La pesca de delfines

Mar, 05/03/2013 - 01:03
Qué odiosas que resultan las monarquías, sólo sirven para llenar inútiles páginas en revistas como Caras, Gente, Hola y Aló, pero de resto son parásitas de sociedades arribistas en las que se c
Qué odiosas que resultan las monarquías, sólo sirven para llenar inútiles páginas en revistas como Caras, Gente, Hola y Aló, pero de resto son parásitas de sociedades arribistas en las que se consolidan privilegios para un puñado de personas por el simple hecho de heredar apellidos. Nosotros, entre los muchos males que padecemos, no tenemos, afortunadamente, el de la monarquía; a no ser la multiplicidad de reinados estúpidos que se inventan en cada pueblo, empezando por el de Cartagena para hacernos creer que tenemos “Reinas”. Claro esos reinados son por meritocracia, es decir, se ganan por poseer atributos físicos y no se heredan. Tampoco son vitalicios. ¡Qué tal que lo fueran! Los atributos físicos son tan efímeros como nuestras reinados, que máximo duran doce meses. Sin embargo, hay una tendencia preocupante en Colombia a consolidar clanes familiares, que se establecen como dinastías monárquicas en las que los privilegios se heredan sin ninguna meritocracia. Es el caso de nuestra clase política, en la que no hay un solo dirigente que no haya heredado su caudal político a un/a delfín o delfina, y así se nos está colando por la puerta de atrás una monarquía constitucional y electoral. Hasta hace poco esta práctica parecía restringida a la política más tradicional, a aquellas castas que venían desde principios del siglo pasado, pero en los últimos años el mal ejemplo ha contagiado a las nuevas clases políticas, y ahora vemos personajes “de las nuevas clases políticas” con su delfín y delfina ubicados en el partidor electoral de esta pobre y maltrecha democracia. Ya teníamos Santos hasta en la sopa, mejor dicho un Santo para cada vela, y se prevé que habrá Santicos y Santicas en áreas como el Ejército, el Congreso, la Presidencia, la Vicepresidencia, Embajadas y cuanto cargo público esté al alcance de esta dinastía que es una de las más antiguas de Colombia. También tenemos Gavirias, Lleritas, Turbayes, Galanes y Samperitos a tutiplén, en una segunda generación de delfinazgos que asoma en las aguas movidas del Partido Liberal, de La U o de Cambio Radical. Y por supuesto, también hay delfines en cada departamento y municipio que se respete, porque las dinastías se arman en la brega electoral regional, departamental o nacional. La semana pasada nos contaron que la hija de Angelino Garzón ingresó al Partido Liberal y fue recibida con entusiasmo por el hijo de Cesar Gaviria, quien le entregó un cargo de dirección para que más tarde llegue al Congreso y así juntos representen la “renovación” de la política. Caí como Condorito, el simpático personaje de las tiras cómicas: ¡Plop! Con todo lo que admiro al doctor Angelino y nos sale con que también estaba incubando su defina. Ay, pobre país democrático, soñando con ser una monarquía hereditaria… ¿Acaso no aprendemos de lo que le  está pasando a la madre Patria, que no sabe como desembarazarse de sus monarcas, esos que le ayudaron a reconquistar la democracia, pero ahora se la están tirando? Si yo estuviera en España y pudiera dar consejos como nos dan aquí todos los días los periodistas españoles, le diría a Juan Carlos de Borbón que en lugar de cazar elefantes, se vaya de pesca de delfines. Le iría mejor a él y a España; pero como no lo soy, le pido a Salud Hernández-Mora que  le aconsejen a nuestra clase dirigente que implemente este tipo de expediciones en las aguas turbulentas y contaminadas de nuestra querida Colombia y convirtamos al delfín en una especie en vía de extinción electoral. www.margaritalondono.com http://blogs/elespectador.com/sisifus/
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