espacio interoceánico entre Europa y América Latina. Los contenidos del Foro para este año giraron alrededor de la posibilidad de llegar a definir un nuevo modelo de desarrollo económico para esta parte del mundo. El tema fue abordado desde tres ángulos; el cultural, el económico y el político.

En el Caribe -dijo sentenciosamente el presidente Fernández en la ceremonia de instalación– comenzó todo: el descubrimiento, la colonización y varios años después, la independencia. Los barcos que surcaban el Caribe llevaron y trajeron las “cuadrillas variopintas” que hicieron la revolución en Norteamérica; Haití lanzó el primer grito de manumisión de los esclavos después de varios siglos de empezar lo que alguien con razón denominó la operación de exterminio más grande de la historia, y el propio Bolívar concibió en Jamaica su famosa carta a los americanos, que puede considerarse uno de los documentos políticos más importantes de nuestra historia independentista. Esa mezcla, entre pacífica y violenta, de razas, credos, sistemas de gobierno, principios e intereses económicos sirvió de caldo de cultivo para la configuración de nuestros primeros modelos de desarrollo.

Despejado el tema de las “raíces”, el Foro se ocupó de lo que podría considerarse la nueva razón de ser de un paradigma alternativo de desarrollo; la respuesta fue unánime al respecto: la reducción de la desigualdad social. Está tan claro que América Latina no es la región del planeta donde existe un mayor número de pobres (aunque ciento ochenta millones de ellos no es poca cosa) como que somos la parte más desigual del planeta; nuestras diferencias y distancias sociales y geográficas son aterradoras. Y no sólo se trata, como se afirmó en el Foro, de que seamos desiguales, sino que existen algunos mecanismos de “reproducción” de dicha desigualdad que han creado una peligrosa dinámica de empobrecimiento. La educación y la baja fiscalidad (escaso margen de acción del Estado por falta de recursos) fueron mencionados en las mesas temáticas como ejemplos de esta condición de regresividad del modelo que hace que, como el cangrejo, estemos dando un paso hacia adelante en materia de cobertura social y dos en reversa en materia de coeficientes de distribución del ingreso.

¿Cuáles serían las características, entonces, de ese nuevo modelo de desarrollo para América Latina?

Se mencionaron cuatro: mejorar las condiciones de competitividad a través de nueva inversión en ciencia, tecnología, infraestructura y conectividad, para una mayor reindustrialización; asegurar una mayor equidad en los términos ya comentados; poner en marcha un Pacto Fiscal para hacer más progresivo y mayor el financiamiento del Estado; replantear las relaciones del gobierno central con las regiones; atenuar el efecto social de las políticas macroeconómicas, y apostar por una agenda de regionalismo abierto que sintonice la internacionalización de nuestras economías con todos los países, regiones y mercados.

Los distintos temas fueron abordados al más alto nivel por políticos, académicos y funcionarios durante los días que duró el encuentro que, sin duda, se ha convertido en la cita obligada de encuentro anual de europeos y latinoamericanos interesados los unos en los otros. La conclusión de coyuntura fue un tanto más realista por no decir que pesimista: no se auguran buenos tiempos para las relaciones entre las dos regiones por las circunstancias difíciles por las que atraviesa Europa como consecuencia de la recesión económica y la evidencia, ya mencionada por Edgar More, de que detrás de la aparente unidad económica europea en medio de la bonanza se escondía su evidente fragmentación política.

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