La geometrización del Barroco

Dom, 27/11/2011 - 01:22
La exposición que se abrió el pasado miércoles 23 de noviembre  de  David Manzur en el Museo de Arte Moderno de Bogotá,  tiene como título Ciudades Oxidadas.   Esas tonalida
La exposición que se abrió el pasado miércoles 23 de noviembre  de  David Manzur en el Museo de Arte Moderno de Bogotá,  tiene como título Ciudades Oxidadas.   Esas tonalidades corroídas por el tiempo nos hacen pensar  en su primera etapa abstracta que buscaba acercarse al informalismo español. Lo cuadros expuestos tienen la peculiaridad de ser siempre demasiado… Demasiada técnica, demasiado dibujo, demasiado mundo, demasiados territorios, demasiados caballos, demasiadas Meninas -en un homenaje a Velázquez -demasiados lugares, demasiadas ciudades, demasiados quijotes desvencijados. Cierto e interesante es la propuesta metafísica que logra en su pintura pero queda uno fatigado de tanta información visual.  Relatos  de occidente donde suceden  cosas dentro de una luz opaca. Los caballos, como lo fue la serie de San Sebastián,  las monjas o  las naturalezas muertas,  muestran la capacidad  de pintar una y otra vez la misma historia casi de una forma obsesiva. Las imágenes pierden el interés porque llevan  la vida a cuestas. Siempre es más importante su técnica que su representación.  Siempre salta la agilidad que la profundidad,  queda la pintura restringida por la habilidad técnica. Si apaciguara el rabioso sentimiento barroco, podríamos pensar en una pintura limpia. Pero ¿a qué se enfrenta el espectador? Sus ciudades oxidadas  tiene las siguientes condiciones y puedo correr el riesgo de quedarme corta en la descripción: un homenaje a Velázquez con  historias sagradas,  pedazos del Quijote de la Mancha, una revisión de la pintura de Zurbarán, un paso obligado de lo metafísico a lo Giorgio de Chirico,  un estudio de los caballos de Rubens entre otros. Y, después, como si fuera poco  vienen los miles de espacios, objetos y todos sus personajes. Los territorios urbanos guardan una correlación con los objetos precarios de una primera ciudad en la parte superior del cuadro que predica lo precaria que es la pobreza. Ya en un segundo plano vienen cubos modernos  que  tienen la función de telón de fondo moderno  con escaleras lisas y rectangulares y en las esquinas vienen  las Meninas  donde  además,  por su geometrización, es un homenaje a Malevich.  Después y como protagonistas vienen  caballos platinados que muestran la capacidad de trabajo que Manzur tiene  para crear imágenes que están  tan cerca de la realidad y donde  también entonces  nos podemos acercar a la corriente  hiperrealista. Nos falta mucho para terminar el recorrido por un cuadro, pero nos vamos acercando. Queda el  jinete casi descolgado, partido,   desvencijado en pedazos que lleva  su armadura de dolor puesta. No faltan unas líneas dibujadas con pulso de relojero. Líneas que muestran la eficacia de un pincel, no el talento de un maestro.
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