Definitivamente, un pueblo educado y en medio de una dinámica positiva de desarrollo, se comporta de manera muy distinta a aquel en que amplios sectores de la sociedad viven en condiciones de subdesarrollo con educación precaria y pocas posibilidades de una vida digna. Un reciente viaje a Uruguay me permite plantear esta reflexión. Primero, después de varios años de crisis, Uruguay está creciendo al 8 por ciento anual, ha triplicado la llegada de inversión extranjera y sus exportaciones se han dinamizado significativamente, especialmente las que ellos llaman soja o soya para nosotros. Después de ver el deplorable estado de Bogotá, no solo llena de huecos y obras inconclusas, con sus paredes llenas de grafitis, y de Caracas también con sus paredes sucias además del crecimiento de sus tugurios; llegar a Montevideo constituye una agradable sorpresa. Una ciudad ordenada, limpia y con una población llena de optimismo. Los salarios han crecido, la indigencia es casi inexistente y tienen la tasa de desempleo más baja de América Latina, 5 por ciento.
Pero ha sido el comportamiento de unos ladrones lo que más me sorprendió, y no solo a mí sino a todos los asistentes a un foro internacional. Como en todas las ciudades del mundo, especialmente aquellas llenas de turistas como Montevideo, hay ladrones a la caza de estas víctimas. Pues una pareja de jóvenes asistentes al foro mencionado, fueron sorprendidas a plena luz del día por un jovencito que le arrebató la cartera a una de ellas, en la puerta del hotel, a plena luz del día. La joven filipina que se dirigía a una cena en un restaurante cercano, estaba agradecida de no haber sido agredida como le había pasado en otro país. La sorpresa empezó cuando estando en el restaurante, se les presentó un hombre de unos 20 años que se identificó como un amigo del ladrón. La razón de su presencia era pedirles excusas porque su amigo el ladrón, era demasiado joven y no tenía "código de ética". ¿Cómo así? Preguntaron sorprendidas la joven filipina y su compañera. Lo que sucede, respondió este joven, es que ese muchacho es demasiado joven y no sabe que no se le puede robar un pasaporte a una persona que no habla español, cuando además, no tiene embajada en este país. Por ello él quería remediar esa falta de "código" de su amigo y devolverles el pasaporte, obviamente con una recompensa y sin mencionar los dólares que estaban en la cartera. ¡Perdón! ¿Cómo?
Se pueden imaginar la sorpresa de las extranjeras que sin pensarlo empezaron a "negociar" la forma de entrega del preciado documento. Ya eran conscientes de que un viernes en la noche, en un país donde no había embajada de su país, hacían de su regreso a Manila al día siguiente un imposible. Pero la historia no termina allí. Por sugerencia del interlocutor, se llegó al siguiente acuerdo: la madre de él, de 80 años, iría al hotel y entregaría el pasaporte por 25 dólares. La condición: que ellas no mandarían a una anciana madre a la cárcel. Todos los asistentes al foro internacional, absolutamente incrédulos, observaron detrás de una cortina este insólito tipo de ladrones, pacíficos, informados y con código de ética. ¿Y qué pasó al final? Pues las filipinas no perdieron su vuelo y la señora madre sigue en su casa, tranquila… Con razón el Presidente Mujica toma café en cualquier sitio de la ciudad sin un guardaespaldas, y con mucha frecuencia se le ve en restaurantes conversando con la gente.
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Ladrones con código de ética
Lun, 04/04/2011 - 00:05
Definitivamente, un pueblo educado y en medio de una dinámica positiva de desarrollo, se comporta de manera muy distinta a aquel en que amplios sectores de la sociedad viven en condiciones de subdesa