
Por: @Don_DiegoNorea
Con el argumento gaseoso de buscar la verdad, la niña Camila Zuluaga incomoda a la gente de bien desde los micrófonos de La W.
De manera desafiante esta pseudo periodista hace preguntas que me hacen aflojar el corbatín y que me generan una especie de pena ajena.
Lea también: Viendo el video de Ferro con el procurador
Si bien es cierto que Juan Manuel le está entregando el país a las Farc, nos lleva hacia una crisis económica y no habla claro -cosa que no es culpa suya-, él sigue siendo un hombre de las más altas dignidades, de sangre azul y descendiente de una familia que se ha encargado de conservar por décadas el status quo y el estilo de vida republicano.
No entiendo porqué una mujer, que debería estar en su casa pendiente de sus padres e hijos, debe tener el derecho a cuestionar al jefe de Estado.
Me molesta además que Camila haya puesto contra la pared a Juan Manuel por cuenta de un tema en el que está involucrada otra mujer; la señora esta Vicky Dávila.
Cuando Camila pregunta, imposta la voz, frunce el ceño, se agarra de la mesa, posa de intelectual y dispara su sarta de incoherencias.
El ritual lo repitió durante el diálogo con el presidente y cuando todo el país se preguntaba si Santos tuvo o no que ver con la salida de Dávila de la radiodifusora. Si me permiten, ella misma cavó su tumba. ¿A quién con dos dedos de frente se le ocurre cuestionar la autoridad y las fuerzas del orden en un país como Colombia? Por favor señora, este es un país en el que los barones hemos decidido el rumbo del mismo y para bien o para mal, lo seguiremos haciendo. No necesitamos que una mujer venga a cuestionar nuestras decisiones.
Vuelvo a Camila y su inmerecida disertación con Juan: "Presidente, para pedir la cabeza de un periodista no necesariamente hay que levantar el teléfono y llamar al director de la organización. Usted hizo unas declaraciones en una entrevista con Ángela Patricia Janiot en donde decía que lo que había hecho Vicky Dávila no era buen periodismo y dijo que se despojaba de su condición de presidente y se trasladaba a la de periodista, como si eso pudiera hacerlo usted en algún momento. ¿No le parece que esa fue una presión indebida de su parte y más cuando hay una relación asimétrica de un presidente atacando a una periodista por su labor?", le dijo la niña a Juan Manuel.
El raciocinio sería interesante solo si lo hubiera hecho el doctor De las Casas o Julito, pero si Camila piensa que está mal que Santos presione a una periodista para evitar una crisis gubernametal, pues básicamente es un argumento pobre.
Se podría pensar que Camila es valiente, buena periodista, aguda, acuciosa e inquieta. Pero ojo, no lo es. Es mujer, y atendiendo a su señor marido es donde debe estar.
Permitir que las mujeres lleguen al periodismo, a la política, y en general al mundo laboral, es uno de los excesos de la democracia que jamás entenderé, como tampoco lo entendió mi fallecido primo Godófredo Cínico Caspa, quien opinaba:
"La democracia es un derecho y un privilegio de la gente de bien. Deberíamos volver a las constituciones del siglo XIX cuando quienes teníamos derecho al voto éramos los barones mayores de 35 años, casados, con renta superior a 1500 pesos y que demostrásemos actos de inteligencia. Mujeres: Dejen en paz las urnas y vuelvan a la cocina. No hay derecho que los comunistas ni que los opositores voten".
***
Diego Norea es asesor del Centro de Estudios Ultraconservadores de Colombia, y hace presencia en la vida pública del país desde que fue miembro de las juventudes laureanistas.