Lo que es con Uribe es conmigo

Jue, 15/10/2015 - 18:51
En estos tiempos, en los que lo virtual pareciera devorarse a lo real, contemplo con admiración como la campaña electoral del Centro Democrático ha venido demostrando que las antiguas maneras de in
En estos tiempos, en los que lo virtual pareciera devorarse a lo real, contemplo con admiración como la campaña electoral del Centro Democrático ha venido demostrando que las antiguas maneras de intercambio entre las personas siguen vigentes a pesar de las nuevas. El contacto directo, la sonrisa, un estrechón de manos, un cruce de miradas sigue siendo la mejor manera de entendernos con nuestros semejantes y es en las manifestaciones en la plaza pública donde se expresan las convicciones políticas; mientras las redes sociales son utilizadas para establecer una comunicación extraordinaria en un proceso electoral regional que antes estaba totalmente atomizado. Lo que ocurre en cualquier rincón apartado adquiere la relevancia que se merece. Las cosas han cambiado para bien gracias a la aparición, en el panorama político nacional, de un partido en el que quienes lo lideran están directamente vinculado a sus bases y con él la democracia se siente rejuvenecida. Es supremamente alentador ver como las plazas de las ciudades y pueblos de nuestra Colombia se llenan para escuchar a los líderes del Centro Democrático y a  sus candidatos que, con seguridad y en el caso de ganar las elecciones, los van a representar a cabalidad. Qué diferencia con los desprestigiados partidos tradicionales y los híbridos que han surgido de ellos. También con aquellos que quieren conquistar al pueblo con burdos populismos que no traerían sino retraso y ruina si llegasen a alcanzar las mayorías. Lo que estará en juego el 25 de octubre, ya tan cercano, es definitivo para nuestra dolida democracia. Los colombianos ya somos conscientes de nuestra inmensa responsabilidad histórica. ¡No podía ser de otra manera! En los meses transcurridos desde las últimas elecciones ha quedado al descubierto lo que nos tiene preparado el gobierno ilegítimo de Juan Manuel Santos junto con los narcoterroristas de las FARC, ya están a la vista de todos sus maléficos planes sin los múltiples velos con los que los ocultaban. Como parte de ese destape se puso en evidencia lo que muchos suponían, que para socavar cualquier forma de resistencia el plan es ir tras el líder de una inmensa mayoría de colombianos, el mismo que se ha convertido en la talanquera que impide la entrega total del país al comunismo internacional. Lo que no se esperaban, quienes pretenden semejante atrocidad, era una respuesta tan contundente a través del sencillo slogan ‘Lo que es con Uribe es conmigo’. Con esta simple frase se ha venido a forjar una solidaridad muy fuerte entre los uribistas. Un buen tiempo ha pasado  desde aquel 7 de agosto, de triste recordación, cuando la traición y el engaño se instalaron en la presidencia de Colombia. Han sido cinco años  de duro aprendizaje. Ahora son muy pocos los ingenuotes que continúan creyendo en unos poderes carcomidos hasta la médula y ejercidos con el único fin de llevarnos, por rutas cavernosas, a abismos insondables. Les salió el tiro por la culata a estos malandrines a pesar de haber ya actualizado sus técnicas que cada vez se parecen más y más a las de los torturadores cuando aplican descargas, con largos lapsos de tiempo entre unas y otras, para acabar con las defensas de sus víctimas. Hoy nos salen con cualquier barbaridad que ofende a todos y luego la dejan guardada por unos días hasta que se apaguen las protestas para luego instalarla definitivamente ante nuestras miradas impotentes. Con un simple gesto de solidaridad manifestado abiertamente al portar una camiseta o compartir por las redes el slogan 'Lo que es con Uribe es conmigo' hemos hecho una demostración de que no nos van a doblegar. Somos una oposición consciente del deber de salvaguardar la democracia, deber que nos exige ir mucho más allá del simple hecho de participar en las elecciones con el voto y luego olvidarse del asunto. Para esta oposición las elecciones son tan sólo una de las formas de resistencia, entre muchas, pero esencial para hacer ver que tan sólidas son nuestras convicciones y qué tan capaces somos para asumir cualquier desafío, como el que se nos viene, el de enfrentar un nuevo fraude electoral. No tengo dudas de que tanto en Bogotá como en Medellin y en cientos de ciudades por todo el país el Centro Democrático demostrará de nuevo ser una mayoría indiscutible y que ante eso no tendrán más remedio que atender nuestras exigencias, empezando por  la más fundamental, la de  respetar nuestra democracia.
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