La Gilma que conocí

Lun, 01/07/2013 - 01:04

Gilma Jiménez no pasaba desapercibida. Desabrochada y cálida. Fuerte, vehemente y convencida al extremo de sus ideas. Batalladora como pocas, convirtió su compromiso con los

Gilma Jiménez no pasaba desapercibida. Desabrochada y cálida. Fuerte, vehemente y convencida al extremo de sus ideas. Batalladora como pocas, convirtió su compromiso con los derechos de los niños en su causa política y personal.  Era el rasero con el que media las políticas públicas, los proyectos de Acuerdo de la Ciudad y más recientemente, las leyes que se tramitaban en el Congreso de la Republica. Razón tenía en proclamarse como la ¨Senadora de los Niños¨. Y razón tienen quienes le otorgan esa distinción por encima de su condición de parlamentaria verde Tuve la fortuna de compartir con ella escenarios políticos. Y de polemizar sobre variados asuntos de la ciudad y el país. No era fácil discutir con ella. Porque su tono airado y controversial y la inteligente forma de ilustrar sus argumentos con hechos concretos la convertía en una rival difícil. Pero era una mujer frentera, sin rodeos y sin salvedades a la hora de defender sus posturas. La conocí como Concejal de la ciudad en el 2008. Asumió con entereza la oposición al gobierno Distrital y fue de los pocos votos en contra del Plan de Desarrollo de Samuel Moreno. Y no solo porque representara dignamente a Enrique Peñalosa, quien había perdido la Alcaldía con el candidato del Polo. Sino porque insistió en advertir que dicho Plan no cumplía con el Código de Infancia y Adolescencia. En el día a día aprendí a apreciar su entrega y consecuencia. Sus denuncias diarias. Admiré que su agenda no se limitó a los temas de ciudad. Ideó y lideró una cruzada para instituir, mediante un referéndum, la prisión perpetua para violadores de niños y niñas.  Lo que le dio estatura nacional a su liderazgo. Luego estuvimos juntos con Lucho, Peñalosa y Mockus en la creación del Partido Verde. Y compartimos, con la llegada de Fajardo, la inolvidable ¨ola verde¨. A ella, merecida cabeza de la lista verde al Senado, esta nueva fuerza política debe el umbral que garantizó su existencia legal. No ocultaba su escepticismo con el proceso de paz. Calificó como un crimen imperdonable el reclutamiento de menores por parte de los grupos armados. Resintió el poco apoyo del Gobierno Nacional a su referéndum de prisión perpetua para violadores. Y no ocultaba su acida critica a la administración de Bogotá. Pero siempre actuó lealmente con el Partido. Prefería guardar silencio público sobre algunas decisiones que no compartía. O pedir licencia para expresar sus opiniones con entera libertad. Algunos criticaban a Gilma su “populismo penal”. O la ideologización de sus causas políticas. Pero quizás allí radicó su éxito. Y a una honestidad a toda prueba. Pero es indudable que a su tezón e incansable trabajo debemos en buena parte esa creciente sensibilidad de la sociedad colombiana con el sufrimiento de los niños y su conversión en un asunto prioritario de la agenda pública nacional. Con toda razón nos reclamó una y otra vez que el primer imperativo ético de toda sociedad es la felicidad de sus niños y niñas. ¡Gracias Gilma!
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