Ahora que se sabe como quedó el mapa político en Colombia, luego de unas elecciones que más que emoción despertaron enorme preocupación en las autoridades por la posible infiltración de las mafias y la parapolítica, se puede concluir quien ganó y quien perdió.
En el caso de los posibles ganadores, más que exaltar supuestos triunfos del liberalismo, la U, Cambio Radical y los Verdes, puedo concluir que en realidad hubo un empate. No es posible determinar que el Partido Liberal es la colectividad que salió más fortalecida, basándose en que obtuvo más votación para alcaldías (2'648.295 votos), cuando a la hora del té, quien logró capitalizar esos votos fue la U (de 140 alcaldes en 2007 pasó a 259) y en Bogotá los liberales aumentan un solo concejal. Para colmo de males, la votación que obtiene el candidato David Luna (93.463 votos), no le alcanza para la reposición a pesar de que es la primera vez en más de una década que los rojos presentan un candidato a la Alcaldía Mayor de Bogotá con posibilidades de llegar al Palacio Liévano. Lo que sí es indiscutible es que el triunfo en gobernaciones le corresponde al liberalismo al obtener 6, mientras la U reduce a 4 su participación.
Por otro lado, resulta indiscutible que se avecinan dos crisis: una, en el Partido Conservador, y otra en el Polo Democrático Alternativo. En el primer caso parece tener razón el expresidente Andrés Pastrana, cuando en entrevista con Darío Arizmendi en Caracol Radio el 1 de noviembre dijo que el conservatismo se quedó en el siglo XIX, que le falta abrirse al electorado y dejar de ser una colectividad de parlamentarios, y atribuye la derrota electoral a las denuncias de corrupción públicas que están a la orden del día, donde algunos de sus senadores y representantes a la Cámara aparecen mencionados.
La otra crisis política que se avecina es la del Polo Democrático Alternativo, que tendrá que responderle a su militancia por la debacle electoral, tras el impacto para Bogotá del escándalo del carrusel de la contratación y la negativa de Clara López cuando dirigía el partido de expulsar a Samuel Moreno Rojas y a su hermano Iván. Hoy lo que ha quedado, del desastre administrativo que trajo para la capital la alcaldía de Samuel y la forma como echó por la borda el esfuerzo que la militancia de izquierda hizo durante más de una década por agruparse y presentarle al país una opción de gobierno distinta, es un partido político reducido a unas pocas voces en el legislativo con autoridad moral para hablar y opinar sobre gestión pública y transparencia gubernamental.
Al Polo Democrático le va a costar mucho tiempo levantarse de la crisis en la que se encuentra. En primer lugar, porque es el único partido de oposición al Gobierno y en segundo, porque su lugar más visible en el escenario político, le acaba de ser arrebatado por un exmilitante, que dudo mucho, quiera darle espacio en su administración.
Por último, estoy seguro de que la persona que peor salió librada en estas elecciones es el expresidente Uribe, quien no solo padece una derrota electoral en todo el país, sino que además perjudicó la candidatura de Enrique Peñalosa para la Alcaldía Mayor de Bogotá. Bien se decía que con el apoyo del exmandatario Peñalosa podría quedarse sin el cargo y con el pecado de aceptar la compañía de quien más que beneficio, le significó la pérdida de uno de los bastiones del Partido Verde (Antanas Mockus), y la identidad de los verdes con la transparencia y el rechazo a las prácticas oscuras en la política. Sumado a la mala imagen del exalcalde, a quien los bogotanos todavía no le perdonan las altas sumas de dinero que le ha costado a la ciudad el arreglo de las losas de Transmilenio en la Avenida Caracas, por lo que estoy seguro que el sueño de Peñalosa de volver al Palacio Liévano quedó enterrado en esta ocasión.
Solo me resta desearle el mayor de los éxitos a Gustavo Petro, alcalde mayor electo de Bogotá, quien puede no gustarme, pero no voy a dejar de reconocer que es una persona con el suficiente liderazgo y capacidad para sacar adelante a la capital del país.