Huff Post, el que busca encuentra

Dom, 27/02/2011 - 00:00
En un episodio reciente de The Colbert Report, el humorista político Stephen Colbert se refería a 
En un episodio reciente de The Colbert Report, el humorista político Stephen Colbert se refería a la venta del Huffington Post: dado que el agregador de contenidos de Arianna Huffington solía incluir enlaces a su programa, sugirió el comediante, era apenas justo reclamar una parte de los 315 millones de dólares que la gigante de las comunicaciones AOL había pagado para quedarse con él. Mejor aún, continuó, habría que crear un nuevo portal, mero espejo del ‘HuffPost’, un meta–agregador, el Colbuffington Re–Post, y a su turno venderlo, pero por 316 millones. Al fin y al cabo, el blog creado por Huffington en 2005 no era más que un intermediario entre los contenidos generados por los medios tradicionales y los consumidores; un eslabón más en la cadena de comunicación de la información, con una ínfima producción de contenidos propios. Puesto así, cuesta trabajo creer que un portal, por popular que sea, se haya podido convertir en una propiedad tan codiciada. Corriendo el riesgo de simplificar demasiado, el modelo consiste en vivir del trabajo de los ‘periodistas de verdad’, y añadir comentarios editoriales o análisis de una miríada de 'blogueros' que no cobran por sus aportes. Datos de la publicación especializada Advertising Age indican que el ‘HuffPost’ tiene una planta de 88 personas, entre redactores y editores, y un ejército de cerca 6.000 ‘blogueros’, encantados de regalar su trabajo a cambio de la visibilidad que significa aparecer en uno de los 'websites' más visitados de los Estados Unidos (la misma racionalidad que conduce a las mujeres a desnudarse gratis en las páginas de Soho). ¿Qué tanto tráfico genera el Huffington Post? Más tráfico que el New York Times, por ejemplo. Según las mediciones de Quantcast, el primero recibe cerca de 25 millones de visitantes mensuales mientras que el segundo ronda los 15 millones de visitantes al mes (en EEUU). En el ranking absoluto de las páginas web, el agregador figura en la posición 28 y el ‘Times’ en la posición 74 (Google es el rey). El hecho de que en poco más de cinco años un blog de agenda progresista, que originalmente fue creado como la reacción a su equivalente en la derecha, el Drudge Report (posición 78), se haya posicionado como el lugar de referencia noticiosa en la red, da fe de la dramática transformación que ha sufrido el periodismo con el advenimiento de los nuevos medios. (fuente: Quantcast) En principio, Arianna Huffington no parecía una candidata natural para comandar esta revolución. En octubre de 2008, el New Yorker publicó una semblanza de la inmigrante griega (su apellido de nacimiento es Stassinopoulos), procurando desentrañar las razones por las cuales se había convertido en el ‘oráculo’ de la edad moderna. Biógrafa, ‘socialite’, política, alma espiritual, mujer de millonario, gurú de la superación personal, ecologista, bloguera –cualquier cosa menos periodista–, la vida de Huffington era descrita como una sucesión de encarnaciones que desembocó en lo que conocemos ahora: una de las comunicadoras más efectivas del mundo anglosajón, una adelantada que se mueve cómodamente en el territorio de frontera donde zozobran tantos periodistas de la vieja guardia. Aquellos que, como yo, nacieron con un pie en la edad análoga y otro en la digital, posiblemente reconocen el vértigo que produce asomarse a la inmensidad de la red. Demasiada información, insuficientes guías y seguridades. Para navegar en un universo infinito se precisan los servicios de un baquiano que nos conduzca hasta donde queremos ir, que nos ayude a distinguir una planta venenosa de una medicinal, que nos garantice que llegaremos. Su talento y experiencia son invaluables. Los algoritmos de Google ofrecen la posibilidad de discriminar, entre el torrente incesante de ‘beats’, aquellos pedazos de información que nos interesan. Pero una fórmula matemática no necesariamente arrojará los resultados que buscamos. En ocasiones, hace falta emplear el discernimiento, un juicio de valor. Ahí reside, por ejemplo, el inmenso potencial de las redes sociales: su matriz cuenta con información sobre nosotros, sobre lo que nos gusta, sobre la gente con la que nos relacionamos, que permite realizar una búsqueda mucho más personalizada, a la medida de cada uno. El Huffington Post es el baquiano de las noticias. Los editores de este portal no son solamente piratas modernos, oportunistas que roban tesoros ajenos, sino también curadores, seleccionadores, ‘oráculos’. Son quienes ordenan la información, la jerarquizan, la diseccionan. Y casi que más importante que el trabajo mismo, es la confianza de los consumidores en el criterio aplicado. Todos los días, Arianna Huffington se sumerge en la avalancha de información que desciende sobre la humanidad y la reacomoda según le parece. Como editora del contenido de la red, no tiene rival. En su campo, goza de una reputación que no se compara con la de ningún ser humano sobre la tierra. Una reputación que vale trescientos millones de dólares. Aunque los jerarcas del viejo orden periodístico se sientan morir ante las transformaciones del paisaje, una anécdota quizás arroje una ráfaga de luz sobre un futuro que se adivina inmisericorde. Estando Huffington de visita en la redacción de un periódico, alguien le preguntó cuál era el interés en hacerse a los servicios de profesionales entrenados, con experiencia, cuyos servicios eran costosos, si con un blog como el suyo se podían conseguir mejores resultados. “Page views”, contestó. Ella sabe muy bien que si no fuera por el New York Times, por el Washington Post, por las agencias de noticias, por los reporteros, su sitio no generaría tráfico. Si no existiera el oro, los piratas no tendrían qué robar. La información en estado bruto tiene un valor muy relativo, especialmente cuando abunda. Tiene que ser sujeta a verificaciones, puesta en contexto, analizada. Aunque la búsqueda es importante, lo más valioso es el resultado. Según el New York Times, con la compra del Huffington Post, AOL hacía una apuesta por las noticias. No hay tal. AOL apostó por un intermediario, el más exitoso de todos. Las noticias las proveen otros: los periodistas de siempre. Por mucho que cambien los modelos económicos, los medios, la tecnología, a la larga, su oficio prevalecerá. Twitter: @lozanopuche Blog: http://adentrodelaunion.blogspot.com/
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