El vaso medio lleno de Petro

Mar, 26/06/2018 - 11:56
Ahora que ya ha pasado el guayabo electoral lo que sigue son las especulaciones tanto de ganadores como de perdedores. Se destacan las triunfalistas que casi siempre esconden las íntimas emociones de
Ahora que ya ha pasado el guayabo electoral lo que sigue son las especulaciones tanto de ganadores como de perdedores. Se destacan las triunfalistas que casi siempre esconden las íntimas emociones derrotistas. La principal es la que tiende a descalificar al ganador, que consiste en decir que Iván Duque ganó pero no por sus propios méritos. Los perdedores en las presidenciales necesitan sentir como sugiere el técnico de fútbol Francisco Maturana que perder es ganar un poco. Por eso se les hace agua la boca con la mayor votación de un perdedor. Los 8 millones de votos que logró Gustavo Petro ahora tienen una lectura que puede servirle al candidato, pero poco le servirá a quienes quieran hacer un análisis desapasionado y certero. Más allá de intentar la variante populista de demeritar a toda costa a Duque lo que es un hecho es que el nuevo presidente ganó por sus méritos. Es un gran mérito haber logrado la sinergia necesaria para sumar las condiciones endógenas del candidato y las condiciones exógenas de su entorno. Duque tenía las endógenas que no tenían los otros candidatos, quizás con la excepción de Sergio Fajardo. En primer lugar el carisma, en segundo lugar la humildad para aceptar limpiamente las reglas de juego y en tercer lugar la capacidad de transmitir sus talentos, virtudes y conocimientos. El apoyo del expresidente Álvaro Uribe hace parte de las condiciones exógenas que al ser bien usadas se convierten en el mayor mérito del candidato. Pero como perder es cuestión de método, los petristas y el propio Petro se aprestan para exhibir durante cuatro años su triste subcampeonato como un campeonato que les fue vilmente arrebatado, como un triunfo con trampa de sus contrincantes y totalmente inmerecido, sobre el cual no desperdiciarán oportunidad para insinuar que se trató de un descarado robo, que el árbitro estaba cargado o que les amargó por los menos dos penaltis. No es que sean malos perdedores, es que necesitan victimizarse porque ese es el sendero que más les favorece para calentar motores para el próximo campeonato. Han de venderse como ganadores cuya medalla no la han podido recibir gracias a las triquiñuelas de quienes ostentan mañosamente el triunfo. Por eso no será raro escuchar a Petro y a sus petristas con el cuento de que en Antioquia perdieron porque es una sociedad arcaica y retrograda, que la clase media bogotana es suicida y que los pobres de la costa le venden el alma al diablo. Que el fiscal Nestor Humberto Martínez jugó con las cartas marcadas y omitió denunciar para favorecer a Duque y que los que votaron por Duque son unos miedosos que le comieron cuento al expresidente Uribe de que Petro traería el Castrochavismo a Colombia. Claro de ahí para adelante habrá que criminalizar a todo lo que no sea petrista, lo que no se asemeje a su carreta progresista y lo que no se identifique con su Colombia Humana. Hacer oposición contra las huestes del mal será su táctica. Pero los interesados en analizar realmente la reciente jornada electoral deben mirar con calma y más bien leer el vaso medio vacío de Petro. El miedo al Castrochavismo o a la venezolanización de Colombia no es un invento de Uribe. Es que Petro siempre ha querido ser partícipe de ese proyecto bolivariano que se inventaron con Hugo Chávez, en Venezuela y que solo se puede implantar sobre el cadáver de la burguesía de los países en donde se quiera instaurar el Socialismo del Siglo XXI. Esa es y será su apuesta. Y como en Colombia la burguesía tradicional no es la que manda la parada, sino la fuerza ideológica que encarna el expresidente Uribe, tendrán que estigmatizar a Duque y al expresidente para identificarlos como sus enemigos de clase. Una lectura más objetiva apuntaría a observar que el gran derrotado real es Sergio Fajardo, quien tenía todas posibilidades de derrotar a Duque en la segunda vuelta, pero que por cuenta del mezquino vanguardismo de Petro, se horadó el electorado de centro que quería cambios respecto de la clase política tradicional y en contra los factores polarizantes. Fajardo habría convocado al centro que Petro nunca logrará porque su fortaleza siempre estará en ser sus posturas radicales y su proyecto deberá estar marcado por la polarización, condición sine qua non para erigirse como salvador. Si se analiza con juicio el comportamiento electoral se concluirá que mucha gente que votó gustosamente por Fajardo, al final lo hizo a regañadientes por Petro. Y mucha gente que voto por Duque lo hubiera hecho gustosamente por Fajardo pero por buscar el centro terminaron con el candidato ganador, ya que el carismático líder de Compromiso Ciudadano perdió mucho terreno frente al radicalismo verbal de Petro y a la desafortunada postura de la camiseta verde que le significó algo así como el abrazo del oso ya que Claudia López, terminó como su fórmula vicepresidencial y es más lo que quita que lo que pone. El aspirante carismático que se había ganado la simpatía por no representar la polarización fue víctima de su apertura y su condición nada sectaria, la cual abrió la puerta a una persona ultra radical que se parece muy poco a sus posturas de centro y a su temperamento conciliador. Entonces es hora de que los simpatizantes de la centro izquierda comiencen a leer el vaso medio lleno de Fajardo. Sus 4 y medio millones de votos son más reales que los ocho de Petro, a donde seguramente están sumados estos. Y como todo parece indicar que Duque no va a ser lo que quisiera Petro y Claudia López y aún Jorge Robledo, el camino quedará expedito para un líder de centro como Sergio Fajardo, a quien hay que convencer de que no se retire, que no tire la toalla porque la democracia lo requiere. Fajardo debe comenzar a reactivar su equipo de Compromiso Ciudadano y a alistarse porque la única forma de que llegue una perspectiva diferente a la centro derecha es la que se identifique como centro izquierda. Nunca la extrema.  
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