Juan Manuel Santos es un hombre acostumbrado a la buena vida. No solo me refiero a los lujos y placeres que el dinero puede comprar. Hablo también de la condición de haber sido desde siempre un consentido del establecimiento y de la sociedad bogotana. El hecho de que su padre fuera uno de los dueños del diario El Tiempo le procuró un “blindaje” que lo hizo por largo tiempo inmune a los ataques y señalamientos. Santos creció obnubilado por el “besamanos” y la lagartería de aquellos que querían congraciarse con Don Enrique Santos Castillo.
El astuto Juan Manuel pronto entendió que él podía ser el beneficiario directo de dicha realidad y aprovechó los privilegios que conllevan las mieles del poder. De subdirector de El Tiempo pasó a convertirse en ministro de tres presidentes, de tres partidos distintos, hasta dar un salto triple para coronar la presidencia (su sueño anhelado), sin jamás haberse sometido a una elección ni registrar en las encuestas -antes de la campaña por la primera magistratura- un porcentaje superior al margen de error. Santos no se formó en la pelea y no ha tenido que dar la lucha que le ha tocado dar al 95% de los colombianos y a la mayoría de políticos. Lo suyo es más bien la comodidad del “yes sir”, que deviene simple y llanamente de su extraordinaria “herencia” familiar. Es como el niño mimado que no está acostumbrado a que le digan que no. Esa burbuja de cristal que ha sido la vida del Presidente lo mantuvo, además, alejado de las tragedias del grueso de la población. No me imagino al personaje de marras sufriendo por falta de asistencia médica o escapando de las garras del secuestro y la extorsión, ni mucho menos haciendo peripecias para comprar el mercado. Lo peor del caso es que está rodeado de gente igual de extraterrestre. Esa postura “conciliadora” por conveniencia, no por convicción, se reflejó claramente desde el inicio de su gobierno: la tal Unidad Nacional no es más que un ejercicio político que busca anular toda forma de oposición. A parte de la repartija burocrática y de contratos, la coalición de gobierno es como un corral en el que se tienen encerrados todos “los animales” para que no puedan salirse, lo que le permite al capataz ejercer total control sobre ellos (perdón a los animales por la comparación). Otro Frente Nacional, pero sin los cerebros de Lleras Camargo y compañía. El Presidente no está habituado a la adversidad: todo le ha caído del cielo o se lo han entregado en bandeja de plata. Por ello, cuando lo critican, se descompone y no suele ser muy diestro para defenderse: el Santos imperturbable y frío como el hielo ha desaparecido para darle paso a un hombre temeroso e inseguro. No aguanta un titular de prensa y, ante la presión, recula una decisión, como quien cambia de camisa. Si Santos fuera inteligente, no aspiraría a la reelección, pues se va a encontrar en el ruedo, con un gallo de pelea consumado, que se alimenta de la confrontación. Uribe no se bajará del caballo, ni dejará de blandir su espada. Desde el Senado será la peor pesadilla para Santos ¿Podrá el Presidente soportar otros cuatro años de la más vehemente oposición? Amanecerá y veremos. Si Santos da un paso al costado y apoya a Vargas Lleras, pasará a la historia como un gobernante desapegado al poder, dejando la huella de algunas buenas y necesarias iniciativas. Sería injusto decir que su gobierno ha sido malo del todo. Lastimosamente, la ambición de poder en los políticos es más fuerte que la razón y la inteligencia, lo que me lleva a pensar que Santos se va a inmolar. La ñapa I: Valerosa postura la del Magistrado Jorge Pretelt en el tema de las pensiones. ¡Apoyo total! La ñapa II: Para que le quede claro al Doctor Javier Zapata, Magistrado de la Corte Suprema: en una democracia no hay “intocables”. La ñapa III: La “embarrada” del diario El País de España es solo un ejemplo de lo irresponsables que pueden llegar a ser los medios de comunicación.Si Santos fuera inteligente
Lun, 28/01/2013 - 01:06
Juan Manuel Santos es un hombre acostumbrado a la buena vida. No solo me refiero a los lujos y placeres que el dinero puede comprar. Hablo también de la co