Antes que nada un reconocimiento a la memoria de las víctimas del 11-S y a sus familias que ayer cumplieron 13 años de dolor y ausencia. A ellos todo mi respeto y solidaridad…
Este popular refrán o frase que si mal no recuerdo fue pronunciada por nuestro prócer Francisco De Paula Santander (que tanta falta hace por estos días), cada vez cobra más vigencia entre nosotros. En una sociedad sórdida y obnubilada por las cosas banales, vemos cómo los poderosos (buenos y malos) pasan de agache frente a obligaciones, mientras que otros (buenos y malos) deben recibir todo el rigor de la ley y la severidad de la justicia por no tener dinero, palancas o apellido político. Un caso que da cuenta de esto que es lamentable en materia de justicia, impuestos y en general de oportunidades para unos y desgracia para otros, es el del tristemente célebre “Ladrón de chocolatinas” Luis Mora Ferrer. A este hombre -a quien no le quito lo bandido por ladrón- la última vez le impusieron una condena de pena privativa de la libertad de cinco meses y algo más por el hurto de unos chocolatines en un supermercado de Bogotá. En una edición de mayo pasado la revista Semana con claridad y algo de indignación registró el caso de Mora Ferrer de la siguiente manera, manifestando que una de las quejas recurrentes de los colombianos es el nivel de impunidad al que ha llegado la justicia. Los responsables de grandes casos como los de la comisionista Interbolsa y el ‘carrusel’ de la contratación en Bogotá no han sido castigados suficientemente y en otros escándalos las víctimas se quedan a la espera de que alguien les responda (ejemplo masacre Avianca con 25 años de vergonzosa impunidad). Con los peces gordos la justicia cojea, y a los de ruana sí les cae. Hace pocos días, el juez quinto penal municipal de Bogotá con funciones de conocimiento condenó a cinco meses y siete días de cárcel a Luis Augusto Mora por el gravísimo delito de robar dos cajas de chocolatinas de un supermercado en carrera Séptima con calle 63. En un comunicado, la Fiscalía dio cuenta de que el ahora reo confesó ser “compulsivo” en el consumo de chocolates y que había cometido hurtos similares en otras ocasiones. Es decir, se le consideró como una especie de criminal reincidente. Y, seguramente por su elevada peligrosidad y dado que las dos cajas de chocolatinas costaban 15.100 pesos, en lugar de darle detención domiciliaria se decidió aplicarle el viejo adagio de que “un carcelazo no se le niega a nadie”, como medida curativa. En el derecho de la época romana decían de minimis non curat praetor o de minimis non curat lex. Esto significa que ni los jueces ni la ley deben ocuparse ni interesarse por asuntos menores. Esto tiene todo el sentido filosófico que se le quiera dar, pues no quiere decir que la justicia y sus efectos no deban ser erga onmes, lo que quiere identificar es la priorización de los casos y la necesidad de la operación y desgaste del aparato judicial en causas realmente menores, frente a las relevantes. Para casos como el de Mora Ferrer y “criminales” de este nivel hay otras medidas proporcionales y sensatas para que sientan que fueron infractores y que hay unas consecuencias jurídicas por ello. Ahora bien, desde el punto de vista carcelario es otra estupidez hacer algo así. Ese hombre en su prisión intramural está junto a delincuentes de la peor laya que superan los 4.000 en un estado de hacinamiento insufrible. Esto es un despropósito a todas luces. Qué quiere demostrar el Estado que cumple con la ley y su aplicación y que cuenta con fiscales y jueces de una gran diligencia. Que no nos metan ese golazo. No puedo dejar pasar esta nota sin tocar el caso del temido terrorista alias “El Carpintero”. Esta es otra joya en donde aplica el titular de este escrito de manera perfecta frente a los bandidos de las Farc, que con más gloria que pena, van derechito al poder con sus manos aun untadas de sangre inocente, de viudas accedidas, de menores reclutados y de huérfanos destrozados. Ahora resulta que entre el irresponsable Estado colombiano y Estados Unidos de Norteamérica se están tirando la pelota y lavándose las manos diciendo que no indemnizarán por esta “equivocación” a la víctima. Esto sucedió luego de que el país del norte hubiera retirado la solicitud de extradición. Este temido bandido llegó hace 15 años a San Vicente del Caguán desplazado por la violencia de los paramilitares en Boyacá. Desde que se radicó en Caquetá se dedicó a tajar madera en una humilde carpintería del pueblo; ni siquiera sabe usar un computador y lleva sus cuentas en un cuaderno. No obstante, Ariel Martínez estuvo preso en la cárcel La Picota por seis meses por el delito de Lavado de Activos a través de transacciones electrónicas y es tan noble que todavía está “pensando” a ver si toma alguna medida contra el Estado, que tiene toda la responsabilidad y por lo tanto debe asumir las consecuencias de una demanda en su contra por esta “pifia”. Tengo otras perlas en donde se ve que la ley es pa’ los de ruana y que son hechos de carencia de razón demasiado grandes e inentendibles. ¿Proporcionalidad y razonabilidad? Las compartiré la semana entrante. Abrazo cálido. Seguimos trabajando #nomasmentiras @colconmemoria presidencia@colombiaconmemoria.orgLa ley pa' los de ruana
Vie, 12/09/2014 - 04:16
Antes que nada un reconocimiento a la memoria de las víctimas del 11-S y a sus familias que ayer cumplieron 13 años de dolor y ausencia. A ellos todo