El problema no son las minifaldas, son los minicerebros

Mar, 19/11/2013 - 08:03
Mientras a lo largo y ancho del mundo las mujeres copan las universidades y obtienen en ellas las mejores calificaciones, mientras en países de nuestro entorno, como Chile o Brasil, son mujeres las q
Mientras a lo largo y ancho del mundo las mujeres copan las universidades y obtienen en ellas las mejores calificaciones, mientras en países de nuestro entorno, como Chile o Brasil, son mujeres las que llevan el timón de los gobiernos, y mientras una amplia mayoría social en todos los países avanzados reconoce y protege el papel de la mujer en el progreso social, algunas mentes estrechas se empeñan en denigrar con sus palabras a las mujeres. Ante la mera denuncia de un hecho violento perpetrado contra una mujer, el conjunto de la sociedad, los medios y la clase política deberían actuar con la misma dosis de prudencia como de respeto y protección, sin olvidar que a la reacción inmediata de la justicia debe acompañarle un esfuerzo socioeducativo que haga desaparecer, paulatinamente,  hasta el último brote de violencia contra las mujeres. Pero lo lamentable de los hechos y comentarios que se produjeron tras conocerse la denuncia de una joven por supuesta violación en el parqueadero de un conocido lugar de ocio de Bogotá, es que, además de ir contra la necesaria prudencia y protección de la mujer, supusieron una agresión, en forma verbal, contra todas y cada una de las mujeres colombianas. Emplear un argumento relativo al modo de vestir de la joven como explicación, justificación o atenuante de una agresión sexual, denota pobreza intelectual, machismo recalcitrante y, sobre todo, un elevadísimo grado de ignorancia e insensibilidad. Quienes afirman cosas semejantes quedan retratados para siempre. Pero lejos de preocuparnos por una imperdonable salida de tono de un individuo, considero que debemos elevar la reflexión y analizar con perspectiva general el asunto. ¿Existe un tipo de machismo estructural en nuestra sociedad que justifica sin rubor la violencia contra las mujeres? ¿Educa nuestra sociedad, nuestras instituciones y nuestras escuelas para el respeto y la igualdad entre géneros?  Estas y otras preguntas son algunas de las que debemos respondernos si queremos contar con un diagnóstico realista. De nada nos serviría  como país avanzar en todas las esferas si no atendemos algo tan esencial como la erradicación de la lacra machista, que actúa como el abono perfecto para la violencia, la banalización de los derechos de la mujer e incluso el desprecio hacia la femineidad como sinónimo de debilidad o inferioridad. Si queremos ser un país moderno pero con cimientos sólidos, con bases estables fortalecidas por el respeto a la vida, a los derechos y a la dignidad de cada colombiano, debemos condenar tanto los hechos de violencia contra las mujeres como las ofensas que, en modo de execrable justificación, tienen que soportar después las víctimas. Quizás haya quien aún no lo tenga claro. Pero una minifalda no significa nada. Es sólo una prenda de vestir que no lleva implícito ningún mensaje más que para mentes enfermas que así lo quieren ver. Sin embargo, determinadas afirmaciones, que pretenden legitimar un acto tan repudiable como una violación, sí llevan un mensaje de fondo. Y este mensaje supone la constatación de que hay mucho trabajo por hacer, para que entre las futuras generaciones no existan minicerebros que vean en una minifalda la explicación para una violación. Para que ninguna excusa sirva jamás para atentar contra la integridad física ni contra la dignidad moral de ninguna mujer colombiana.
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