Publicar o no publicar, esa es la cuestión periodística

Mar, 23/02/2016 - 17:05


El debate mojigato que se ha suscitado a partir de la emisión del video en que dos personas tienen una conversación homosexual ha servido para que afloren toda clase de oportunismos. Primer
El debate mojigato que se ha suscitado a partir de la emisión del video en que dos personas tienen una conversación homosexual ha servido para que afloren toda clase de oportunismos. Primero saltaron quienes quieren encontrar un papayaso para alegar una supuesta homofobia que habría inspirado a la periodista Vicky Dávila para publicar algo que desde las ópticas oportunistas hay que autoconvencerse de que está muy poco concatenado con las investigaciones sobre una red de prostitución, que según la periodista ha sido orquestada desde los más altos niveles de la Policía y el Congreso. Aquí, la verdad se necesita querer tapar el sol con un dedo para asumir que por ser el mismo capitán el que denuncia al general Rodolfo Palomino el que graba la conversación con el viceministro Carlos Ferro se pueda suponer olímpicamente que no tiene nada que ver. Es probable que de la conversacion no salgan elementos probatorios pero que tiene que ver, claro que si. Por lo menos el mismo personaje es el que acusa al uno y graba al otro. Ahora, que alguien crea que sea un montaje del capitán, puede que si, pero si se analizan otros testimonios, pues ya está claro que todos los caminos conducen a que algo huele mal. Los otros oportunistas salen de esa horda que se alborotó con el cuento de que emitir el video era violar la intimidad de alguien que en privado funge de homosexual y en público finge lo contario. Pues esa intimidad no es tan íntima cuando se trata de personajes públicos. Y la principal característica que debe asumir quien se embarca en la vida publica, entendiéndose ésta como el ejercicio de la política y en donde se juegan los intereses del público, es que no puede haber nada que se hable en privado que no se pueda sostener en público. Vale rescatar ese pensamiento de Antanas Mockus, que es de los pocos que entiende claramente lo que significa la ética de lo público. No pertenece a la esfera de la intimidad algo que compete a los intereses ciudadanos. No se equivoquen. A nadie le importa lo que haga el senador con su trasero. Eso despertará algún morbo en algunos, pero no fue lo que quizo develar Vicky. Ella quería demostrar que en efecto hay algo sórdido en esas relaciones con policías, ascensos y senadores homosexuales que pueden estar involucrados en ese delito de trata de cadetes y quién sabe en qué otros más. Tal vez el pecado de Vicky fue que se auotochivió porque por sacar al aire la chiva se pudo petaquear la investigación que venía realizando. Claro que hay que entender que la avezada periodista la saca porque íntimamente sabía que sus días estaban contados. Esa fuerza superpoderosa que logra tumbarla ya venía haciendo su tarea y no se puede desestimar que cuando el propio presidente Juan Manuel Santos la encaró en público el año pasado ya llevaba un mensaje implícito para los dueños de  la cadena radial. De hecho, ella ya había sufrido un primer campanazo cuando la relevaron del noticiero de television. Nadie que sepa cómo se mueven los hilos del poder puede dudar que el pedido del presidente, sea expreso o no, era quítenme esa mujer de mi camino. Y los que conocen más de cerca a Santos creen que su poder retaliatorio no es  subestimable. Y quienes entienden que los medios sobreviven gracias a varios tipos de mermelada saben que quien se enfrenta a un presidente, la lleva. Por eso el debate es farisaico. Y se equivocan quienes creen que Vicky se equivocó. Ella tenia en su poder una pieza del ajedrez y la utilizó entre otras por las presiones que le venían haciendo quienes tenían en movimiento las demás fichas. Seguramente se desesperó un poco al saber que mientras le pisaban los talones podría desperdiciarse ese as bajo la manga, ya que a su juicio está perfectamente ligado a su investigación y porque además el viceministro Ferro le mintió cuando le dijo que no conocía al famoso capitán. Eso le dejaba ver que habia gato encerrado y que probablemente en la jaula de las locas. Vicky no ha sido santo de mi devoción. Es un poquito carrerista, algo sobradora y se porta como eso que las señoras bogotanas llaman una levantada. Pero en este episodio hizo lo que haría cualquier periodista que investigue seriamente algo. Tal vez soltarlo no fue oportuno respecto de la investigación, pero nunca contra el buen nombre de quien aparentemente lo tenía. Si algo dañó el buen nombre del viceministro es su doble vida. Nunca la acción del periodista. Son sus actos y sus conversaciones las que afectan su relación con su familia, no el actuar del periodista que está obligado a contar lo que otros quieren ocultar. Y vale la pena repetir, la noticia no era la homosexualidad de un exsenador. La noticia es que existe una red corrupta en el Congreso y todo indica que el exsenador puede estar involucrado. No se sabe qué tan poderosos sean los tentáculos de esta red pero si da miedo lo que se ha venido contra Vicky, aún desde los medios, como si ella hubiera acabado una familia y su honra, como si ella hubiera gozado contando que un senador tenía practicas homosexuales. Porque mientras se ha dejado de lado y casi logrado apabullar el verdadero fondo que es la red corrupta de tráfico de ascensos por favores sexuales. Hay que alentar a los periodistas a que sigan contando lo que les huela a feo. Los periodistas no somos jueces pero si tenemos olfato y muchas de las cosas que suceden en los estrados judiciales se han originado en el espíritu de sabuesos de los reporteros. Me tocó vivir esto en el pasado cuando obtuve la grabación en la que un ministro de justicia aparecía recibiendo un cheque de un narcotraficante y sostenía una conversacion en la que aceptaba el dinero para solventar su campaña al senado. Fue una celada del narcotráfico contra un ministro que le había jurado la guerra a los dineros calientes, pero desafortunadamente el ministro cayó en la celada y el cheque entró a su cuenta. En Semana dimos la pelea para que se publicara y Felipe López finalmente accedió contra las voces de los periodistas que argumentaban palabras mas palabras menos lo que se le ha dicho a VIcky en esta ocasión. Que se caería el ministro, que era un hombre honrado y que las mafias le habian tendido una trampa. Todo eso era cierto pero era un deber con la verdad contar lo que se contó, contra viento y marea. Años después cuando me encontraba en el exilio porque Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano, me querían matar por haber revelado lo que se publicó en Semana como El Dossier Paramilitar, obtuve una grabación de una entrevista que le hacía un periodista al Mexicano en la que aceptaba que el Cartel de Medellín había asesinado a Luis Carlos Galán. La cinta había recorrido emisoras, noticieros y periódicos y nadie se atrevía a publicarla porque el propio Rodríguez Gacha le decía al periodista grabe pero no me la publique. Yo sabia que si daban la entrevista era porque para ellos era importante que se conociera y que creían que si la soltaban como impublicable lograban intimidar al Estado. Pero decidí publicarla en España en la revista Interview, con lo cual logré que Semana la reprodujera en Colombia. Esa vez hubo quienes me criticaron y hasta calumniaron. Uno que otro dejó ver su saña y llegaron a escribir que yo había faltado a la ley de derechos de autor, como si yo hubiera dicho que era una entrevista mía. No era mía. Era un documento que muchos no querían que se publicara pero que cayó en manos de un periodista que estaba convencido de que el mundo debía saber que los narcos confesaban que habían asesinado al líder liberal que iba a ganar las elecciones presidenciales y que los iba a extraditar. El mundo supo que el cartel de Medellín tenía acorralado al Estado y que ese crimen era una declaratoria de guerra.
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