Recuerdos de Belisario

Sáb, 02/07/2016 - 05:14
Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*)

Belisario Betancur era entonces, a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, un pobre  estudiante de provincia (de Amagá, por más se
Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*) Belisario Betancur era entonces, a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, un pobre  estudiante de provincia (de Amagá, por más señas) que a duras penas lograba sobrevivir en Medellín. Disfrutaba de una beca -¡gracias a Dios!- para estudiar Derecho en la Universidad Pontificia Bolivariana, pero solía estar con los bolsillos vacíos, aunque fuera presa de grandes ideales, de locas ambiciones, mientras devoraba más y más libros, hablaba de literatura e historia, y hacía sus primeras incursiones en la política, lejos de imaginar adonde habría de llegar. La difícil situación económica, sin embargo, lo golpeaba con rigor. Por fortuna, había hecho amistad con uno de sus compañeros de estudio, Otto Morales Benítez, pueblerino como él -de Riosucio, Caldas-, recién llegado de Popayán (donde había terminado bachillerato) y en buena hora fundador del suplemento literario “Generación”, publicado por el tradicional e influyente periódico “El Colombiano”, que dirigía junto a otros dos jóvenes intelectuales: Jaime Sanín Echeverri y Miguel Arbeláez Sarmiento, quienes no dudaron en abrirle las puertas para divulgar sus escritos. ¡Sólo que no podía firmar con su nombre! ¡No! Como él, Belisario, no era codirector del suplemento, ni columnista, ni nada parecido, tampoco le iban a pagar un peso por tales colaboraciones, según el mandato supremo de las directivas del diario. Y como su problema era la falta de plata…

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Fue cuando a los jóvenes periodistas se les ocurrió una brillante idea: que como allí tenían a su cargo una columna de opinión -“Ecos y comentarios”-, firmada por los tres, ¡pues cada semana podían rotarse para que uno de tales comentarios fuera de Belisario… y así le pagaban, sin que nadie, absolutamente nadie, lo supiera! “El Colombiano” les pagaba, sí, a Otto, Sanín y Miguel por su columna y el suplemento, pero ellos a fin de mes le entregaban su parte a Belisario, por derechos de autor, así él nunca firmara sus notas. Entretanto, Morales Benítez, quien realmente era el mandamás de “Generación”, celebraba la ocurrencia con su estruendosa carcajada que se escuchaba a lo largo y ancho del vasto territorio antioqueño. Belisario, en cambio, no tenía motivos para morirse de la risa. Estaba contento, claro está, por la mesada que recibía, suficiente para comprar más libros aunque sus bolsillos (y su estómago) siguieran vacíos, pero era una verdadera tortura colaborar en esa forma, pues sus comentarios eran de su autoría, no de sus amigos, cuyos estilos eran bastante distintos al suyo. ¿Cómo iba a escribir –se preguntaba, aterrorizado- a la manera de Otto Morales Benítez, de Jaime Sanín Echeverri o de Miguel Arbeláez Sarmiento? ¿Cómo? ¿Si cada uno tiene su propio estilo, fácil de identificar por cualquiera y, en especial, por el Director del periódico, Fernando Gómez Martínez, un intelectual con todas las de la ley, a quien nadie podía meterle gato por liebre?... Fue cuando encontró, de nuevo con la ayuda divina, la fórmula para evitar ser descubierto en su fechoría: si la columna en cuestión era suscrita por Otto, debía citar, con insistencia, al peruano José Carlos Mariátegui; si lo era de Sanín, pasearse a cada paso por el Siglo de Oro español, con uno que otro verso de Fray Luis de León, y si finalmente era de Miguel (quien se las daba de vanguardista), hablar de Novalis, Rilke, Kafka y los poetas simbolistas, como Mallarmé. “Yo tenía, pues, tres seudónimos: Otto Morales Benítez, Jaime Sanín Echeverri y Miguel Arbeláez Sarmiento”, recuerda hoy, entre risas, el ex presidente Belisario Betancur a sus 92 años, sin olvidar la deuda de gratitud que tiene con sus viejos amigos, ya fallecidos.

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“Con este acto, con la inauguración de la Sala Otto Morales Benítez en la Academia Colombiana de la Lengua y, sobre todo, con la creación del Instituto para el Humanismo Social, siento que por fin le estoy pagando esa deuda”, dijo el ex mandatario conservador, pensando con nostalgia en la mano tendida del antiguo director de “Generación”. “Pero, los colombianos -agregó- todavía tenemos una deuda con él, pues nunca le pagamos: ¡No lo hicimos Presidente de la República!”. “¡Qué gran Presidente habría sido!”, dijo. “Y ya se nos iba haciendo tarde para este reconocimiento al gestor del humanismo social en Colombia”, fueron sus palabras finales que por cierto sonaron como un reclamo más para pagar nuestras deudas con Otto Morales Benítez, el Presidente caldense que no tuvimos. Colofón Cuando el ex presidente Betancur entró a la Academia, alguien se declaró gratamente sorprendido por lo bien conservado que él está a tan avanzada edad. “¿Y cómo no va a estar bien conservado? Si al fin y al cabo es conservador”, dijo alguien mientras se abría un cordial debate en torno a la relación entre el conservatismo y la longevidad. (*) Director de la revista “Desarrollo Indoamericano”, Universidad Simón Bolívar
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