Libertad y paz en el alma

Mié, 11/11/2015 - 17:03
-¿Cómo se llama el perro? -me preguntó un hombre de apariencia similar al Stalker de Tarkovski.

Le respondí:

-Es perra y su nombre es Choco.

Nos había alcanzado cerca al Parque San Luis
-¿Cómo se llama el perro? -me preguntó un hombre de apariencia similar al Stalker de Tarkovski. Le respondí: -Es perra y su nombre es Choco. Nos había alcanzado cerca al Parque San Luis en donde lo vi pasándole la mano por la cabeza a Choco, una perra de tres años que mi hija y su madre recogieron, de apenas semanas, cuando merodeaba en el terreno de La Calera donde se iniciaba la construcción de la que algún día será la casa que compartiré con mis hijas. Se detuvo en frente a mi diciendo: -Tengo que decirle algo… Y murmuró unas frases de las que apenas alcancé a comprender: “libertad y paz en el alma”. -Lo tenía atorado desde que lo vi en el parque y tenía que decírselo para sacármelo de aquí, dijo apretando su cuello. Le di humildemente las gracias y seguí caminando hacía mi taller. Al llegar abrí en mi tableta una página cualquiera de Recuerdos, sueños y pensamientos, el libro que me acompaña desde hace meses, en la que hacía Jung una reflexión sobre la lucha de Jacob con el Ángel. De esta ensoñadora escena bíblica me quedaba un recuerdo imborrable: el grabado de Doré de la bella edición de La Biblia de mis padres, en cambio no recordaba muy bien la historia. En Génesis 32:22-32 se relata como Jacob se encuentra con un ángel al que le pide la bendición y le es negada. Jacob lucha con el ángel para obtenerla. Es ardua la lucha y dura toda la noche hasta que el ángel decide inmovilizar a Jacob descoyuntándole un muslo. -Déjame, porque raya el alba, le dijo el ángel. -No te dejaré, si no me bendices, insistió Jacob. Entonces el ángel le pregunta su nombre y lo bendice diciendo: -No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. El relato termina así:Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel (El rostro de Dios); porque dijo: ‘Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma’.” (Génesis 32:30) La lucha de Jacob tiene su fruto: la liberación del alma. Dos días después Antonio Nicolás Briceño me convido a visitar a un personaje inolvidable, como esos que encontraba en las páginas de Selecciones dedicadas a testimonios dados por escritores de personajes que sobresalían más por sus cualidades que por su renombre. Aunque mi personaje ha ocupado, de manera ejemplar, altas posiciones en el gobierno su valía es mucho mayor por sus virtudes. Se trata de Luis Alfredo Ramos, persona integra con un sentido del deber que se refleja en cada uno de sus actos, de sus palabras y de sus pensamientos; cualidad casi imposible de encontrar entre quienes dedican sus vidas a la política. A este personaje que bien podría estar sirviéndole al país, y ¡de qué manera!, lo mantienen privado de libertad hace dos largos años desde cuando se perfiló como el más fuerte contendiente para enfrentar a Juan Manuel Santos y su afán de instalarse, como fuera, cuatro años más en el poder. Con cierto alivio recibo la noticia de que, ¡por fin!, la Procuraduría se manifestó pidiendo a la Corte Suprema de justicia que le de libertad provisional, no encontrando justificación para que se le siga privando de la libertad mientras se emite un fallo que, si es emitido bajo los principios de lo justo, según mi parecer será absolutorio. Este concepto de la Procuraduría, que debería recibir como una buena nueva, no me tranquiliza. Ya hemos visto como la rama judicial se hace la de las gafas con los reclamos del Procurador y sus delegados sin importarles una higa pasarse por la faja los conceptos del ente encargado de velar por la protección de los derechos de los ciudadanos y la defensa del interés público. Y todavía menos tranquilidad me proporciona que un nuevo enfrentamiento entre la Corte y la Procuraduría termine por alargar la privación de la libertad de un inocente. Porque de lo que se trata aquí es de una injusticia que clama al cielo y que no hace sino corroborar que el país está en el fondo de un abismo en donde sólo hay oscuridad. A los treinta años del ataque más feroz en la historia contra la justicia, cometido por unos terroristas, vemos con desolación como en el país se juegan intereses tan grandes y siniestros que pasan por encima de cualquier principio de humanidad. Luis Alfredo Ramos es un héroe al que no quieren libre, muy por el contrario lo quieren ver doblegado para impedir su accionar como el acérrimo defensor que ha sido y lo ha demostrado a lo largo de su vida pública, de nuestra democracia que pasa por el momento más crítico de su historia. Cuando vemos desmoronarse el país que habíamos logrado construir con la ilusión de convertirlo en grande y prospero, aspiramos a que Luis Alfredo Ramos salga victorioso de la lucha contra el ángel pero no el luminoso con el que combatió Jacob sino uno surgido de las tinieblas del abismo, representando los poderes infames que se han tomado al país, para enfrentar otra lucha mayor pero ya en libertad y con paz en el alma.
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