¿Pero, qué le pasó a Vargas Llosa?

Sáb, 26/03/2016 - 14:24


“Era demasiado pobre para darse el l
Mario“Era demasiado pobre para darse el lujo de tener dignidad” M V LL Diserta novelísticamente el escritor Mario Vargas Llosa en su nuevo libro, “Cinco esquinas”, sobre un tema de candente actualidad: la prensa amarillista, esa cuyo objetivo es esculcar insidiosamente en la vida privada de los demás –sobre todo en la intimidad de las alcobas– con el ánimo de revelar en la picota pública los devaneos de personas conocidas, para, de una parte ridiculizarlos, y de otra –más perniciosa aún– desacreditarlos y alejarlos de la fama y reconocimiento que poseen, al tiempo que extorsionarlos, vilipendiarlos y someterlos a dictámenes de malévolos intereses. Esta nueva novela del Nóbel 2010 se concentra, entonces, en la manipulación periodística en procura de intereses oportunistas, en particular los gubernamentales que buscan confabular, embaucar la opinión y destruir opositores. En ese lodazal también están los ejecutores: los periodistas que se prestan a este nocivo juego mediante la captación de dádivas. Tema de gran preocupación actual: la profesión periodística parece evolucionar al garete sin una clara deontología y convertida en muchos casos en intermediaria útil entre el poder dominante (estatal, político y empresarial) y el pueblo; los periodistas saben cómo decir las cosas, cómo ocultarlas, cómo detonar escándalos a su debido momento, y deliberada y maquiavélicamente lo hacen por encargo remunerado. Desolador. Y es a esto que estamos llamando o haciendo pasar por libertad de expresión; un tema sobre el que nos hemos explayado en columna anterior (“Atropellando la intimidad de las personas”). Para lograr el propósito denunciador de tales prácticas, concibe el escritor un pasquín periodístico de mediocre factura en donde con notas denigrantes y fotos de apoyo se intenta extorsionar a un rico y prestigioso empresario peruano; una emboscada que terminó en una orgía premeditada que le fue tendida, y en la que el incauto empresario fue fotografiado y puesto en evidencia. Aparte de la problemática familiar causada, es fácil imaginar el ventarrón público y la difamación que levantó el suceso. Pero lo más importante y que amerita detenimiento de análisis es cuando el desarrollo muestra que el mentor de estas patrañas es el nefasto Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional del expresidente peruano Fujimori (década de 1990). La novela se desarrolla en la época en que Perú se enfrenta al terrorismo organizado por Abimael Guzmán, líder de la organización subversiva y maoísta Sendero Luminoso, y que obligó a Fujimori a tomar medidas excepcionales de seguridad entre las que figuró el toque de queda diario. Al mismo tiempo es una época de gran corrupción y de profundos descalabros y arbitrariedad por parte de Fujimori y su camarilla encabezada por Montesinos, quien tenía realmente las riendas del poder. Ambos terminarían en la cárcel purgando largas penas que aún no han concluido. Vargas Llosa nos refresca la memoria sobre estos fatídicos personajes que lideraron tan ominoso régimen; tal vez, una oportunidad también de desquitarse de ellos, contra los que blandió contienda política; recordemos que este escritor quiso ser presidente del Perú (vaya audacia; zapatero a tus zapatos) y que por fortuna para la literatura no logró. El léxico escogido para el libro es bastante peruano, con lo que probablemente haya querido el escritor darle un contexto muy local al tema, que permita expresar mejor esa idiosincrasia que domina la narrativa. La novela salpimienta insistentemente el tema erótico, con amplios y explícitos pasajes. Temas que francamente al escritor en esta novela no le salen bien, suenan por momentos crudos sin serlos, artificiales, y a hasta teóricos. No es este campo en donde el escritor descuelle; las alusiones eróticas en algunos de sus pasados libros tenían relevancia en la medida en que correspondían a épocas en las que estos temas eran vedados, motivos de escándalo, osadías que congraciaba el lector; hoy, esta temática se ha liberado a tal extremo que ya resulta difícil subvertir, crear polémica o constituirse en tema de interés. No logra el escritor, por sencillez y falta de originalidad en la materia, cumplir este cometido. Hubiese sido preferible limitarse a menciones más someras y sutiles, y dejar la imaginación trabajar; los escritos eróticos actuales tienen mucha imaginación y van muchos más lejos. O sea, ni chicha ni limonada... El tema tratado, como hemos indicado, es de gran interés, la trama utilizada, infortunadamente es de un simplismo carente de refinamiento, convirtiéndose, entonces, la narración en una aventura con carices de telenovela latinoamericana de baja factura. No es el estilo ni la abstracción a los que nos ha acostumbrado el Nóbel. No creo que este libro vaya a figurar entre lo más destacado de su bibliografía; un libro menor, por decir lo menos. Habría que indagar cuáles son los motivadores y objetivos de un reconocido escritor cuando se lanza en una nueva aventura literaria, sobre todo los de aquellos que se han hecho acreedores a encumbrados galardones, cómo sienten el compromiso de publicar, al tiempo que son conscientes de la enorme dificultad de satisfacer a un público que los ha admirado y que están ávidos de seguir leyéndolos y por supuesto de verlos evolucionar con una calidad superior; un in crescendo que suena imposible de mantener; difícil imaginar que los lectores comprendan una calidad y un interés temático sujeto a curvas sinusoidales, exigen un ascenso permanente, ese que, insisto, es impracticable. Tal vez, esta corta reflexión explique el porqué de este nuevo libro del gran Mario Vargas Llosa, que desde mi punto de vista no es un ascenso, sino un declive. ¿Hay necesidad de publicar siempre? ¿Con qué frecuencia “obligatoria” deben hacerlo? ¿Es posible parar en algún momento justo para obviar esa imposible ascensión? Así planteadas las cosas, ¿tenía García Márquez necesidad de publicar en sus postrimerías “Memoria de mis putas tristes”? ¿Acaso mi respetado Umberto Eco tenía necesidad de escribir y publicar su último libro (dicen por ahí que hay otro inédito) “Número cero” –que también trata como Vargas Llosa el tema de la manipulación periodística–? Libros, francamente, que de buena recepción hubiesen sido en sus inicios, pero que poco apreciables para cierre de brillantes carreras. De estos ejemplos hay a montón, me contento con estos dos. Como tengo gran admiración por este escritor, cuya obra me extasía, prefiero acallarme aquí y en lugar de desaconsejar de lectura este nuevo libro, más bien invitar al lector a hacerse su propia opinión que bien puede distar de la mía. Y esperando, como se dice por ahí en los malos mentideros, que el síndrome Presley no lo esté embargando.
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