Somos los administradores únicos e indelegables de éste vehículo que nos ha sido otorgado para cumplir nuestro propósito de vida, el cuerpo. O mas bien diríamos los cuerpos, en plural, cuerpo físico, cuerpo mental, cuerpo emocional. Y si quieres ir un poco más allá, el cuerpo del alma y el medio ambiente, que también es un cuerpo.
Encontramos en los profesionales de salud extensos consejos acerca de los hábitos saludables y de aquellos que no lo son. Replicados por los medios de comunicación o por la palabra de un amigo o de un familiar, vivimos inmersos en un ambiente que constantemente nos recuerda lo que es bueno y lo que es malo para nuestra salud. Pero, ¿somos coherentes? En días pasados un cuñado mirando la imagen impresa en una cajetilla de cigarrillos comentaba no sin cierto sarcasmo, “si esta imagen hubiera estado cuando comencé a fumar, no lo habría hecho”.
Tenemos información a montón, mas no la pasamos al filtro del corazón, quien es el que en últimas nos hace actuar con discernimiento. Basamos nuestro estilo de vida en el temor cuando obramos con la mente predispuesta o en el amor cuando seguimos los dictados de la intuición.
El temor, a estar desinformados, nos hace pegarnos todos los días al periódico y los noticieros, alimentando mente y emociones con terror y desgracias, cuando podría haber un balance justo con las cosas bellas y hermosas de la vida, que son mostradas solo en cortos segmentos.
Por temor, a enfrentarnos a nosotros mismos en la “soledad”, mantenemos una relación de pareja cuando ya no nos produce bienestar, sino que nos enferma por mala nutrición emocional.
Por falta de confianza, en poder salir adelante económicamente, por temor al éxito, si, temor al éxito, mantenemos un empleo y dejamos de lanzarnos a cumplir el sueño del alma.
Por temor, a no ser apreciados y reconocidos al no tener una figura esbelta, con los cánones que dicta la moda y la sociedad, sufrimos trastornos alimenticios o sometemos al cuerpo físico a ejercicios extenuantes con las consecuentes lesiones deportivas.
Por falta de amor hacia nuestro cuerpo físico, por falta de auto-estima con aquello que la naturaleza nos proporcionó, sometemos al cuerpo a cirugías innecesarias o a alimentación desmedida, con la consecuente morbilidad asociada.
Por amor transformamos un pensamiento destructivo en otro constructivo. Por amor buscamos relaciones de ganancia y crecimiento mutuo. Por amor ponemos límites y dejemos que cada cual asuma su propia responsabilidad. Por amor sabemos detenernos y descansar cuando nuestro cuerpo nos lo pide. Por amor escuchamos el lenguaje del cuerpo. Por amor somos creativos y hacemos las cosas diferentes, para obtener resultados acorde a nuestras metas.
El amor nutre, el temor desvitaliza. El amor incentiva hábitos saludables. El temor prepara el terreno para la enfermedad. El temor, así como el amor, son los motores principales que nos impulsan a tomar decisiones responsables, sabias o no, en el cuidado del vehículo del espíritu.
Finalmente, por paradójico que parezca, no siempre vencer el temor es útil, temporalmente puede ser bueno mientras nos fortalecemos interiormente. Solo que tienes que lidiar con sus consecuencias.
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Responsabilidad personal en el cuidado de la salud
Dom, 12/12/2010 - 04:02
Somos los administradores únicos e indelegables de éste vehículo que nos ha sido otorgado para cumplir nuestro propósito de vida, el cuerpo. O mas bien diríamos los cuerpos, en plural, cuerpo fí